Que sus hijos sean felices. Así de simple, pero también así de complejo. Ese es la principal variable que los padres están buscando hoy cuando de elegir un colegio para sus hijos se trata.
Por lo menos eso es lo que le preguntan a Juan Rivera Pascual, un educador y bloguero español (www.elblogdejuanri.com) que luego de recorrer, conocer, hacer video y charlar con profesores y alumnos en diversos colegios de España, visitó algunas instituciones educativas privadas en Colombia.
Y aunque en su visita a Medellín, la segunda que hace en su carrera, le sorprendió que en pleno contexto urbano existan colegios con entornos verdes –como el Pinares, en donde lo entrevistó EL COLOMBIANO– señala que la infraestructura, aunque importante, no es el único factor que debe impulsar la decisión.
“Puede ser un colegio con unas instalaciones muy malas y tener los niños más felices y que aprendan mejor, o un colegio con unas instalaciones de lujo, y que sea realmente mediocre”.
Desde su perspectiva, Rivera Pascual tiene claro que esa felicidad que buscan los padres en un colegio está mediada en una gran medida por su personal docente.
“Al final de todo los colegios no son ni los resultados ni las instalaciones, son los profesores que están ahí. La implicación, el amor por la enseñanza, la pasión. Los profesores son los que hacen un colegio”.
En este sentido, añade, cuando los padres visitan los colegios candidatos deben estar atentos a un elemento que puede parecer curioso, las sensaciones, es decir, qué transmiten, no necesariamente con palabras, los educadores que potencialmente acompañarán a sus hijos.
“Los profesores, cuando están contentos se nota, y cuando no, también”, y esa molestia o ese bienestar de trabajar en la institución se transmite en la metodología y la forma como desarrollan el proceso educativo con los niños y jóvenes. También el maestro es crítico con sus colegas y con la formación que se les imparte.
Su experiencia, en España por lo menos, le muestra que no siempre los más aptos son los que llegan al magisterio y que la formación que se imparte a quienes estudian esta carrera no es la más profunda en muchos casos.
“Si yo voy al hospital a mí no se me ocurre contradecir al médico, porque yo se que él lo sabe, pero a un maestro cualquiera le discute, cualquiera”.