óscar domínguez g.
Este Humberto Gómez, promotor estrella de los juegos recreativos de la calle, le devuelve a uno el casete a esa prisión y nostalgia perpetua que es la infancia. Merece estatua.
Desde hace la miajita de 34 años organiza los benditos juegos. Como no tiene nada personal contra la lluvia, siempre los ha hecho en Caldas, municipio que no le niega un aguacero a nadie.
Gómez, hecho en Pueblo Rico, trabaja hace 27 años en el I.E. Presbítero Bernardo Montoya, de “Cielo Roto”.
Como en 2015 (hace una semana) el invitado especial era Argentina, no cayó lluvia sino una risueña garúa, de esas que salen a relucir en tangos en los que no muere ningún malevo creado por Borges y cantado por Lionel Edmundo Rivero.
Licenciado en educación física y sociólogo, le dictó la lúdica, no como modus “comiendi” sino “vivendi”. La vida por encima de la bolsa.
Juega por amor-humor al arte. Le da a la calle todo el protagonismo. La calle es el mejor cuarto de la casa. Tiene el sabor de la mujer ajena. Allí ocurre todo lo que no sucede puertas adentro.
Este apóstol de los juegos callejeros que anda bien de respaldo municipal, se ganó de niño el mote de “anticristo de la calle” como les dicen a los chinches que salen a tragarse el mundo, la eternidad, en un día. Con razón Picasso decía que cuando fuera grande quería ser niño.
Gómez enuncia así su lúdico catecismo del padre Astete: “El juego es vida; que viva el juego”. Mezcla este eslogan con otro que le llovió bajo la ducha, como le sucedía a García Márquez: “Soy capaz de jugar en paz”.
Mejor dicho: está capando invitación a La Habana pa poner a jugar yo-yo a De la Calle, Márquez y cofrades. Tal vez jugando yo-yo (no yo con yo) la paz estaría a la vuelta de la esquina.
Como se tiene confianza para exagerar, asegura que en “sus” recientes juegos participaron los 89.000 caldeños.
Delegaciones de doce departamentos se dejaron sentir en la tierra de Ciro Mendía, bohemio, literato y maridito de dos pesos, como la mayoría del gremio.
De Mendía es el famoso ángel que no jugaba trompo, pirinola, catapiz, golosa, zancos, canicas, bolas. No, ese ángel era serio y prefería espiar por la cerradura cómo se desvestía la bella que le tocó en reparto, cuando le tocaba salir de la habitación por exigencias del reglamento de trabajo. (Mientras se mantenga esta restricción no me alquilaré para ser ángel).
Al ángel de Mendía tampoco le interesaban otros juegos como la vara de premio, los zancos, los carros de rodillos, la vuelta a Caldas con tapas de gaseosas (jugábamos con tapas de Kol-cana).
“Todos fueron ganadores. Y perdedores”, proclamó con pragmatismo el profesor Gómez quien ya empezó a pasar la ponchera para los juegos del 2016