El sabor dulce y el precio amargo de la panela
En los trapiches y cañaduzales de Angostura se retrata el drama de este sector económico del que viven aproximadamente 35 mil familias en Antioquia.
E n los más de cien años de tradición que tiene la panela para su familia, el dulce nunca fue tan amargo como ahora para Rigoberto Calle: antes, codueño de un predio de más de 15 hectáreas de caña en el que les pagaba jornales a 40 personas, y hoy, convertido en un productor más, endeudado con el banco y viendo cómo lentamente a su trapiche se lo traga la quiebra, los malos tiempos.
No son los mejores días para su negocio. Residente en la vereda Mata Blanco, de Angostura, donde hay un trapiche cada 300 metros, Rigoberto dice que su padre, Israel Calle, lo metió en los cañaduzales desde que tenía diez años y así lo enamoró de un negocio del que nunca quiso salir.
-Este trapiche (que se llama como la vereda) estoy seguro de que tiene más de cien años. Por estos cañaduzales andaba el padre Marianito (declarado beato en 2000 por el Papa Juan Pablo II) visitando a los pobres y echando bendiciones, y tal vez esas bendiciones son las que lo tienen en pie-, comenta este campesino de sesenta años, sin un plan retorno para cambiar de actividad, pues nunca cultivó algo distinto a la caña ni laboró en un lugar diferente al trapiche. Creció entre el olor a dulce.
Era muy difícil, por demás, dedicarse en Angostura a algo distinto, el clima frío en las noches y caliente durante el día facilitó que las matas de caña crecieran entre las montañas casi que de manera silvestre, sin necesidad de fertilizantes. La panela salía pulpita. Pero los tiempos cambiaron en algunas cosas.
-En el año 77, yo me acuerdo que uno trabajaba desde las seis (a.m.) hasta las cinco de la tarde y ganaba bien, pero hoy en día si acaso vamos hasta las tres. Había prosperidad, mi padre murió en este negocio. Yo seguí la tradición, pero ahora tengo una deuda de $10 millones con el banco y no he podido pagar las últimas cuotas. Este negocio está en caída-, asegura. Cruza los brazos en señal de que no sabe ni qué hacer para cambiar el destino.
Su preocupación es la misma de los 11.437 habitantes de Angostura, donde el 90 % de la población se dedica al negocio de la panela y el 10 % restante se lucra del dinero que estos ganan con su actividad.
-Si ellos están mal, el impacto se siente en el 99 % del pueblo, porque son los que mueven las ventas, el comercio, del turismo, de todo-, afirma Janeth Atehortúa, propietaria de un restaurante en el parque del pueblo donde hay sembradas 1.700 hectáreas de caña con las que se producen 1.470 toneladas de panela al mes, en 227 trapiches.
-A Antioquia la panela llegó con la conquista. Los barcos que venían de Europa traían miel de caña, que ya se producía en la India, para alimentar a los esclavos; la caña entró por Perú, pasó a Colombia y siguió a Costa Rica y Estados Unidos-, cuenta Carlos Rodríguez Varela, secretario de Agricultura de Angostura y estudioso del tema panelero.
Sobran 200 mil toneladas
Hace tres semanas en diferentes regiones del país se organizaron unas jornadas llamadas Panelatón, en las cuales el cliente pagaba un kilo y a cambio recibía dos o tres (ver Paréntesis). Esta actividad, si bien puso felices a amas de casa y tenderos que aprovecharon para surtir sus negocios barriales, evidenció que algo andaba mal si los productores tienen casi que “regalar” parte de su producido.
-Hay una caída de los precios, en parte, porque no tiene buenas calidades para exportarla, pero más que todo porque no hemos abierto mercado internacional-, afirma Wilson Alberto Cárdenas, presidente de la Asociación de Paneleros de Angostura, Asopango, que reúne a 60 socios activos de 226 trapiches.
Según el Sistema de Información Panelero, Sipa, el año pasado en el país había un excedente de 200.000 toneladas del producto, lo que motivó a la Federación de Paneleros, Fedepanela, a pedirle al Gobierno Nacional no incluir la caña panelera en los programas de sustitución de cultivos, para no inundar más el mercado.
