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¿Por qué Gabo está vivo según los escritores?

Pensar en García Márquez es mantenerlo vivo. Estos personajes, por teléfono o email, nos hablaron sobre ello.

  • ¿Por qué Gabo está vivo según los escritores?
Mónica Quintero Restrepo | Publicado

Era jueves santo cuando se supo el segundo número de García Márquez: (1928-2014). Se fue el mismo día en que lo hizo Úrsula Iguarán en Cien años de soledad. No se sabe si él, como ella, que prometió morirse después de las lluvias, había hecho alguna promesa de coincidir con la matrona de Macondo.

Ese 17 de abril no funcionó más el cuerpo del hijo del telegrafista. Su memoria se había ido antes. Él, que había tenido buena memoria, sufrió la peste del olvido, tal vez la misma de su libro más famoso. No se sabe tampoco si le recordaron los nombres de las cosas como a la manera de su novela: escribiéndolos al lado de los objetos. A la mesa, le escribieron mesa.

Morirse, no obstante, es también olvidarse, y la peste que ha caido ahora sobre él, en cambio, es la del no olvido. Los lectores supieron de Gabo por sus letras y siguen sabiendo de él por ellas mismas, que no se van para ninguna parte y, por el contrario, se reproducen en nuevas ediciones. No se ha ido porque sigue ahí, en ese Coronel que cuida un gallo flacuchento y blanco. Porque dejó páginas, miles, para recordarlo.

Gabo sigue vivo, porque todavía se escribe.

En Definitiva

Diez personajes que conocieron a Gabo, que lo leyeron, explican por qué el escritor, pese a su muerte, sigue entre los lectores. Vigencia en las historias que él escribió ya hace tanto.

Contexto de la Noticia

Personajes Por qué el escritor, pese a su muerte, sigue entre los lectores.

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DARÍO JARAMILLO AGUDELO
Poeta y antologista (Email)

Sigue vivo.

Sigue vivo porque es lo más importante que nos ha pasado.

Sigue vivo porque nadie nacido en estas tierras ha sido tan importante para el mundo.

Sigue vivo porque es compañía. Y es compañía porque tiene libros maravillosos.

Sigue vivo porque está

presente.

Sigue vivo porque es inmortal aunque no existe su cuerpo.

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JUAN GABRIEL VÁSQUEZ
Escritor (Por teléfono)
Para mí, García Márquez es uno de los pocos escritores del siglo XX cuya inmortalidad está garantizada. La obra de García Márquez admite todas las exageraciones que sus lectores fanáticos queramos echarle encima: yo puedo decir por ejemplo, que Cien años de soledad me parece la novela en lengua española más influyente después del Quijote, y semejante exabrupto, que en otro caso sería risible, en éste se presta perfectamente a debate. Con un puñado de obras maestras, García Márquez definió la manera en que varias generaciones comprendieron el continente latinoamericano, pero además inventó una manera de ver el mundo que les ha servido a escritores de todas las lenguas y culturas para explicar su propio mundo: si eso no es lo que llamamos trascendencia literaria, yo no sé lo que sería. La obra de García Márquez permitió a grandes novelistas encontrar la forma de convertir su propia experiencia en literatura. Basta pensar en indios como Salman Rushdie, australianos como Peter Carey, chinos como Mo Yan, nigerianos como Ben Okri, norteamericanos como Toni Morrison. Todos ellos han reconocido sus deudas con los libros del hijo del telegrafista de Aracataca. Para mí, García Márquez será parte de la historia literaria tal como lo son hoy Kafka o Joyce. Y no estoy haciendo realismo mágico.
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JAIME GARCÍA MÁRQUEZ
Hermano de Gabo (Por teléfono)

De esas cosas filosóficas, yo no tengo la capacidad para decirlas. Pero, la verdad es que no lo siento. No lo siento, porque los recuerdos suyos eran antes algo muy dichoso y los de ahora son muy tristes. No he superado ese trauma. Ahora me estoy acordando de una anécdota: Cuando la mamá de Cayetano Gentile —Santiago Nassar— recibió al médico, que, en el entierro la buscaba para inyectarla y se tranquilizara, porque estaba fuera de sí, le dijo: “No, por qué me voy a tranquilizar, si es mi hijo. Yo necesito sufrirlo, estoy llorando y necesito llorarlo”. Eso a mí me impactó y se lo conté a Gabito. Por eso te digo que no es que me esté flagelando, sino que no solo es la ausencia de Gabito, sino de dos hermanos más que se me han muerto recientemente y eso no es fácil. Murió Gustavo primero, unos cuarenta días después murió Gabito y después fue lo de Ligia. Yo soy el mayor del grupo de los sucreños. Soy del grupo de los menores. Cuando tuve uso de razón, de unos siete. Los recuerdos son muy tristes. Decía mi madre, entre otras cosas, que cuando se trata de un muerto, todos los recuerdos, incluso los agradables, se vuelven nostálgicos, dolorosos.

