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La Biblia no señala la fecha exacta del nacimiento de Jesucristo. Durante sus primeros tres siglos el cristianismo no dedicó un tiempo especial a la celebración de la Navidad. Solo desde el siglo IV, después de la conversión del emperador romano Constantino, se empezó a celebrar la noche del 24 y durante el día 25 de diciembre a Jesús nacido como la Luz del mundo. La primera vez que en el Evangelio de Lucas (2, 1-14) aparece el término “buena noticia”, este se refiere al nacimiento de Jesús. Se trata de un anuncio gozoso que no solo se expresa con una alabanza a Dios, sino que implica además una bendición para todos los seres humanos que lo reciban con fe.
En este fin del año, y mientras nos preparamos para recibir dentro de una semana el año nuevo, démosle un sentido auténtico a la celebración del nacimiento del Niño Jesús. Así como para Él no hubo alojamiento y tuvo que nacer en una pesebrera, también hoy para muchos no hay un lugar donde puedan vivir dignamente y tienen que arreglárselas con sus familias en condiciones de pobreza absoluta.
En ellos se manifiesta actualmente la presencia de Jesús, el mismo que diría refiriéndose al juicio final: Todo lo que ustedes hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mimo lo hicieron” (Mateo 25, 40).