Esa sobreoferta ha precipitado una caída en los precios, que es lo que tiene en la quiebra a muchos productores.
En el país, según Rodríguez Varela, se producen 1’250.000 toneladas de panela al año en 24.700 trapiches artesanales. El gerente de Fedepanela, Carlos Fernando Mayorga, afirma que la producción puede estar en el millón de toneladas.
Pero de ese total, el último año solo se exportaron 11.000 toneladas y la proyección para 2020 está en 14.000, un aumento aún bajo como para echar las campanas al viento, pues frente a 200.000 toneladas de excedente, esas 14 mil son “una golondrina que no hace verano”.
Lamento en el cañaduzal
En Angostura y en más de 75 poblaciones antioqueñas donde se cultiva caña, ver campesinos cortando es señal de que habrá molienda (producción de panela en trapiche). Así se observa a Argiro Ochoa (55 años) metido entre cañaduzales. Mientras por su rostro baja el sudor a chorros, el hombre deja oír su lamento.
-En este momento no les aconsejaría a mis hijos que se dediquen a esto, porque ya no da nada, prefiero que se vayan a Medellín-, afirma. Dice que en Angostura, donde se celebran cada año las fiestas de la panela, ahora deberían llamarse “las de la amargura”.
La cadena de la panela incluye el que cultiva la caña, el que la corta, los arrieros que la transportan a los trapiches y los que llevan la panela a los puntos de venta.
-Los trapiches son negocios familiares, donde trabajan hijos y esposas y esas son cosas que no se incluyen en los costos de producción-, advierte el gerente de Fedepanela, quien admite que es necesario abrir mercados y diversificar el producto, porque uno de los factores de la crisis es la caída del consumo en los hogares.
Según esta entidad, el consumo per cápita varía entre los 19 y los 22 kilos por persona al año, cuando hace 15 era de 32 kilos. En los últimos años el consumo ha bajado 20 %. Sobre todo la población más joven, que toma bebidas energizantes y otros productos, ha dejado de beber aguapanela. Aún así, los cultivos no paran.
Antioquia registra 38.239 hectáreas sembradas de caña, de las que hay en producción 36.273 ha, con un rendimiento promedio por unidad de área de 4,26 toneladas, para un volumen de producción de panela de 161.216 toneladas/año, según Fedepanela.
El secretario de Agricultura de Antioquia, Rodolfo Correa Vargas, sostiene que en el departamento 35.000 familias viven de este producto (en el país son 350.000 familias).
-Hoy nuestros paneleros, desde que producen están condenados a perder, porque producir un kilo cuesta $1.800 y se les compra a $1.600. Por eso buscamos fortalecerlos en comercialización y queremos inyectarles tecnología-, sostiene el funcionario, que ha manifestado interés en trabajar por este sector, el segundo en producción agrícola en el departamento después del café.
En Antioquia, la panela se cultiva en 78 de los 125 municipios, con Yolombó, Campamento, Frontino, San Roque, Santo Domingo y Angostura como los más productivos.
En Angostura culpan de los bajos precios a un supuesto contrabando de Ecuador. En este país, los ingenios azucareros pueden fabricar panela y por eso producirla es más barato. En Colombia no. Acá existe la Ley 2005 de 2019 o Ley de la Panela, que regula la producción y crea estímulos al sector. La Ley 40 de 1990 también les prohibió a los ingenios azucareros producir panela para así evitar la competencia con los trapiches, que son artesanales y cumplen una función social.
Fedepanela niega que la panela que se comercializa en Antioquia sea ecuatoriana. En Angostura no lo creen así.
-Dicen que es pastusa, pero eso es falso. Eso llega de Ecuador-, asegura Rigoberto mientras pone su esperanza en que el alcalde, Gregorio Gutiérrez González, que prometió incentivar la internacionalización del producto, los saque del pozo amargo de la quiebra.
-Si él no lo hace, entonces que declaren Santo a Marianito a ver si se nos hace el milagro más fácil-, afirma Eduardo Urrego, cortador de caña.
Y añade que “el olor de esto es bueno, pero lo amargo es el precio”, una sentencia de campesino que retrata el problema de manera precisa y contundente.