Unen fuerzas contra el desperdicio de alimentos en colegios de Medellín
La Mesa de Seguridad Alimentaria busca controlar que las porciones que dan a los estudiantes se consuman y no prefieran, por ejemplo, la gaseosa.
La primera entrevista que hice, a los 8 años de edad y con la ayuda de mi padre, fue al futbolista Andrés Escobar. Desde ese día no he dejado de hacer preguntas, ni de amar el periodismo. Soy egresado de la Universidad de Medellín.
Cambiar la gaseosa por una fruta de cosecha ha sido la tarea que más le ha costado cumplir a estudiantes de primaria y bachillerato de Medellín. Incluso, la favorabilidad que niños y adolescentes tienen hacia el consumo de esas bebidas y ‘mecatos’ ha generado desperdicio de alimentos que suministra el programa de restaurantes escolares en algunas instituciones educativas.
Si bien los escuetos indicadores de desperdicio, según la Administración Municipal, no son para alarmarse (10 % del total de los alimentos entregados) preocupa que los hábitos alimenticios sigan afectando la salud de los estudiantes y que factores inherentes al consumismo y la moda se impongan para dejar de un lado la leche o las verduras.
El tema está en los primeros renglones del análisis que la primera Mesa de Seguridad Alimentaria, creada por autoridades locales y con participación de la comunidad y rectores de colegios, hace del sistema.
A Claudia Ramírez, coordinadora nutricional de la Unidad de Seguridad Alimentaria, le preocupa que el porcentaje de desperdicio se pueda incrementar cuando no se hace acompañamiento a los niños al momento de consumir las mesadas alimenticias.
“Es difícil cambiar los hábitos cuando toda su vida se les ha dado gaseosa, llegan a la escuela y no consumen las verduras y frutas. Por eso queremos sensibilizar al niño y mostrarle la importancia del alimento”, recalcó Ramírez.
Junto a padres de familia
La cultura sobre la importancia de los alimentos y el gusto por ellos, especialmente las verduras, nace en cada uno de los hogares de Medellín.
Así lo enfatizó Ramírez, en tanto consideró que desde la Administración se busca concientizar a alumnos y padres de las bondades de los alimentos. Además, emprendieron estrategias para que, lo que a muchos niños les causa repulsión les empiece a gustar.
“Tenemos en el programa personas técnicas en gastronomía. Todos los días rotan por las instituciones acompañando a las procesadoras de alimentos para enseñarles como presentar esa preparación de una forma más agradables a los niños”, anotó.
Con el objetivo de salirle al paso al desperdicio y ganarle el pulso a la mala alimentación, el secretario de Inclusión Social, Luis Bernardo Vélez, dijo que tienen 200 personas acompañando el proceso en cada una de las escuelas.
Agregó que “no nos basta con entregar una comida, una minuta si no tenemos articulado un tema educativo”.
Para Vélez, detrás del desperdicio hay un tema de hábitos alimentarios y por eso la Mesa de trabajo propende lograr que los niños se coman la ensalada y la carne, “en vez de preferir otro tipo de comidas como gaseosa o mecato. Ese es un reto que tenemos”.
El funcionario, así mismo, aseveró que se trabaja en las escuelas no solo con el que tiene dificultades de carencia de alimentos y problemas de desnutrición, sino cuando hay problemas de sobrepeso.
“Hay niños que están mal alimentados y eso también es por el sobrepeso”, apuntó.
Teresa Velásquez, de la institución educativa Madre María Nazareno, en Buenos Aires, agregó que las profesoras de primaria tienen la instrucción de acompañar a las estudiantes de primaria en el consumo de los alimentos.
“A veces. Por no darles a sus hijos dinero lo inscriben al refrigerio pero a las niñas no les gusta. Cuando vemos que hay algunas alumnas que no quieren el refrigerio, tenemos unas suplentes que esperan para recibirlo, peor la idea es no perderlo”, aseguró.
Según Margarita Ceballos, coordinadora de un colegio del barrio San Joaquín, allí, que está en un estrato alto, es más susceptible al desperdicio porque a algunos niños los inscriben sus padres, muchas veces sin necesidad. “Se presenta que consumen el alimento cuando les gusta y cuando no, lo pueden botar”, concluyó.
La meta de las autoridades de Medellín es clara. Ahora el examen, que se esperan superar, es nunca más volver a ver en las canecas de los colegios la comida que con tanto sacrificio dan a los estudiantes y que otros niños, en toda Colombia, reclaman con ansias.