Hemos hablado por teléfono los otros hermanos y eludimos esas cosas porque, como me decía Gabito: “los micos, cuando tienen una herida, le dan y le dan y le dan y se parten la herida, se rompen la piel...”. Yo no sé si es verdad o es metáfora, pero me parece horrorosa.

Con Mercedes y los hijos, también hablo. Pero no tocamos el tema. Es como tocar una herida que está ahí, vivita y para qué meterle la uña.

Me estoy leyendo Los textos costeños. Lo había leído pero ahora... con una nostalgia tremenda. Lo que estoy encontrando es que esa lectura como que es más lenta, la disfruto más o le busco la quinta pata al gato. Ya me había pasado con otro libro de Gabito, Vivir para contarla. Lo había leído a su debido tiempo; recientemente la terminé y la sensación que tengo es que ¡es otro libro! Obviamente, como sé que es el mismo libro, entonces, la conclusión es que soy yo el que ha cambiado.

No sé si es la visión de la nostalgia, no sé, pero lo veo más poético. Antes, esa poesía no se la vi. Estoy sorprendido, porque lejos de angustiarme, lo que pasa es que me encuentro otra vez conmigo.

Recordar dicen que es vivir. A veces, también recordar es sufrir.

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PIEDAD BONNETT
Escritora (Email)

Para un escritor estar vivo “literalmente” significa seguir siendo leído y seguir incidiendo en el pensamiento y en el arte de otros. En ese sentido creo que García Márquez está muy vivo. Creo que se lo lee aquí y en el mundo entero, y que no ha perdido vigencia. A mí me consta que se lee en colegios y universidades. Como todo escritor, sin embargo, tiene picos de venta y de lectura, muchas veces por razones ajenas. Es posible que a raíz de su muerte se lo haya vuelto a leer, y que ahora, en su aniversario, también vuelvan sus libros a ponerse en la cresta de la ola. Pero yo creo que él permanecerá, aunque nada puede decirse de manera definitiva, porque los tiempos son caprichosos. Basta recordar que hubo una época en que Shakespeare fue considerado un escritor menor.

Ahora bien: el que desapareció, “literalmente”, es el hombre. El amigo de sus amigos, el ser político y polémico. Quedan sus biografías, que, sin embargo, por buenas que sean son tan sólo versiones de vida. Su muerte es triste, sí, pero es el destino de todos. Con una diferencia: la memoria de los grandes artistas –y Gabo lo era– perdura mucho más que la de los otros mortales.

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JAIME ABELLO BANFI
Director Fnpi (Por teléfono)
Demasiado vivo, a mí lo que me impresiona es que son pocos los casos en los que ha habido un fallecimiento, pero a lo largo del año... yo personalmente he tenido que participar en muchísimas actividades relacionadas con Gabo, veo que hay un enorme interés. Si algo no he sentido es su ausencia. Hablamos de él constantemente, lo estamos releyendo, bueno, nosotros mismos estamos metidos en eso, porque tenemos nuestro premio en Medellín, todo eso. Yo francamente no he sentido para nada, es como una presencia de otro tipo, de otra manera. Su imagen, su recuerdo están muy vivos.
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MIGUEL ÁNGEL BASTENIER
Periodista (Email)
Sigue vivo. Para mí Gabo era un autor no ya extraordinario sino, por añadidura, distinto a todos. Creó un mundo propio, Macondo, que era como un continente que tenía guardado en la nevera, con sus montes y sus ríos, sus habitantes y sus mitologías; y cada dos o tres años abría la nevera y cortaba un trozo de aquel continente inagotable, le ponía un título y le llamaba novela. Y así era como regalaba al mundo una obra fuera de serie, en cómodos y apasionantes plazos macondianos. Su Colombia, nuestra Colombia, la que quiere ser la Colombia de todos.
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GERALD MARTIN
Biógrafo (Email)
Diría que han pasado tres cosas. Primero, Gabo está ahora, como han dicho varios colegas suyos, en el lugar más alto del Olimpo literario, en conversación permanente con los artistas más grandes. Segundo, la manera –casi increíble y sin embargo lo sabíamos de antemano, desde siempre– en que se celebró su vida en el mismo instante en que se lamentó su muerte confirmó que todo el mundo—Todo el Mundo—ya entendía que este cataquero fue el primer escritor global en vez de ser—solamente—otro gran novelista occidental. Tercero, nos dimos cuenta que a partir de sus 80 años Gabo se nos había ido y ahora está de vuelta, sólo que de otra manera.
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MAURICIO BONNETT
Escritor (Email)

Imagino que la pregunta surge de que alguien —un “alguien” muy joven, aventuro, que se jacta de iconoclasta— ha decidido darlo por muerto.

Lo que ese hipotético iconoclasta no entiende todavía es que es costumbre de los vivos enterrar la obra de los grandes muertos bajo la lápida de las modas de turno, para después verlos resucitar una vez que esa moda, como todas las modas, haya pasado sin dejar rastro.

