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Recordar la transición de Medellín es, más bien, un componente de un largo y
aún inacabado proceso de aprendizaje en el que faltan caminos por recorrer.
Medellín tiene una historia admirable de resiliencia, de superación, de reinvención. Luego de haber sufrido épocas de una violencia exacerbada y una embestida feroz del narcotráfico, el terrorismo y la acción combinada de bandas sicariales y de criminalidad organizada, ha sido capaz no solo de conservar su liderazgo en múltiples sectores -económicos, empresariales, industriales, científicos, educativos, deportivos y culturales- sino superar los indicadores nacionales en estos y otros tantos.
Reconocerlo y recordarlo no es quedarse anclados en una autocomplacencia regionalista, esa que tiñe de folclorismo la ponderación de cualquier premio y cualquier mención proveniente del exterior. Recordar la transición de Medellín es, más bien, un componente de un largo y aun inacabado proceso de aprendizaje en el que faltan caminos por recorrer, hasta lograr la consolidación de una cultura que propicie los valores de la legalidad, la honestidad, la transparencia, la civilidad y la tolerancia.
Este año, en particular, Medellín, Antioquia y el país conmemoran varios hechos en los que el terrorismo de los narcotraficantes hizo padecer a los habitantes de ciudades como la nuestra un dolor inconmensurable. En su embestida contra las autoridades la mente criminal de los narcos, encabezados por Pablo Escobar y su legión de sicarios, atacaron no solo a instituciones sino a los ciudadanos de a pie.
Es posible que las nuevas generaciones conozcan estas historias pero disgregadas entre las anécdotas y algunos recuerdos de familiares o conocidos que fueron víctimas o testigos de los múltiples actos terroristas. O, en el peor de los casos, su conocimiento de la historia, de esta dolorosa historia, se basa en seriados en los que los narcos y sus compinches son dibujados como intrépidos hombres de acción, íconos de un torcido concepto de ídolos contemporáneos.
EL COLOMBIANO presenta hoy a sus lectores #MedellínEsMás. Un trabajo periodístico de largo aliento en el que, al lado del recuerdo de los hechos luctuosos que llenaron de dolor a nuestra ciudad y a sus habitantes, se presenta la voz y el testimonio de personas, algunas de ellas víctimas directas, que representan los valores que no solo hicieron contrapeso a la barbarie de los criminales sino que permitieron entonces, y siguen haciéndolo, que la ciudad y sus gentes tengan hoy mejores posibilidades y mayores razones de optimismo que en aquellas épocas oscuras.
EL COLOMBIANO estuvo allí, cubrió los hechos, los documentó, los narró, compartió las tragedias humanas y apostó por la continuidad del régimen democrático, de las garantías ciudadanas. Fue víctima también de ataques. A partir de hoy, tanto en las ediciones diarias como en sitios emblemáticos de la ciudad donde ocurrieron atentados, haremos memoria con textos, fotos, especiales multimedia y exposiciones de nuestras páginas de aquellos años.
Aparte del recuerdo de los hechos, de la construcción de memoria, la invitación es a unirse en la causa común de la superación de aquellos factores que persisten como frenos para la consolidación de los valores a los que hacíamos referencia atrás. Hay manifestaciones de una llamada “cultura mafiosa”, de enaltecimiento -así en sectores minoritarios- del bandidaje y personajes asociados al hampa.
#MedellínEsMás y hay un futuro que aguarda a unas nuevas generaciones que merecen vivir en un entorno de legalidad, paz y tolerancia . No nos podemos detener en la defensa y construcción de esta ciudad que continúa siendo frágil .