Antioquia

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Algunas iglesias icónicas en Medellín requieren mantenimiento. Con los aportes de la comunidad sobreviven.

Periodista del Área Metro. Me interesa la memoria histórica, los temas culturales y los relatos que sean un punto de encuentro con la ciudad en la que vivo, las personas que la habitan y las historias que reservan.

23 de septiembre de 2018

Hace 20 años que las campanas no suenan en la Parroquia El Calvario. Las humedades, el moho y los hongos han ocupado las paredes, las canoas rebosan de hojas y algunos fragmentos de adobe han comenzado a desprenderse de la fachada. La maleza empieza a dejar su rastro entre los rincones y esquinas de un templo que es, en sí mismo, una plegaria que implora mantenimiento.

Durante tres décadas, los sacerdotes que han arribado a esta iglesia, ubicada en el barrio Campo Valdés de la comuna 4 de Medellín, han librado la batalla contra el deterioro a través de cuidados paliativos o pequeños mantenimientos.

Pero la Parroquia El Calvario, erigida el 24 de diciembre de 1941, necesita una intervención de fondo que incluye aspectos como el tratamiento de la espadaña y el cambio completo de la cubierta.

El problema mayor es de recursos económicos, porque aunque las iglesias sean propiedad de la Arquidiócesis de Medellín son los sacerdotes de cada lugar y los habitantes de sus barrios quienes aportan el dinero para su construcción y mantenimiento.

Hoy, ante la falta de apoyo y de plata, los feligreses asisten a la iglesia en medio de las cascadas de agua que se filtran en su interior cuando llueve.

“Hemos visto gente con sombrillas dentro del templo”, dice el presbítero Freddy Alexander Bustamante, párroco del templo, quien agrega que la estructura tiene gran valor para quienes han crecido al pie de El Calvario.

“Los templos que están en las ciudades son construidos por la comunidad. Algunos se han demorado toda una vida, como hay otros que se construyen en tres años. La plata sale es de la gente”.

Bustamante dice que una de las principales dificultades, además del alto costo de las reparaciones, es que la iglesia sea Bien de Interés Cultural (BIC) de orden nacional. La solicitud de permisos para su intervención es engorrosa.

Para recolectar el dinero que no tiene, el sacerdote ha realizado rifas, almuerzos, bazares y hasta paseos con los parroquianos. Pero es constante la sensación de desamparo, como un rezo ahogado por el desinterés de las autoridades locales. “Es un templo que está en deterioro todos los días. Es como ver morir a un ser querido”.

A todas les urge una mano

“Si usted va por todas las iglesias, no le podría decir que exista alguna a la que no haya nada que hacerle”, cuenta Silvia Patiño, arquitecta de la Arquidiócesis de Medellín.

Los templos grandes, dice, son los que más sufren. En muchos casos, las palomas hacen sus nidos en bajantes y desagües, que luego se atascan y producen humedades.

No existe en la Curia un consolidado de cuáles son las iglesias con mayor desgaste en Medellín, pero algunos templos sí presentan deterioro grave o requieren de un mantenimiento más continuo.

“La Iglesia de La Candelaria, en el Centro, en un año está como si llevara ocho sin pintar”, añade la arquitecta.

La parroquia de San José Centro, construida el 9 de julio de 1931 y ubicada en la Oriental con Ayacucho, está siendo perjudicada por la contaminación del sector.

“Esa esquina es una de las más contaminadas de Medellín. El ácido sulfúrico que sueltan los carros ha dañado la superficie del ladrillo, que está erosionada, se ve de color negro y absorbe humedad”, explica Patiño.

En la Iglesia de la Veracruz, dice la arquitecta, las paredes también han comenzado a tomar una coloración verdosa, una señal de que en su estructura hay filtraciones de agua.

Al margen de la carrera Carabobo sobrevive la Iglesia Jesús Nazareno. La fachada que pervive, del lado de la Ermita de Los Claretianos, ha perdido la contienda contra las telarañas, los grafitis y el musgo.

No se ha podido restaurar, añade Silvia, y con la ampliación de Carabobo el porche de la Iglesia fue derribado y mutilado, pero quedaron las cicatrices sin tratar. “Ahora tiene más plantas que el Jardín Botánico”, dice.

