“La universidad debe tender puentes, pero también hablar sin temores”: Rector de la universidad EIA
Carlos Londoño, rector saliente de la EIA, habla de su gestión, los retos de la educación superior y el rol de la academia en medio de la crisis institucional en Medellín.
Soy periodista porque es la forma que encontré para enseñarle a mi hija que todos los días hay historias que valen la pena escuchar y contar.
Luego de 26 años liderando los pasos de la Universidad EIA, el rector Carlos Felipe Londoño Álvarez entregará el cargo en agosto. Deja un legado fundamental en la institución, a la cual llegó en 1983 de la mano de uno de los fundadores, Lucio Chiquito Caicedo, quien le confió la cátedra en Obras Hidráulicas.
En 1986 asumió la decanatura y 10 años despúes, en 1996, le ofrecieron dirigir la institución tras la muerte del entonces rector Alberto Quevedo. En ese momento, Londoño se debatía entre aceptar esa misión o sacar adelante su firma de ingeniería; fue su hija de 8 años quien lo sacó del predicamento y le señaló que era en la Escuela donde su trabajo ayudaría a una mayor cantidad de personas.
Desde entonces lideró la transformación de la naciente escuela hacia una universidad emblema a nivel nacional. Dialogamos con el rector y extrajimos estas reflexiones sobre su gestión, el futuro de la educación superior y la crisis institucional en Medellín.
¿Cuáles fueron los momentos decisivos durante su gestión en estos 26 años?
“Podemos hablar de varios momentos críticos y cómo los asumió la institución. A finales del siglo XX, con el país sumido en violencia y desesperanza, le planteé al consejo superior el reto de expandir nuestra infraestructura y desarrollar nuestra oferta: grupos de investigación, ampliar la base de profesores, entablar convenios. La escuela y el país en general atravesaban por una incertidumbre económica y hablar de un plan de proyección a 10, 15 años sonaba paradójico, pero lo asumimos.
El otro momento crítico fue entre 2008 y 2009. En plena crisis financiera mundial, estrenamos nuevo campus y nos sumergimos al reto de la acreditación, que demandó un gran esfuerzo. Estábamos creando programas disruptivos, como las ingenierías biomédica y mecatrónica. De esa filosofía de convergencia e integralidad de saberes logramos progresivamente crear nuestras tres escuelas: Ingeniería y Ciencias Básicas, Ciencias de la Vida y Ciencias Económicas y Administrativas”.
Entre los logros más recientes, ¿cuáles destaca?
“Hoy tenemos hitos como el programa de Medicina en alianza con el Pablo Tobón, que se desmarca de otros porque, contrario a lo usual, el hospital es partícipe del planteamiento y orientación del programa y no simplemente un receptor de médicos en su última etapa de formación.
Nuestro rigor académico se refleja en el primer lugar de Saber Pro en Antioquia y entre los cuatro puestos del país. Nuestro compromiso con la sociedad se refleja en nuestro Centro de Pensamiento y en la creación y liderazgo hace 20 años del G8. Con todo este recorrido logramos en 2020 asumir la crisis de la pandemia. Fuimos referente en el país e, incluso, en el ámbito internacional en adaptarnos y recuperar la presencialidad”.
Con el rol de la educación superior en entredicho y la apatía de la población joven por ingresar a la universidad, ¿cuál camino tomar?
“Nadie tiene la llave para abrir la caja fuerte de ese interrogante. Hay que reconocer que es un problema grave. Lo primero es que hay una realidad demográfica irrefutable y es que la población joven, entre 16 y 24 años, en Colombia y el mundo está decreciendo. Ante esto lo que tenemos que hacer para seguir creciendo es lograr unos altísimos niveles de cobertura, pero esto implica que desde el Estado se orienten enormes esfuerzos para reducir la deserción escolar en la educación media y también que el sector empresarial se vincule más, porque es un error que crean que no es un problema que los afecte.
Y, desde otra mirada, pienso que todos los actores de la sociedad: familia, educación básica y Estado tienen que reflexionar sobre la formación del individuo. Un joven puede pensar que no necesita pasar por una universidad para generar recursos, pero ¿qué va a aportar humanística y socialmente? ¿Cómo logra la universidad que ese joven aporte a estas dos dimensiones?
Estamos ante un reto universal. En mayo de este año habrá una conferencia mundial de la educación superior de la Unesco al que asisten los gobernantes. Yo voy a tener la oportunidad de asistir. Solo se ha organizado en dos ocasiones: en 1998 y en 2009. Fueron eventos transformadores de la educación superior que replantearon el papel de la universidad a la luz de los cambios del mundo y de la globalización. Esperamos que este también arroje el camino a seguir”.
Las universidades del G8, con vocerías como la suya, le propusieron al alcalde Daniel Quintero hace meses mediar en la crisis institucional y la confrontación con el empresariado, ¿hubo respuesta a esta propuesta?
“Desafortunadamente no hemos tenido eco. Recuerdo que tras la propuesta recibimos comentarios de que éramos unos ilusos por creer que nos iba a hacer caso. No es que seamos ingenuos, es que la academia nunca puede desistir y arrodillarse a dar por hecho cosas de antemano. Entonces, nuestra propuesta no tiene fecha de vencimiento; la universidad debe tender puentes, pero también hablar sin temores, de forma clara y respetuosa, ante cualquier gobernante, sin importar el partido o la ideología. Y ese deber lo hemos hecho en la EIA con nuestro Centro de Pensamiento, manifestándonos con rigor sobre los temas más álgidos.
Esta semana, por ejemplo, volvimos a pronunciarnos sobre la amenaza que significa el cambio de contratista en Hidroituango. Porque mientras muchos hablan y especulan, la realidad es que el Cauca sigue corriendo cada segundo por donde no debería y esto implica un riesgo inmenso. Y ante esto no podemos quedarnos callados. El alcalde dice que nos manifestamos enfáticamente porque algunas universidades no lo quieren. Se equivoca: esto no es de querer o no, es de aportar al debate con rigor. Pero hoy creo que hay una ruptura muy grande porque no veo el más mínimo interés y como respuesta solo recibimos silencio. Pero siempre el puente estará abierto para que esas orillas se unan”