Borges decía, a propósito de los clásicos, que “la gloria de un poeta depende... de la excitación o de la apatía de las generaciones de hombres anónimos que la ponen a prueba en la soledad de sus bibliotecas”. García Márquez ha pasado hasta ahora el examen de innumerables y dispares lectores alrededor del globo. Si nos atenemos a ese criterio, podemos asegurar que su literatura no solo sigue viva sino que lo seguirá por mucho tiempo.

“Clásico —concluye Borges— es un libro que las generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad”. ¿Y no es eso acaso lo que ocurre con Cien años de soledad?

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LEILA GUERRIERO
Cronista (Por teléfono)
“Me resulta llamativo que a tan poco tiempo de su muerte estemos preguntándonos una cosa así. Me pregunté primero que nada por el por qué de la pregunta. Nadie se preguntó un año después de fallecido Borges si seguía literariamente vivo, por ejemplo. Yo creería que sí, que está vivo y que está muy vivo. Hay dos grandes géneros en su obra, el terreno de la ficción y el de la no ficción, del periodismo. En el terreno de la ficción hay obras que me parece son clásicos contemporáneos, como Crónica de una muerte anunciada o El coronel no tiene quién le escriba. Me parece que a lo mejor libros como Cien años de soledad, que fue un poco como la nave madre, y esto es más una intuición porque no soy crítica literaria, me parece que a lo mejor es un libro que no va a aguantar tantísimos años, digamos, como pasa a lo mejor con libros que son entrañables en su momento, y sobre los que después no podemos hacer una lectura tan deslumbrada como lo hicimos la primera vez, por ejemplo con Rayuela, de Cortázar, que ha sobrevivido fantásticamente bien muchas cosas, pero hay algo ahí del juego con el idioma, con la estructura, etcétera, que se leyó muy bien y fue el reflejo de una época, y que a lo mejor con los años dichas propuestas perdieron un poco la insolencia, la novedad, pero yo creo que sí, que está muy vivo, y que entre los periodistas te diría, sigue siendo un periodista al que leemos. A los periodistas nos resulta alguien sumamente cercano, y a mí, que me dedico a un tipo de periodismo, que de alguna forma está propiciado y propulsado por la fundación que él dejó, que es la Fundación que ahora se llama Gabriel García Márquez y que antes era la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, me resulta uno de los personajes particularmente entrañables, alguien a quien creo los cronistas tenemos mucho que agradecerle. Esta fundación podría no existir, o haber dedicado el dinero y el esfuerzo a ser una fundación para jóvenes escritores de ficción, o para jóvenes poetas, y sin embargo es una fundación para fomentar el ejercicio del periodismo bien hecho. Entonces para los periodistas es una figura muy cercana, podrá gustarte más o menos lo que hace, pero es un tipo muy importante para los cronistas latinoamericanos. Creo que tanto la ficción como la no ficción las vamos a seguir leyendo, a mí me parece que durante muchos años”.
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DASSO SALDÍVAR
Bíografo (Email)

Claro que García Márquez sigue vivo. Su imaginación y su poesía, que son la savia de sus libros, lo han trascendido entre millones de lectores de todos los idiomas cultos de la tierra. Cuando afirmo esto no quiero decir sólo que García Márquez, como otros grandes escritores, haya sido leído por millones de hombres y mujeres; estoy afirmando algo más, que es constatable: que el creador de Macondo, como muy pocos escritores, se ha convertido en emoción, en pensamiento, en respiración y aun en comportamiento de millones de hombres y mujeres del mundo entero. En los diez o doce países que he visitado en los últimos años, he visto de todo entre la feligresía garciamarquiana.

En Sofía, por ejemplo, di una conferencia ante unos ochenta estudiantes de español y literatura hispanoamericana, y muchos de ellos habían aprendido nuestra lengua impulsados por su amor a la obra de Gabo. De pronto, una joven de veinte años se me acercó y me contó en un español sin acento lo que había sido su vida desde que escuchó las primeras historias del escritor. Me dijo que siendo apenas una niña su padre le había leído en búlgaro Cien años de soledad, y este libro la impresionó tanto que se dedicó a estudiar español para leerlo en su idioma original; entonces no sólo lo había conseguido, pudiendo recitar capítulos enteros de la novela, sino que ya había leído toda la obra de García Márquez en español. En su vida no podía concebir un héroe mayor.

En Mielec, una pequeña ciudad polaca de setenta mil habitantes, di una conferencia en un salón de actos repleto, y lo que más me conmovió no fue sólo la devoción y gratitud con que la gente escuchó lo que les conté de la vida y obra de García Márquez, sino que al final se acercaron muchos lectores para que yo, un simple biógrafo, les firmara los libros del maestro.

Creo que no hay otra manera más perdurable de estar vivo que el ecumenismo literario y humano que han propiciado los libros de García Márquez.

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