Las laderas de la Comuna 8 están en venta: combos cobran lotes entre $5 y $70 millones
“Los muchachos” se encargan de separar la tierra, rozarla y venderla. Se están tragando Jardín Circunvalar de la comuna 8.
FOTO CAMILO SUÁREZ
Comunicador Social-Periodista de la UPB. Redactor del Área Metro de El Colombiano.
En las partes altas de la comuna 8 (Villa Hermosa) hay un tema vedado. Aunque todos saben cómo es la vuelta, nadie alza la voz; al contrario, la gente mira al suelo y habla con desgano. La tierra, cada uno de sus pedazos, está en venta. La más cercana a la carretera cuesta cinco millones de pesos, medida al ojo, y su precio se va reduciendo conforme se sube la montaña. Aunque a un señor lo llevaron hasta la parte más alta y le señalaron un lote: 70 millones de pesos, le dijeron.
Lo anterior no es una revelación, pero sí un tema que ha pasado más desapercibido de lo que debería. Es cierto que buena parte de Medellín se construyó de manera irregular, con barrios de invasión, pero lo que sucede en la comuna 8 tiene muchas aristas. Detrás hay un aparato criminal que se apodera de la tierra, la roza, y luego la pone en venta. Del otro lado está el déficit de vivienda, la pobreza y el desplazamiento. Nada nuevo, es cierto, pero hay que mirar en detalle para entender la complejidad del problema.
Con temor, varios habitantes de la comuna centro y nororiental se refirieron a lo que pasa. Aunque llevan años trabajando por las comunidades, están con los brazos amarrados, sin posibilidad de acción. “Me mantienen vigilado. Ven con quién ando, con quién hablo. Todos sabemos lo que pasa, pero no podemos denunciar y la Alcaldía tampoco opera”, comentó uno de los líderes, que se rehusó a hacer un recorrido por la comuna 8. “No quiero aparecer con varios tiros y por ahí tirado”.
Otro habitante dijo que la pandemia fue el detonante. En el país, según el Dane, 3,5 millones de personas cayeron en la pobreza entre 2019 y 2020. En el Valle de Aburrá fueron 334.415 las personas que se situaron por debajo de la línea de la pobreza monetaria. Muchos se quedaron sin cómo pagar arriendo y optaron por tomar la tierra, sin importar quién fuera el dueño, porque la necesidad era más grande.
En lo más alto de la comuna 8, junto al cerro Pan de Azúcar, está el Jardín Circunvalar, una de las obras bandera de la administración de Aníbal Gaviria. Es un parque con miradores, senderos y parques infantiles. La idea, además de brindar espacio público a las personas de los barrios más altos, pretendía frenar la expansión urbana hacia la montaña.
Esta obra estuvo enmarcada dentro del proyecto Cinturón Verde, que delimitó el borde de la ciudad. No solo se pensó en la comuna 8, sino en toda la línea superior oriental y occidental. El proyecto se quedó en su primera etapa, que fue el Jardín Circunvalar, y las alcaldías de Federico Gutiérrez y Daniel Quintero no lo continuaron. Basta hacer un recorrido por el sector para ver las consecuencias.
En el barrio Sol de Oriente el viento es mucho más fresco que en la parte baja del valle. Esto tiene que ver con la altitud, que está cerca a los 2.000 metros sobre el nivel del mar, pero también con la vegetación, que es abundante. Hay una mujer que trabaja en la única huerta que está intacta. Cuando se construyó el jardín se entregaron ocho huertas para las comunidades. Hoy, donde crecían la cebolla, el brócoli y el cilantro, hay decenas de ranchos de tablas y materiales, que están conectados con cables piratas al alumbrado público y de los que sale el hollín de fogones de leña.
La mujer que trabaja la huerta dice que a veces le dan ganas de tumbar los cultivos y armar un rancho. “Yo quisiera hacer como todos los demás, que levantaron sus casas, pero es que yo vivo de esto”, comenta, señalando un palo de limones, y pregunta: “¿Si yo construyo una casa me la tumban, no? Dígame, que yo quiero tener casa”.
Muchos en esa comuna saben que lo que todo el mundo sabe y nadie quiere decir. Los terrenos arriba del Jardín Circunvalar también los están loteando. Cuentan que a un hombre adinerado, lo llevaron hasta la parte alta, donde le mostraron un lote enorme, pero muy pendiente. Le dijeron que estaba delimitado y le pidieron 70 millones de pesos.
Personas de la comuna 8 cuenta que esta situación se ha puesto de manifiesto varias veces ante la Alcaldía, pero no ha habido una respuesta contundente. Entiende que no es posible controlar una zona tan grande las 24 horas, pero sí exige, al menos, que se preste más atención a lo que pasa: ““Estamos atrapados, no podemos hacer nada. No podemos hacer públicas las denuncias, porque nos matan”.
