El Cementerio Universal renace al desentrañar su pasado más oscuro
La Alcaldía de Medellín tiene un plan para darle otro significado al cementerio. La verdad es el centro del proyecto.
Comunicador Social-Periodista de la UPB. Redactor del Área Metro de El Colombiano.
El Jardín Cementerio Universal es un enfermo en agonía. O, mejor, un cadáver que espera, paciente, el milagro de la resurrección. Sus bóvedas, olvidadas hace décadas, se resquebrajan bajo el sol. Las grietas de los cenizarios se asemejan a las livideces que van apareciendo sobre un cadáver. Aun así, desolado, acompañado por un viento fúnebre, mantiene un halo de dignidad: parece que por fin llegó el momento de su resurrección.
Su redención comenzó hace algunos años, cuando la ciudad, apenada por lo ocurrido, volteó a mirar hacia el Universal, el único cementerio público de Medellín. La suerte ha cambiado para la necrópolis, llamada durante décadas, con desdén, “el cementerio de los pobres”. En febrero pasado, la Alcaldía de Medellín anunció la inclusión del camposanto en la Red Colombiana de Lugares de Memoria, una iniciativa nacional que busca la construcción de memoria sobre el conflicto armado y la violencia sociopolítica. La idea, en últimas, es reconocer a las víctimas y garantizar la no repetición.
Según las cuentas de la Alcaldía, en el Universal hay 906 cuerpos sin identificar. Casi todos son de víctimas del conflicto armado, desplazados por la violencia y personas fallecidas que no fueron reclamadas en Medicina Legal. “Elevamos el presupuesto del Universal a más de $2.000 millones. Es decir, un 150 % de lo que tenía en 2019. Con ello haremos una ruta para resignificar el cementerio. La semana pasada celebramos el primer encuentro de memoria, que realizaremos cada mes”, indica Diego Herrera, subsecretario de Derechos Humanos de Medellín.
En ese trabajo de “resignificar” el cementerio, como dice Herrera, se está organizando la información de los cuerpos allí inhumados y de las personas reportadas como desaparecidas. Cuando llegaron, dice, los datos estaban dispersos, lo que complicaba la búsqueda de desaparecidos que podrían estar bajo los suelos del Universal. “Estamos organizando los archivos para que podamos identificar el universo de víctimas de desaparición forzada. Esto se hace para que se pueda cruzar con la información de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP)”, precisa el subsecretario.
El presupuesto, además, se está utilizando para reparar la infraestructura del Universal. Algunos mausoleos están derrotados por el paso de las décadas, las lluvias persistentes y el sol sempiterno que, sin tregua, ha lacerado al cadavérico Universal. También se ha mejorado la seguridad. Se redobló la guardia y se instalaron 15 cámaras para monitorear que nadie ingrese de manera ilegal.
Mirada al pasado
La historia del Universal está llena de contrasentidos, sabores amargos y tristezas. El historiador Diego Bernal, quien además es miembro de la Red Iberoamericana de Cementerios Patrimoniales, explica que la génesis del Universal tiene sus raíces en el siglo XIX. “En 1887, con el concordato, se entregó el monopolio de la sepultura a la Iglesia. Fuera o no católico el muerto, esa institución decidía quién podía ser inhumada en un camposanto y quién no”, explica Bernal.
Por eso, en las ciudades aparecieron muladares, terrenos baldíos en los que arrojaban cadáveres de prostitutas, suicidas o ateos. Pero llegado el nuevo siglo florecieron ideas de corte liberal y humanista. No era justo, decían, que esas personas no pudieran reposar eternamente en un lugar digno. En 1930, con el gobierno del liberal Enrique Olaya Herrera, se llegó a un acuerdo para que la Iglesia donara terrenos en los que podrían ser inhumados los laicos y personas no católicas en general.
Sin embargo, el asunto no fue tan fácil. Entre Iglesia y Estado comenzó un tire y afloje por el terreno y la bendición de la tierra. “Después del alegato, en 1933 se puso la primera piedra del Universal”, relata el historiador.
Luis Alfonso Rendón, en su tesis para la Facultad de Ciencias Humanas de la U de A, expresa que en 1934 se abrió el concurso para la creación del cementerio municipal, en el que todos tendrían lugar. El concurso lo ganó Pedro Nel Gómez, quien diseñó un cementerio ambicioso, con portales barrocos y amplios jardines. Pero en 1951, el alcalde de la ciudad, Luis Peláez, pidió al arquitecto que le entregara los planos del cementerio. Para ello le dio un plazo perentorio de tres meses.
