Antioquia

Zozobra por escasez de agua menguará en el centro-oriente de Medellín

Conexión de acueducto Santa Elena-La Cascada beneficiará a 300.000 habitantes de Medellín. Detalles.

Comunicador Social-Periodista de la UPB. Redactor del Área Metro de El Colombiano.

Periodista y politólogo en formación. Aprendo a escribir y, a veces, hablo sobre política.

31 de mayo de 2021

Desempeñándose entre chorreras y desfiladeros, las aguas de la Santa Elena riegan el oriente de Medellín. La quebrada baja de los 2.860 metros sobre el nivel del mar, lugar en donde nace, para desembocar en el río Aburrá, a 1.453 metros de altitud.

En ese camino difícil, faldudo, se ofrece a los barrios de las comunas 8 y 9, que calman la sed con su generosidad. Pero la fuente hídrica se quedó corta para abastecer a una población que crece de manera vertiginosa, al ritmo de las necesidades. Sus aguas ya no son suficientes.

Según EPM, gran parte del agua que abastece el centro-oriente de Medellín proviene de la Santa Elena. Pero, en épocas de sequía, su caudal se reduce hasta una mínima expresión; se convierte en un hilito que, entre enormes piedras, apenas alcanza a vislumbrarse. ¿Las consecuencias? Interrupciones en la prestación del servicio de acueducto en los barrios.

Esa situación está a punto de ver su fin. Los habitantes de esas laderas no dependerán más del cauce cambiante de la quebrada. Para ello se está implementando la interconexión al sistema de acueducto Santa Elena - La Cascada que, según EPM, beneficiará a 300.000 habitantes. A continuación, los detalles del proyecto.

La intervención

La obra fue concebida en dos etapas. La primera, informó EPM, avanza en un 86 %. En esta se intervinieron la caseta y los equipos de bombeo del tanque Santa Elena (Uva La Libertad). También se construyó un canal para la conducción e impulsión en la planta de tratamiento de La Cascada y 2,1 kilómetros de red primaria entraron en funcionamiento.

La caseta de bombeo, que permitirá invertir el flujo del agua, ya recibió concepto técnico favorable por parte de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales, dijo EPM.

La segunda etapa, que comenzó trabajos este mes, permitirá concluir el proyecto, mediante la construcción de 3,5 kilómetros de red de acueducto, válvulas y empalmes. Villa Turbay, Villatina, La Sierra y Villa Liliam serán los barrios beneficiados en esta fase. La obra, en su totalidad, impactará el consumo de los habitantes del centro-oriente de la ciudad.

La apuesta hace parte del Programa de Intervención Prioritaria de Aguas, que trabaja para fortalecer el sistema de acueducto del Valle de Aburrá, y representará una inversión que alcanza los $30.000 millones.

Su importancia

En marzo de 2020, cuando la pandemia llegaba a la ciudad, los habitantes del oriente de Medellín sufrían otro revés. Tras meses de sequías, la quebrada Santa Elena se había reducido a mínimos insospechados. Su nivel estaba tan bajo que podía cruzarse fácilmente sin que el agua pasara de los tobillos.

Pero eso no fue lo más grave. Para que la quebrada logre alimentar la planta de la que dependen 6.000 conexiones en 10 barrios del oriente de la ciudad, se necesita un caudal mínimo de 60 litros por segundo. En aquella época, con el sol ardiente e inclemente, el caudal se redujo a 39 litros por segundo.

Las consecuencias fueron dramáticas: interrupciones constantes del sistema de alcantarillado. Los habitantes de esa zona pasaban hasta 18 horas sin agua. “Toca madrugar más para dejar todo listo aunque los trastos quedan sucios”, declaró, en su momento, Yudiana Sepúlveda, habitante del barrio Ocho de Marzo.