El templo fue construido en 1895 por la Curia diocesana y adquirida, en 1925, por los monjes Claretianos.

El presbítero Luis Alberto Vivanco Sotelo, párroco de jesús Nazareno, comenta que la estructura interna del templo está bien conservada, por lo que el problema actual es la fachada de la Ermita, que por tratarse de un bien patrimonial exige de permisos especiales ante las autoridades.

“Hemos llamado y nos están diciendo que están atendiendo otros lugares. El Comité de Patrimonio todavía no nos ha dado respuesta”, indica el sacerdote.

La junta encargada en la Curia de estudiar las construcciones de nuevos templos y el mantenimiento o las reformas de las parroquias ya existentes es la Comisión de Arte y Arquitectura de la Arquidiócesis de Medellín.

El padre Daniel Meneses, secretario de la comisión, afirma que las intervenciones que se realicen en las iglesias de Medellín deben ser aprobadas por esta junta, conformada por sacerdotes nombrados por el arzobispo, un delegado de la liturgia de arte y reformas, un secretario, seis arquitectos, una ingeniera y dos asesores.

“La Comisión existe para llevar un control de las reformas y la construcción. No tiene ninguna función económica, simplemente de aconsejar y mostrarle al padre qué es lo que debe hacer”, apunta.

El secretario ratifica que, si bien tuvieron un primer acercamiento al tema, aún no existe una lista de las parroquias que tienen deterioro. En las próximas semanas, explica Meneses, tienen una reunión con la administración municipal para elaborar este registro.

“Las iglesias siempre necesitan mantenimiento. Si usted descuida una gotera en un templo, después puede dañarse la pared. Todo es con la gestión de la comunidad y a la comunidad la mueve un buen sacerdote”, concluye Patiño.

Ser BIC no es una carga

De los 403 Bienes de Interés Cultural que hoy tiene Medellín, 18 de ellos son iglesias: 7 son BIC de ámbito nacional y 11 de orden municipal. Algunos de estos templos, Patrimonio nacional como Jesús Nazareno, El Calvario o el Sagrado Corazón de Jesús en Barrio Triste, están urgidos de mantenimiento y atención.

Evelyn Patiño, coordinadora de Patrimonio de Planeación Municipal de Medellín, explica que el Estado no puede destinar recursos económicos en estos templos porque se trata de bienes privados que son propiedad de la Curia.

“Todos los bienes patrimoniales deberían ser del Estado, para poder invertir en ellos. Solamente se puede intervenir en espacio público”, explica.

De acuerdo con Patiño, existe el falso imaginario de que el patrimonio es una especie de carga que no puede tocarse o intervenirse, cuando en realidad “el patrimonio es un reconocimiento al valor histórico, estético y físico para la ciudad”.

Agrega, además, que los BIC cuentan con la posibilidad de acceder a asistencia técnica gratuita y que, de ser necesaria la presentación de un proyecto para realizar una reforma en estos templos, los trámites no son engorrosos y únicamente velan por la protección del patrimonio.

En el caso de El Calvario, la coordinadora manifiesta que le proporcionaron asistencia técnica a la parroquia y le indicaron al párroco los estudios que debía realizar. De Jesús Nazareno, en cambio, no han recibido ninguna solicitud.

La iglesia me vio crecer

Alberto Zapata hizo su primera comunión en la Iglesia El Calvario, en ese mismo barrio que vio nacer y crecer a su familia. En eventos como las fiestas patronales, cuenta Zapata, han ido sumando dinero para reconstruir el techo de una parroquia que aún se sostiene, a pesar de las adversidades del tiempo.

“¿Qué está pasando ahora? Que todo lo que se le ha hecho ha sido por la misma comunidad. El padre ha sido muy entusiasta, por eso todo el mundo se ha mandado la mano al bolsillo”, dice.

Mientras allí siguen juntando ofrendas y diezmos para reparar el templo, la fachada de El Calvario se va llenando de grafitis y de los nombres de los enamorados que fijan, con pintura, las marcas sobre las puertas.

“Hace poquito sufrió un ataque vandálico”, cuenta el párroco Freddy, “le escribieron grafitis en la fachada y nadie dice nada. Es una cosa terrible, donde uno va descubriendo que estas obras están destinadas a morirse”.