Varias personas de la 8 han hecho un estudio del “mercado” de estos terrenos. Así se enteraron de que los lotes más cercanos a las vías principales tienen un costo de cinco millones de pesos. Los que están más arriba, que además suelen ser los más empinados y en zonas de riesgo, oscilan entre dos y tres millones de pesos.
El negocio lo controlan “los muchachos de la vuelta”. Si alguien necesita un pedazo para asentarse, ellos lo gestionan, lo rozan y lo entregan con una promesa de compraventa. “Todos sabemos quién tiene este negocio, pero, como se dice, al miedo no le pusieron pantalones, entonces es mejor no meterse con ellos, no atreverse a hablar para no aparecer por ahí con dos o tres tiros o con la familia muerta. Hay que hacerse el de la vista gorda”, cuentan en el barrio.
Además de la promesa de compraventa, los nuevos “propietarios” reciben una serie de indicaciones para llevar a buen puerto la construcción de la casa o el rancho. La primera regla es no revelar cuánto costó el lote, es más, muchas veces se le dice al comprador que no diga siquiera que lo ha comprado. Por eso, cuando a algunos se les pregunta por cuánto pagaron, responden con asombro, como si no esperaran la pregunta, que se han metido ahí sin permiso de nadie, de manera autónoma.
La segunda indicación tiene que ver con la construcción. Los “propietarios” deben levantar la casa en la noche, preferiblemente en una sola jornada. Lo mejor es poner una tela que circunde el espacio para que no se vea desde afuera. Entonces hay que formar un convite, a veces auspiciado por los mismos “muchachos de la vuelta”. En el día, a la vista de todos, suben los bultos de cemento y todos los materiales necesarios.
El poder detrás
Habitantes de la comuna 8 dicen que, aunque siempre ha habido loteo, el negocio comenzó de verdad después de la pandemia, cuando los combos se dieron cuenta del lucrativo negocio que no estaban explotando a plenitud.
En esa zona de la ciudad hay varios Grupos Delictivos Organizados (GDO) que se articulan a través de combos locales, financiados principalmente por el microtráfico y las extorsiones. Son tres los GDO que controlan la zona: La Sierra, Caicedo y La Terraza. Ya no son los ochenta ni los noventa, cuando se libraban guerras intestinas en los barrios; ahora la prioridad es mantener una relativa calma que permita que los negocios prosperen.
Los GDO están subdivididos en combos como Villa Turbay, Villatina, San Antonio, 13 de Noviembre, 8 de Marzo y Los Conejos. Estos últimos, señala el exsecretario de Seguridad de Medellín Andrés Tobón, están especialmente dedicados al loteo: “No es que haya grupos dedicados exclusivamente al loteo, sino que esta es una renta adicional (...) Ellos toman predios en su mayoría públicos, pero también privados, y engañan a las personas. Hay casos en que varias personas han comprado un mismo lote”.
Los combos, además de las rentas, controlan las dinámicas de los barrios. Saben quién entra y quién sale, definen quién pone una tienda y qué productos vender. El loteo, además de brindar un lucro, da la posibilidad de hacer control social.
Aunque Tobón dice que durante la alcaldía de Federico Gutiérrez se controló la expansión de las construcciones irregulares en la ladera, las fotos satelitales muestran que ha habido un crecimiento constante desde hace más de una década. Y no solo pasa en la comuna 8, sino entre la comuna 13 y Robledo, en las orillas de la vía al mar; o en Nueva Jerusalén, en la frontera occidental entre Medellín y Bello. Una foto de 2008 muestra que ese barrio no existía en ese entonces (ver foto comparativa).
Pero lo de la comuna 8 es dramático por la cercanía del cerro Pan de Azúcar. Juliana Cardona, docente de Ciencias y Biotecnología del CES, explica que este es un corredor de fauna vertebrada e invertebrada que, junto al Picacho, sirve como trampolín para esa fauna. Además, tiene ecosistemas ricos en mariposas e insectos y le brinda hogar al zorro perruno. “La biodiversidad de allí es absolutamente única, que le presta servicios a la ciudad como la captura del material particulado. El cerro nos brinda desde agua hasta aire limpio”.
Aunque consultamos a la Alcaldía de Medellín sobre las construcciones irregulares, no hubo respuesta al cierre de esta edición. En una comunicación anterior, la administración precisó que hasta 2022 había 200 funcionarios encargados de vigilar y prevenir que se sigan levantando casas e invadiendo predios. Entre 2020 y el año pasado se habían removido 847 ranchos, equivalentes a 16.798 metros cuadrados.
Es evidente que todo esfuerzo es exiguo ante la maquinaria criminal, la pobreza y las amenazas de muerte que hay detrás del loteo de las montañas de Medellín.