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“De haber sabido lo que iba a vivir, no me hubiera venido a Estados Unidos”

Inmigrantes cruzan el Río Grande hacia El Paso, Texas para solicitar asilo político el 19 de diciembre de 2022 desde Ciudad Juárez, México. El presidente de la Corte Suprema de EE. UU., John Roberts, emitió una "suspensión administrativa", dejando temporalmente en su lugar la política de la era de la pandemia del Título 42 para expulsar rápidamente a los inmigrantes en la frontera. Los funcionarios fronterizos esperan un aumento migratorio aún mayor en la frontera siempre y cuando se levante el Título 42. FOTO: GettyImages

Llegué a Estados Unidos en diciembre. Me metí por el hueco, por México. Viajé desde Colombia con una excursión; primero llegué a Ciudad de México, luego viajé a Tijuana. Todo eso lo hice en avión. Ya en Tijuana las cosas cambiaron.

Por: Daniel Rivera Marín

"No viajé sola. Todo esto lo hice con mi pareja. Nos valió más o menos unos 30 millones de pesos a los dos. En el aeropuerto de Tijuana nos recogieron unas personas y nos llevaron a un motel, donde pasamos una noche y al otro día, muy de madrugada, llegaron en unas camionetas y emprendimos para la frontera. Tengo que decir que hubo buen trato".

Yo no tuve miedo en ese momento. Todo muy correcto. Cuando nos recogieron vimos a la otra gente con la que íbamos a pasar para Estados Unidos. Nos dijeron: “Simplemente vamos a hacer una parada en tal parte, por si necesitan agua, comida o por si quieren entrar al baño, después de eso no volvemos a parar”. En ningún momento hubo maltrato ni nos robaron nada no nos quitaron absolutamente nada.

Cuando paramos, al final, estaba la muralla. Ese fue un recorrido como de dos horas. Uno cree que ahí es muy difícil, pero no, uno pasa por un lado de la muralla, como si nada. Después de que usted pasa, ya está en territorio americano. Los guías le dicen a uno: “Ahora, sí o sí, te va a agarrar migración de Estados Unidos, así que solo caminen hasta que los cojan”. Y eso fue lo único que hicimos.

Así fue, nosotros cogimos por una carretera destapada, la seguimos, hasta que de un momento a otro nos salió migración. Ellos estaban esperando. Yo recuerdo que estaba haciendo muchísimo frío, pero muchísimo frío. Es que era pleno invierno y serían como las 6 de la mañana.

Cuando a uno lo coge migración es que te meten a un calabozo, eso parece la cárcel. Nos dijeron: “Hagan una fila, quítense aretes, correas, cordones, chaquetas, todas las pertenencias”. El trato fue como al de cualquier preso.

En ese lugar hay una enfermera que te examina, te mira si tienes alguna enfermedad en la piel o si tienes picaduras, si sufres, le preguntan a uno si sufre de alguna enfermedad y ya de ahí nos tomaron todos los datos, nos pidieron el pasaporte y separaron a las mujeres de los hombres.

Estuve en esa celda tres días. A uno solo le dan tres comidas por día. Dormíamos en el piso, como en unas colchonetas, solo nos daban agua y éramos puras mujeres con sus hijos. Uno no sabe qué va a pasar, se siente una zozobra muy grande, uno está como a la mano de Dios, sin saber de la familia, no teníamos ninguna comunicación. Solo le digo que yo ni siquiera sabía de mi pareja que estaba en la celda de los hombres.

Yo pensaba mucho en mi familia, pensaba que me estaban dando por muerta. Fue muy duro porque cuando uno es mujer necesita sus cosas íntimas. Además, no les importaba nada. A mí en algún momento me dio un dolor de cabeza tenaz y les pedí medicamentos y la respuesta de ellos fue “yo no soy médico, para qué se vino, aguántese, no hay ni agua”. Fue un trato fuerte sin importar si uno era mujer o un niño. Y el baño estaba en la misma celda, así que a uno le tocaba hacer todo ahí.

Salimos a los tres días y yo me cruce todos los Estados Unidos para llegar a Nueva York. A nosotros nos soltaron un martes y al miércoles viajamos a Orlando. Algo muy importante que se me iba a olvidar es que cuando a uno lo suelta migración lo buscan unas iglesias católicas que ayudan a los migrantes, ellos nos dieron refugio esa primera noche; también le dan a uno comida, cosas de aseo, ropa y le ayudan a comprar los tiquetes para ir a la ciudad a la que necesita llegar.

Créditos

- Luz María Sierra | Directora
- Daniel Rivera Marín | Editor general
- Daniel Valero | Macroeditor Actualidad
- Juliana Gil Gutiérrez | Coordinadora y periodista
- Tobías Aristizábal | Diseño web
- Néstor Alonso López López | Periodista
- Sebastián Carvajal y Daniela Sánchez | Edición audiovisual
- El Colombiano, AFP y GettyImages | Fotografías
- Ricardo Ramírez y Daniel Carmona | Infografía
- Ana María Plata | Redes sociales