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París tiene más de 2.000 monumentos patrimoniales. Una semana es poco para encontrarlos todos y, sin embargo, la ciudad puede mirarse aunque sea a vuelo de pájaro en una conexión aérea o en un Eurotrip contra reloj.
Tal vez no disfrutará mucho de los lugares, pero se irá con un buen recuerdo de haberlos visto. Sobra decir que lo mejor será contar con ropa cómoda, hidratación y zapatos deportivos, para la maratón que le espera.
París mirando el reloj
8:00 a.m. Qué mejor que comenzar el día visitando Notre Dame, la iglesia más famosa de París. Con su estilo gótico, recibe al año más de 13 millones de visitas, convirtiéndola en el segundo monumento más visitado del mundo, después de la Muralla China. Lo mejor es que no hay que pagar para entrar y empezando la mañana son pocos los visitantes. Ahora a correr, pues tiene 15 minutos en metro para llegar a la siguiente parada.
9:30 a.m. Es un sacrilegio ir a París y no visitar el Museo de Louvre. Para evitar las largas colas y entrar a la hora oportuna deberá comprar su entrada con anticipación, a través del portal oficial www.louvre.fr/es. La pinacoteca, que alberga el cuadro más famoso del mundo, La Monalisa, requiere ser recorrida en un día como mínimo, así que con el tiempo escaso es mejor que mapa en mano identifique cuáles de sus 460 obras quiere ver. La ya mencionada Gioconda, Las bodas de Caná, La Venus de Milo o el Código Hammurabi, usted elige. El precio es de 17 euros (unos 60.000 pesos). Para estadías más largas se recomienda comprar el París Musseum Pass, que habilita el ingreso a los principales museos durante al menos 48 horas.
12:00 m. Caminando desde Louvre, la pausa siguiente será en la Plaza de la Concordia, lugar de ejecuciones durante la Revolución Francesa y donde se eleva el obelisco egipcio. Desde allí le será fácil llegar a los Campos Elíseos, la avenida más emblemática de París y donde están las marcas más caras. La misma desemboca en el Arco del Triunfo, que fuese un encargo de Napoleón Bonaparte, aunque murió antes de verlo construido. El recorrido a pie va a tomarle unos 50 minutos, mientras en metro 12, pero confíe en que es un deleite observar de lado a lado el conjunto que componen los parques y edificios históricos de la zona.
2:00 p.m. Ahora debe continuar la marcha hacia Trocadero, donde al fin podrá encontrar, perenne y fastuosa, la Torre Eiffel. Deténgase y admírela, no se va a cansar de verla. Sobre este atractivo debe saber que mide 324 metros y no pretendían que permaneciese luego de la Exposición Universal en 1889, pero su éxito fue tal que la conservaron con la excusa de utilizarla como antena de comunicaciones.
Si su intención es subir, cambie el itinerario: es mejor llegar muy temprano. Decida si le interesa subir solo al primer piso o hasta la punta. Lo maravilloso de llegar hasta arriba es la vista panorámica que tendrá de la ciudad: la verá baja y muy blanca.
3:00 p.m. El paso fugaz por París no significa sacrificar sus sabores. Las opciones son variadas: quienes van en plan ahorro (por unos 5 euros, $17.000) pueden probar el siempre típico crepé en los carritos callejeros cercanos al río Sena; o aún más barato, hacer un picnic en los Campos de Marte, con productos comprados en las boulangeries o panaderías, que abundan.
Si el dinero no es una preocupación, puede optar por el restaurante de la Torre, del que no es necesario detallar su panorámica, pero donde hay que enlistarse con antelación. Puede aprovechar para dar un paseo en bote por el río Sena, o sentarse a contemplar la belleza de la ciudad en su ribera.
7.00 p.m. Con las baterías recargadas, es momento de buscar de nuevo el metro para llegar a Montmartre, la “montaña de los mártires”. Allí se ubica la iglesia del Sagrado Corazón. Aquí la labor es visitar la estructura, pasear despacio para recorrer el barrio de pintores como Van Gogh, Picasso o Monet, y sentir su atmósfera bohemia.
Montmartre está lleno de cafecitos y bares escenario de películas como Amélie o Medianoche en París. Si va en pareja, que no le falte la instantánea de la Pared del Te Amo, localizada en este barrio. En París nunca se peca por exceso de romanticismo.
9:30 p.m. Para seguir en la onda cinematográfica la última estación del recorrido será Moulin Rouge, el conocido ícono de la vida alegre que quizás esté sobrevalorado, pero que luce fotogénico en la noche. Este comparte natalicio con la Torre Eiffel (1889) y fue el preferido de escritores como Oscar Wild y el pintor Auguste Renoir. A cinco minutos a pie y para cerrar el día, le aconsejamos una cena típicamente francesa (a buen precio) en el restaurante Bouillon Pigalle. Allí pruebe los caracoles y el cordero con habas, de postre irá bien el profiterol.