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¿Por qué protestan los niños, niñas y jóvenes en la COP26?

En la COP26 han manifestado no tener suficiente participación e incidencia política en la toma de decisiones ambientales.

  • Niños y jóvenes, acompañados por Thunberg, se han reunido a las afueras del centro de convenciones de la COP26 para manifestarse de forma pacífica.FOTOs AFP

    Niños y jóvenes, acompañados por Thunberg, se han reunido a las afueras del centro de convenciones de la COP26 para manifestarse de forma pacífica.

    FOTOs AFP

08 de noviembre de 2021
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En dos minutos estuvieron contenidas toda la juventud y la niñez de Brasil. En dos minutos el mundo conoció los sufrimientos de los indios suruís o paiter-suruís de Brasil que, a la fecha, tienen apenas centenares de integrantes y no miles como antes. En dos minutos una joven de 24 años se hizo escuchar por una generación lejana, de ojos y oídos cerrados. Solo dos minutos.

Se trató de la activista brasileña, indígena y estudiante de Derecho: Txai Surui, quien en representación de su comunidad, que vive en una región fronteriza entre los estados de Rondonia y Mato Grosso del país, participó en la apertura de la 26° Conferencia de las Partes, o COP26, celebrada por estos días en Glasgow.

En la misma semana, pero desde afuera, la sueca del colectivo ecologista Fridays For Future (Viernes por el futuro), Greta Thunberg, continuó con lo que viene haciendo desde que era una niña: activismo con la gente.

Junto al centro de convenciones y rodeada de decenas de jóvenes, protestó a alta voz que el cambio que ellos esperan no ocurrirá dentro de la Cumbre porque, dijo, el liderazgo está afuera. “Son solo políticos pretendiendo que se toman en serio nuestro futuro y el presente de las personas que ya sufren los impactos de la crisis climática”.

En esta misma ciudad, pero más cerca a Colombia, el niño Francisco Javier Vera Manzanares, un bogotano de 12 años conocido como “el pequeño gran ambientalista”, se robaba la atención de otros niños, niñas, jóvenes y adultos mientras se hacía escuchar: “Yo creo que los niños y las niñas, a diferencia de lo que dicen de que somos el futuro, somos el presente y tenemos una opinión y una voz como ciudadanos”.

Pero fue uno de los pocos pues, como él mismo menciona, “no nos permiten expresarlo”, porque aunque haya presencia, su participación, al final del día, está limitada.

Otra colombiana también aprovechó para alzar la voz. Fue Daniela Balaguera Villafaña, perteneciente a la comunidad indígena arhuaca del Magdalena, una de las jóvenes que confrontó al presidente Iván Duque esta semana, posterior a una de sus exposiciones. “Habló maravillas del país y lo hizo en inglés sin interpretación al español, fomentando las barreras dentro de nuestro mismo grupo de connacionales”.

¿Qué tienen en común todas estas historias? En todas se trató de jóvenes, niños y niñas que abogaron por sus derechos y los de toda una generación que ya es el presente y será el futuro de la sociedad. Individuos con poca edad, pero gran conciencia ambiental que protestan en una cumbre de puertas cerradas, ojos y oídos tapados.

Solo para adultos

De todas las edades y nacionalidades, indígenas, afro, de diferentes clases sociales o creencias religiosas, todos unidos por una misma causa: proteger el planeta que seguirá siendo su casa y la de las generaciones que los suceden, “porque somos el relevo generacional de los adultos que hoy se encuentran en el poder”, dice Balaguera, porque siguen siendo esos adultos los que toman las decisiones sobre una Tierra que ya no les pertenece.

Además, porque les han cerrado la puerta en la cara. Allá mismo, en Glasgow, los han llevado a mirar sin opinar y los han dejado por fuera de reuniones de negociaciones. Es una participación simbólica la que han tenido, para verse bien ante las cámaras y aparentar inclusión. “Nos tienen aquí presentes pero no participando activamente”, añade la colombiana, porque no les han acreditado para entrar a varias reuniones.

A propósito, el presidente de la COP26, el exministro británico Alok Sharma, solicitó a los líderes políticos mundiales que escuchen las voces de los jóvenes y que los incorporen en las negociaciones sobre el futuro de la crisis climática y después de los reclamos de muchos activistas y de la ONG Red de Acción Climática, tuvo que prometer que asegurará a los observadores el acceso a la negociación tanto en persona como a través de la plataforma digital.

¿Por qué protestan?

El mundo evoluciona, al igual que sus sectores, sobre todo el ambiental, “y sentimos que muchas ideologías todavía aplicadas en la toma de decisiones ya no son adecuadas para el contexto actual”, agrega Balaguera.

Las generaciones también evolucionan. Los de hoy son jóvenes con pensamiento crítico, dicen ellos mismos, con interés colectivo y con muchas ideas por aportar. Según Ana María Osorio, coordinadora de Sostenibilidad Multicampus de la Universidad Pontificia Bolivariana, su posición se debe a que, por primera vez, se está viendo comprometido el futuro, el de los ecosistemas, el capital natural... Por eso quieren no solo manifestarse y participar, sino también tener incidencia en las políticas públicas.

Quieren apropiarse de su porvenir, garantizarse ellos mismos condiciones dignas (que poco a poco los adultos les roban) y obtener la participación que, como miembros de la sociedad, les pertenece y les han negado. “Aún falta. Por ahora dicen darnos participación pero es solo por presión, y esto no debe ser obligación, debe ser voluntario” y deseado, puntualiza Balaguera.

Santiago Silva, gerente de Tenemos que hablar Colombia y profesor del Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas de la Universidad Eafit, dice que el hecho de que se les haya limitado su participación los pone en una encrucijada donde tienen que buscar la incidencia política y social desde la informalidad, con acciones igual de valiosas como el activismo y la movilización, pero el ideal es otro.

¿Qué hace falta?

Los niños y jóvenes tienen la preocupación, la formación, la preparación, las ganas y la necesidad de participar. Lo único que les falta es que los dejen. “Conocen los temas, los estudian, y toman vocería porque saben que la problemática es real y que es su vida la que está en riesgo”, explica Osorio. El reto es llevar todo eso a la política pública.

Para Silva, actualmente ocurren dos cosas: hay un papel informal y otro formal, pero ideal. El informal es el activismo, con grandes figuras como Greta y Francisco que han aprovechado las redes sociales y la movilización como grandes herramientas masificadoras, estas les han permitido crear incomodidad, ruido e integrarse de a poco en la conversación general.

El segundo es el formal, que es ideal porque aún no se logra. Consiste en que sí haya incidencia suya en políticas puntuales. Y puede que la haya, pero en la mayoría de los sistemas políticos internacionales se les deja por fuera de la toma de decisiones democráticas.

Es erróneo entonces pensar que los niños, niñas y jóvenes no saben, porque sí lo hacen y se han preparado para ello, en ocasiones incluso más que muchos adultos. Los de hoy hablan más sobre el medio ambiente que los adultos y son capaces de proponer ideas y soluciones más allá de resaltar los problemas.

Lo único que basta, que no es poco, es abrir las puertas, afilar los oídos, preparar espacios y herramientas que garanticen que serán escuchados, tomados en cuenta y consultados para tomar decisiones que, al final del día, los impactarán a ellos más que a nadie.

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