Pedro Nel, comenta Rendón, entregó los planos el 15 de diciembre de 1951. Con ello, el Universal sentenció su futuro. “La gran necrópolis de Medellín nunca pudo pelechar. Se convirtió en un cementerio desordenado, que no avanzó; cuando Medellín creció, de manera desordenada, allí comenzaron a enviarse los cuerpos de las personas no identificadas”, explica Bernal.
Pablo Montoya, autor de La sombra de Orión, novela centrada en la Operación Orión y la desaparición forzada en la ciudad, comenta que, en la peor época de la violencia urbana, entre los 80 y 90, llegaron muchos cuerpos de desaparecidos al Universal. “Es fundamental enfrentar esa historia turbulenta, conocerla. El cementerio estuvo muy olvidado, pero está retomando su lugar desde el Acuerdo de Paz. La ciudadanía debe conocer este lugar doloroso para pasar la página de la violencia. A Medellín le hace falta hacer ese reconocimiento y saber qué pasó”, dice Montoya.
Esa versión escabrosa, de los días más oscuros de Medellín, es confirmada por Rafael Barrientos, sepulturero del Universal entre 1991 y 2003. El hombre relata que vivió la última etapa de la guerra contra Pablo Escobar. En ese momento, recuerda, el Universal estaba “caído”. “En un diciembre enterramos a 40 personas en un solo día. Yo, para ayudar a los familiares de personas desaparecidas, levanté unos mapas en los que apunté donde enterramos a cada muerto. Así ayudé a varias familias a encontrar a sus fallecidos. Lo hice en las noches, trasnochando hasta las 3 de la mañana o sacrificando la hora del almuerzo”, comenta el exsepulturero.
Voz de las víctimas
Margarita Restrepo es líder de “Mujeres Caminando por la Verdad”, una organización que busca conocer qué pasó con los desaparecidos en Medellín. Su hija, Carol Vanesa, desapareció el 25 de octubre de 2002, en el marco de la Operación Orión. Carol Vanesa tenía 17 años y, como cuenta su madre, había sido amenazada por la fuerza pública. La señalaron de ser “la hija de la guerrillera”. “Me decían guerrillera por ser una líder social. Necesito que el Estado limpie mi imagen porque yo no era eso”, señala.
Para Margarita, el Universal juega un papel muy importante en la búsqueda de desaparecidos. “Allí puede haber personas de la Comuna 13, como mi hija. Lastimosamente no ha habido continuidad en las administraciones. No se ha hecho un listado que quede consolidado de las personas enterradas. Las búsquedas de desaparecidos deben continuar”, complementa.
Con eso en mente, la JEP decretó medidas cautelares de carácter preventivo sobre el Jardín Cementerio Universal de Medellín, a través del Auto 110 de 2020. Con ello se prohibieron las inhumaciones, exhumaciones o traslados de restos en siete zonas del cementerio. Allí, presume la JEP, podrían estar los cuerpos de 120 personas dadas por desaparecidas, en especial de la Comuna 13.
Esas zonas están hoy cercadas y no pueden tocarse. Incluso, un funcionario de la JEP debe inspeccionar cuando se corta el césped.
Luz Elena Galeano, vocera de la Mesa departamental sobre desaparición forzada, considera que las medidas de la JEP son importantes para restablecer los derechos de los desaparecidos en Antioquia. “Está bien que se convierta en un lugar de memoria. Esto le compete tanto a la institucionalidad como a la sociedad civil. Debe haber un diálogo entre las instituciones para que se avance en las investigaciones. Por otro lado, a la alcaldía actual le tocó asumir lo que no asumió la anterior. No hubo voluntad política. A nosotros no nos escucharon hasta que la JEP hizo la audiencia pública en 2019”, relata Luz Elena.
El papel de la alcaldía consiste en acompañar a las familias de desaparecidos y hacer el puente entre instituciones, pero la identificación de los cuerpos recae sobre la Fiscalía.
El Universal, por ahora, parece un enfermo que, de milagro, se recupera de la agonía. O un cuerpo yerto que, olvidado por muchos años, retornara a la vida al ser recordad