Un “distrito rural” para cuidar a los campesinos
Con políticas de protección se busca frenar la tendencia a dejar el campo de Medellín.
En el corregimiento San Antonio de Prado, el 50 % del territorio es urbano. Cada vez la ruralidad pierde más terreno, no obstante aún hay fincas campesinas. FOTO
JUlio César
Herrera
La primera entrevista que hice, a los 8 años de edad y con la ayuda de mi padre, fue al futbolista Andrés Escobar. Desde ese día no he dejado de hacer preguntas, ni de amar el periodismo. Soy egresado de la Universidad de Medellín.
Qué mejor vida, mirando la espesa connurbación desde lo alto, rodeado de naturaleza y respirando un aire más puro. El 70 por ciento del territorio de Medellín es rural y brinda esa posibilidad. Juan Cuervo la escogió, se siente bendecido. María López nació, habitó y la desechó.
En esta ciudad, 10.000 hectáreas no son catalogadas urbanas: vibran campo, y en buena parte se produce café, tomate o flores. Hay fuentes de agua, bosques.
Los cinco corregimientos de una urbe con 2 millones 549.537 personas son habitados por 158.276 mujeres y 143.797 hombres. Los afligen las problemáticas que se expanden como epidemia y no escatiman la paz del campo.
Si bien la población de estos territorios, entre 2018 y 2019 tuvo un leve incremento de 12.940 habitantes, de acuerdo con el reporte oficial, cuenta Ricardo Giraldo, gerente de Corregimientos, muchos campesinos ya no lo quieren ser y a frenar esa tendencia van los esfuerzos de la administración municipal.
Protección especial
La relevancia que el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) de Medellín le da al territorio urbano es la misma para la ruralidad, asegura Ana Cathalina Ochoa, directora de Planeación local.
Los fenómenos de conurbación han llegado a algunos corregimientos de manera vertiginosa devorando el campo para hacer vivienda. Como herramienta para detener ese ímpetu las autoridades locales cuentan con normatividad y, además de hacer control, buscan fomentar la permanencia en el territorio conservando vocaciones campesinas.
“Contamos con instrumentos (de protección) como si fuera un plan parcial”, apunta y añade que en el POT existe la connotación de Distrito Rural Campesino, y anota que “la idea no es cómo volvemos lo rural urbano, sino llevar el equilibrio a lo rural para desarrollar sus potencialidades. Nos da principios rectores y empezamos a analizar qué gestión vamos a desarrollar para que sea posible”.
Claudia García, subdirectora de Planeación Territorial explica que lo que se pretende con el Distrito Rural es fortalecer el abastecimiento y seguridad alimentaria, los sistemas de agroalimentación, fortalecer la prestación de servicios ecosistémicos, promover la permanencia de culturas y paisajes campesinos promover la productividad.
“El modelo de ocupación es no tener una expansión urbana, por lo que no tenemos voluntad de incorporación de suelo rural a urbano para que se hagan procesos de urbanizaciones. Protegemos el suelo rural en sus condiciones y potencialidades de ruralidad sostenible, no de tránsito a urbanizaciones”, dice.
Amenaza de la especulación
Para María no fue suficiente el arraigo de sus padres en Altavista parte alta. Le era costoso y poco rentable mantener el cafetal de menos de una hectárea. En cambio, vender el terreno para que hicieran una finca le solucionaba premuras económicas. Por eso decidió irse a vivir a Belén Rincón, “más cerca de todo”.
“Trabajo haciendo aseo en casas de familia, pero era difícil, a veces, el transporte cuando salgo tarde”, comenta la mujer, madre cabeza de hogar.
Es diferente para Juan. Hace 4 años dejó un apartamento en Sabaneta y se fue a una finca en la vereda El Jardín, en Altavista. Cultiva plantas ornamentales y junto a su familia disfruta cada mañana y cada atardecer en un lugar del que no se quiere ir.
“Llegar a El Jardín me dio una óptica distinta de la ciudad y sus afanes, es como si te pusieras en el papel de un observador. La tranquilidad, el silencio, el aire fresco, te lleva a tener una vida más apacible”, comenta.
Según Zoraida Gaviria, directora de la especialización en Gestión y Procesos Urbanos, de la universidad EIA, la principal amenaza que afronta la ruralidad de Medellín y el Valle de Aburrá es la ocupación sin regulación, pues de esa manera el campesino altera su forma de vida, cuando lo que se debe buscar, por el contrario, es mejorar sus condiciones de vida.
“Todo el fenómeno de urbanización rural no responde a condiciones ni de urbano ni rural. Es especulación del suelo, donde hay un valor, pero sin acueducto, tejido de ciudad. Tampoco condición de ruralidad, que es el aprovechamiento de recursos naturales”, asevera.
Gaviria agrega que el fenómeno de especulación va encerrando a los campesinos en una especie de desplazamiento. “Les ofrecen una plata que no han visto, pero que es poco por el valor del suelo”, dice.
Máximo tres pisos
De acuerdo con Planeación Medellín, en cuanto a la expansión en el suelo rural el Municipio está regido por la autoridad ambiental, Corantioquia, que define densidades habitacionales para vivienda.
En Medellín, reporta Planeación, en los suelos de área de bosques, se permite la construcción de viviendas máximo de un piso; en los suburbanos, de dos pisos; y en los centro poblados, de tres. Este último es el que contempla la posibilidad de desarrollo.
Respecto a la densidad, la norma estipula, para suelo de protección, una vivienda cada 38 hectáreas. En los de producción, es de una cada tres hectáreas y en los suburbanos, para propiedades campesinas, de 5 viviendas por hectárea y para urbanizaciones, de 3,82 viviendas por hectárea.
Si bien la regulación busca conservar la ruralidad, el gerente de Corregimientos apunta que esta norma de densidad está propiciando que muchos campesinos emigren hacia zonas urbanas, pues al restringirles la opción de construir viviendas para sus descendientes prefieren vender.
Regresar a Altavista no está en los planes de María. Juan, entre tanto, anhela permanecer en El Jardín, donde ya hay proyectos de parcelaciones que, en contravía con las normas de densidad, se construyen en el filo de la montaña .