La cifra podría decir poco: en el país existen 3.970 grupos de investigación reconocidos por Colciencias, la mitad de ellos en Bogotá y Medellín.
A 2013, según el Observatorio de Ciencia y Tecnología que acaba de publicar su edición 2014, son unos 14.800 los registrados.
Sí hay gente haciendo ciencia, investigando, no los suficientes pero los hay.
Hay alrededor de 11.200 doctores. Entre 2004 y 2013, de acuerdo con el Observatorio y los datos de la OCDE (tan citada hoy) se formaron 1.750.
Entre ciencias naturales e ingenierías hay un poco más de 5.000 y en áreas de la salud casi 850. En áreas sociales es donde más se forman: se cuenta con 3.400 doctores.
Pero el debate no es si nos hacen falta más (lo cual es indudable, quitando todos esos a los que hay que decirles ‘doctor’). No. Y tampoco se trata de ver qué ciencia están haciendo o si tienen recursos.
El tema es que los científicos tienen que salir del clóset para opinar más en los grandes temas nacionales. No una voz desde un boletín universitario ni en una conferencia, sino una voz que se manifieste públicamente.
Bien puede ser mediante las academias ¡tan calladas muchas de ellas!
En distintos campos del acontecer nacional se están tomando decisiones controvertibles, muchas sin sustento científico, contrarias a las evidencias y hasta a la razón. Al menos hay que mostrar de manera abierta y con pecho erguido, la realidad, sin esperar a ver si llega un periodista a indagarle.
Nos decía un botánico francés hace poco, acerca del desconocimiento de los políticos en el tema de los árboles que a las conferencias que él iba a dar, seguramente ninguno asistiría.
Pese a ese desconocimiento, se toman decisiones. Al político poco le importa borrar con una firma la más clara evidencia científica.
¿Más de 11.000 doctores encerrados en su quehacer dejando pasar de lado decisiones que a todos nos afectan? ¿Si son ellos las cabezas pensantes, racionales, por qué no hablar al menos para hacer sonrojar al tomador de las decisiones más absurdas?
Y es en todo. No solo en el medio ambiente. En salud, en infraestructura, en programas sociales, en la vida diaria.
Los científicos tienen que hacer peso. No pueden callar por el temor a perder patrocinios. Se desorienta tanto a la opinión pública que se necesitan voces conocedoras.
Hay que alzar la voz más allá del muro universitario.