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Cómo el mundo puede ayudar a Venezuela

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Por Juan Guaidó

El 23 de enero, tras 61 años del derrocamiento de la viciosa dictadura de Marcos Pérez Jiménez, los venezolanos volvimos a tener un día de fiesta democrática.

Hoy los venezolanos nos vemos una vez más ante el desafío de restaurar la democracia y reconstruir el país, pero en el contexto de una emergencia humanitaria: hay una dramática escasez de alimentos y medicinas, los servicios básicos colapsaron, un número cada vez mayor de menores sufren desnutrición infantil y enfermedades que estaban erradicadas han regresado.

Mi designación como presidente interino se basa en el artículo 233 de la Constitución, que dice que si para el inicio de un nuevo periodo presidencial no hay un mandatario electo, el presidente de la Asamblea Nacional se encargará del poder hasta llevar a cabo elecciones libres y transparentes. Por estas razones, mi juramentación del 23 de enero de 2019 no puede calificarse como una “autoproclamación”. No asumí la presidencia encargada ese día por decisión propia, sino en apego a la Constitución.

Hoy, la misma generación de hermanos y hermanas de mis días en el movimiento estudiantil está a mi lado, junto a los venezolanos de todo el espectro político que se unen en un esfuerzo por restablecer la democracia. Nos corresponde a nosotros recuperar la normalidad y construir el país próspero y desarrollado de nuestros sueños.

Pero para lograrlo primero debemos recuperar la libertad.

La lucha por la libertad forma parte de nuestro ADN desde la gesta de independencia de América hace doscientos años. En este siglo, los venezolanos nos hemos batido en el asfalto para recuperarla, porque sabemos que lo que se debate no es solo la sobrevivencia de la democracia sino nuestro destino como nación.

Hemos aprendido que el régimen de Maduro opera con un patrón. Cuando la presión popular arrecia, desata la represión y la persecución. Lo sé porque llevo en mi cuerpo los proyectiles que las fuerzas armadas dispararon contra los manifestantes pacíficos en las protestas de 2017. La mía es solo una pequeña herida frente a los sacrificios de mis compatriotas.

Durante el régimen de Maduro, más de 240 venezolanos han sido asesinados en manifestaciones y hay 600 presos políticos, incluyendo al fundador de mi partido y hermano de lucha, Leopoldo López, quien lleva cinco años preso. Cuando la represión no logra resultados, los operadores de Maduro proponen un falso diálogo. Pero ya somos inmunes a la manipulación. Han agotado todos sus trucos. Hoy solo les queda la usurpación.

Dado que el régimen de Maduro no puede retener legítimamente el poder, nuestra estrategia consiste en tres frentes de acción: el institucional, para reforzar el rol de la Asamblea Nacional como último bastión de la democracia; el internacional, para afianzar el apoyo de la comunidad internacional —especialmente el Grupo de Lima, la Organización de los Estados Americanos, Estados Unidos y la Unión Europea— y el popular, cuyo principio es la autodeterminación de nuestro pueblo.

Más de cincuenta países me han reconocido como presidente encargado o han reconocido a la Asamblea Nacional como la única autoridad legítima en Venezuela. He pedido al secretario general de la ONU, António Guterres, y a distintas agencias humanitarias apoyo para paliar la crisis humanitaria. He iniciado la designación de embajadores y la identificación y rescate de bienes de la nación en el extranjero.

Entre los venezolanos hay un amplio consenso a favor del cambio: 84 por ciento rechaza a Maduro. Por ello hemos organizado cabildos democráticos, donde la población debate sobre nuestro presente y futuro.

Entre los miembros de la oposición hemos logrado concertar posiciones estratégicas en una hoja de ruta democrática de tres puntos: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.

La transición necesitará el respaldo de sectores clave de las fuerzas armadas. Nos hemos reunido con militares y funcionarios de seguridad a través de canales clandestinos y hemos ofrecido una amnistía para aquellos que no hayan cometido crímenes de lesa humanidad. El retiro del apoyo militar a Maduro es decisivo para el cambio de gobierno y la mayoría de los efectivos militares y de las fuerzas de seguridad sabe que las actuales penurias son insostenibles.

Nicolás Maduro ya perdió su base de apoyo popular. La semana pasada los habitantes de los barrios más pobres de Caracas salieron a protestar como no había sucedido en el pasado. Le queda poco tiempo usurpando la presidencia, pero para lograr su salida con el menor derramamiento de sangre, todos los venezolanos debemos permanecer unidos y presionar para el quiebre final del régimen. Para ello, necesitamos del apoyo de los gobiernos, instituciones y personas en el mundo que creen en la democracia y la libertad. En la unión está la fuerza y la salvación de toda Venezuela.

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