La recuperación progresiva del puntaje en las encuestas prueba que el nuevo gobierno va ganando terreno en la consolidación de un estilo mesurado pero resuelto, conciliador pero afirmativo, jovial pero serio, a pesar de la estrategia de descrédito montada por una oposición que nada propone, nada construye, nada facilita para la concertación alrededor de los intereses vitales del país y de un proyecto que reúna las fuerzas políticas y sociales y proscriba procedimientos y modos de actuar protervos.
Duque no ha perdido la ecuanimidad y el talante cordial. Ha resistido la ofensiva de contradictores que lo pintan como un dirigente mediocre, cuando en realidad todos los días demuestra capacidad, preparación y conocimiento de la realidad nacional en conjunto y en detalles. Queríamos un mandatario ecuánime y capaz de atenuar la polarización y ahí está, ahí va. Queríamos un líder decidido a reconocer la validez de protestas como las de los estudiantes y obró con equidad suficiente para formalizar acuerdos sin engaños ni eufemismos, como en el caso de la financiación de la educación superior.
Queríamos un presidente que le hiciera frente con diplomacia firme y segura al peor vecino de la historia y ahí lo tenemos como coartífice de un plan internacional inteligente que puso en jaque al régimen madurista, que, si no fallan los cálculos y estimativos, ya no tiene cómo escapar del mate, ojalá más temprano que tarde, cuando ya hasta el Papa se arrepintió de su falible y criticada neutralidad positiva.
Queríamos un Jefe de Estado que no tuviera miedo de restaurar el principio de autoridad y el valor de la seguridad como garantía de la libertad razonable y acaba de testimoniarlo con el nuevo plan que, así retome elementos valederos del que operó con eficacia en los cuatrienios de Uribe, está reactivando la confianza y el optimismo realista, en un país asediado por las más agresivas e implacables expresiones de delincuencia.
Es extensa la lista de aciertos del todavía incipiente gobierno. Falta mencionar el estado y las perspectivas de la economía y muchas otras facetas. Es obvio que nada van a reconocer, ni siquiera por sensatez republicana, los comentaristas superficiales de medios y redes llamadas sociales, que sólo leen titulares y no buscan el verdadero sentido de los hechos, porque el sectarismo irracional y primitivo los fuerza a asumir posiciones viscerales.
Songo sorongo es una expresión grabada en la famosa canción del Rodolfo Aicardi, que dice: “... yo lo que me hago es reír y me pongo songo sorongo, ya ves”. Y en el Lexicón de fraseología del español de Colombia, Siervo Mora Monroy la relaciona con “sutilmente, a la chita callando, como quien no quiere la cosa, lento pero seguro”. Ahí va Duque, songo sorongo