Catorce meses después, Jesús Escobar, presidente de la Junta Administradora Local (JAL) de la comuna 9, Buenos Aires, recuerda que durante aquella crisis tuvieron que subir carrotanques y bidones de agua para abastecer a la población. Entonces, la Santa Elena puso sus vidas a pender de un hilo.

“Gracias a la voluntad política, se le está garantizando ahora el acceso al acueducto a la gente. Los lugares más complejos fueron los kilómetros 4 y 5, en donde no había acceso a ese servicio vital. Muchas veces no podían mandar a los hijos al colegio por esta razón”, dice Escobar.

María Altagracia García, presidenta de la JAL de la comuna 8, Villa Hermosa, también describe las afugias que esa zona ha afrontado cuando el caudal de la Santa Elena baja. “Aquí había una problemática: la parte alta del barrio Villa Liliam vivía en racionamiento casi todo el tiempo. Quitaban el servicio hasta dos días. El agua no alcanzaba a llegar”, cuenta.

Desde que comenzaron las obras para la interconexión al sistema de acueducto de La Cascada-Santa Elena, la incertidumbre que genera la escasez del líquido ha menguado. “Se han visto las mejoras. No vemos tanta sequía en puntos como Villa Liliam y La Sierra. Ahora hay agua. El carrotanque no viene tan seguido y la gente no está desesperada. ¡Es que el agua hace muchísima falta!”, expresa.

Pero ese desespero que describe García no se explica, únicamente, con las sequías de las fuentes de agua que suplen el consumo. Escobar, de la JAL de Buenos Aires, añade que a los altos de la comuna 9 están llegando migrantes y personas desplazadas para levantar casas. Dice que los que llegan no tienen sisbén ni acceso a la salud. Ello, complementa García, ha incrementado la demanda del servicio y, por tanto, su escasez, cuando llegan las épocas de sequía.

Otro frente

Abordadas las anteriores, Luis Felipe Henao, ministro de Vivienda, Ciudad y Territorio 2013-2016, expone que en el país hay otro problema que pone en jaque la cobertura del servicio de agua.

“En nuestras ciudades las fugas son enormes. No tenemos una gestión adecuada del sistema de acueducto. Casi que por cada dos litros de agua que salen de una fuente hídrica, al usuario final le llega uno, en el mejor de los casos”, sostiene.

En este sentido, según el exministro, más de la mitad del agua se pierde una vez está por fuera de la fuente, en los trayectos mediante los que esta busca llegar a los domicilios (ver Paréntesis). “Y hay puntos peores: para llevar 30 litros, se pierden 70 en el recorrido. Más de la mitad”, sentencia Henao.

En cuanto a las opciones frente a la sequía y el “estrés” de las fuentes de agua por las alzas en la demanda, este sugiere dos rutas: buscar otras fuentes hídricas o apostar por sistemas que suelen costarle más a las ciudades.

¿Cuales? “Hacer plantas de tratamiento de agua potable que permitan bombear agua de un lado a otro, y así llevar el recurso hídrico a las zonas con afugias”, responde.

Esta recomendación ya opera en el centro-oriente de Medellín. El proyecto de EPM permite que los barrios que registren bajas en la distribución del líquido sean suplidos por otros. Es decir, “si falta agua en Villatina o La Libertad, desde La Sierra se puede transportar y apoyar”, precisa García, de la JAL de Villa Hermosa.

“Ellos ubicaron tuberías en doble sentido. Eso permite bombear agua según las necesidades. Cuando no hay agua en un sector, se baja o sube desde otro”, detalla.

Pese a las preocupaciones, Escobar expresa que la calidad de vida mejorará con la conexión y que era una obra que estaban pidiendo hace tiempo: “Esto es, sin duda, un avance para las poblaciones que, por las dificultades, viven en una situación muy compleja de vulnerabilidad”.

Aunque son varios los favores que, hasta el momento, les ha permitido la Santa Elena, los habitantes del centro-oriente de la ciudad esperan no depender más de su cauce cambiante