Antioquia

El último tren de los jóvenes grafiteros

Tres personas murieron por invadir
la vía del metro en inmediaciones
de El Poblado. Venían de Bogotá.

Egresado de la U.P.B. Periodista del Área de Investigaciones, especializado en temas de seguridad, crimen organizado y delincuencia local y transnacional.

23 de julio de 2018

La última obra de Suber, Shuk y Skills ofrecía los elementos que siempre habían buscado desde que se unieron al colectivo urbano VSK Crew: adrenalina, noche y arte clandestino. Por eso 15 horas antes de que pasara el funesto tren, uno de ellos escribió en redes sociales: “bajaré a las vías, aunque me espere hasta la CIA”.

La Luna todavía era la dueña de la madrugada cuando los tres jóvenes invadieron los rieles del metro, entre las estaciones Poblado y Aguacatala, a la altura del puente de la 4sur. Detrás de la malla, una pareja en complicidad vigilaba que nadie los descubriera.

Su objetivo era pintar grafitis en un tren estacionado, solo y adormecido, en la mitad de las vías principales. Personas que los conocieron, cuya identidad pidieron reservar, contaron que no era la primera vez que lo hacían. Sus latas ya habían teñido vagones en Medellín, Bolivia y Brasil.

Como siempre, tenían que actuar con rapidez. El metro comenzaría su operación comercial a las 4:30 de la mañana y sus relojes anunciaban que venía la hora señalada.

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Cuando uno pasa por los bajos del puente de la 4sur, se da cuenta de que para los grafiteros es un lienzo de concreto.

Sus pilares están plagados de dibujos, como tatuajes en una dermis grisácea, y en la parte superior son el paisaje que divisan los conductores de carros, motos y bicis.

Jeihhco, uno de los líderes del movimiento urbano más representativo de la ciudad, narra que cuando el lugar fue inaugurado con un skate park al costado, decenas de jóvenes empezaron a llegar a la enorme estructura a pintar. “Es un espacio con energía y libertad para el color”, dice.

Es posible que esas sensaciones hubieran atraído a Suber, Shuk y Skills. Viajaron hace una semana desde Bogotá y, en compañía de amigos paisas, recorrían las calles con ojos de quien visita una galería de arte, buscando con la retina un buen lugar para colgar un cuadro.

En la voz de Jeihhco hay pesadumbre. La noticia para él y el gremio de los grafiteros fue un puñetazo en la garganta. Qué terrible despertar. “Ahora lo importante es acompañar a sus familias”, pronuncia al otro lado del teléfono.

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El tren que iban a marcar con sus trazos estaba ubicado entre las columnas de catenaria con las numeraciones 155-22 y 155-26. Justo allí hay una señal elevada que reza: “Peligro, no traspase la malla, trenes en movimiento”.

Los jóvenes la ignoraron. Su concentración estaba en la lata de pintura, por eso tampoco se percataron de ese leve silbido que producen los rieles cuando la máquina se aproxima.

A las 4:17 a.m., 13 minutos antes del inicio del servicio comercial, pasó fugaz un tren que revisaba la vía férrea, en dirección norte-sur, rumbo a la estación La Estrella.

Los grafiteros no tuvieron margen de reacción. Estaban atrapados entre el vehículo estacionado y la baranda que separa el viaducto del cauce del río Medellín. Fueron embestidos con una fuerza brutal. La pareja que los observaba a pocos metros quedó petrificada.

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La primera campanada de luto la dio la Empresa Metro, con un trino a las 5:24 a.m.: “viajeros, por incidente con personas en la vía, la línea A opera entre las estaciones Niquía - Poblado, Poblado - Niquía. Estaremos informando”.

El sistema dejó de funcionar en el sur del Valle de Aburrá y en las demás estaciones pusieron avisos notificando la restricción de movilidad.

“¿Qué pasó, agente? ¿Se le volvió a dañar una catenaria al metro?”, le pregunté a un patrullero a las 8:20 a.m., en la estación Palmas del Metroplús, mientras le enseñaba el carné de periodista.

La segunda campanada de luto la dio el patrullero, con los ojos tan abiertos como un búho: “es que un tren atropelló a tres personas y las mató”.

La tercera campanada fue una llamada telefónica a la redacción de EL COLOMBIANO, a las 11:05 a.m. Una mujer, desde Bogotá, quería saber si entre las víctimas estaba su familiar Nicolás Rojas Medina. A esa hora las autoridades retenían la información con recelo. No lo sabíamos.

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“Este anillo es de una calavera, pero no significa muerte. Simboliza que todos somos iguales por dentro”, explica con orgullo el vigilante de la empresa Atlas, dorándose bajo el Sol que despuntó en Medellín después de la tragedia. Tiene una sortija enorme, con piedras de fantasía.

A su compañía le corresponde vigilar varios tramos del sistema, desde la malla externa, incluyendo el sitio en el que sucedió la desgracia. A su compañero del turno de madrugada se lo llevaron para interrogarlo sobre lo que pasó.

“Uno a cada rato ve pasar a los grafiteros por aquí, andan con pinturas. No sé si es que están en competencias o qué, para hacerse sentir”, advierte.

Una de las preguntas que surge es cómo pudieron ingresar a los rieles. Tras un recorrido en el sector, surge una primera hipótesis.

A pocos metros del accidente está la estación Poblado en proceso de ampliación, por lo que tiene partes en obra negra, que se convierten en áreas vulnerables para el ingreso.

Este diario pudo constatar que a la altura de la columna de catenaria 155-2 hay una estructura de concreto aledaña a la malla. Subiendo a esta, se puede acceder con facilidad al viaducto. Tan solo está rodeada por un palo de mangos y una lona negra que se levanta con una simple brisa.

“Lamentamos la muerte de estos muchachos. Ningún hecho justifica que hayan muerto”, expresa el coronel Juan Carlos Rodríguez, subcomandante de la Policía Metropolitana. Y asevera: “hay que hacer un llamado a la responsabilidad como ciudadanos. Esta es una zona de acceso prohibido y aquí hubo una conducta de irresponsabilidad individual. No podemos legitimar actos vandálicos”.

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Al llegar la tarde, la cuarta campanada de luto retumbó en las familias, cuando las autoridades confirmaron las identidades de los grafiteros.

Se llamaban Carlos Andrés López Pérez (Shuk), de 27 años; Juan David Guávita Leguizamón (Skills), de 25; y Javier Nicolás Rojas Medina (Suber), de 26.

Las redes sociales se colmaron con mensajes del gremio, “rest in paint”, “máximo respeto a los kings” y “el arte urbano está de luto”. Camilo Gutiérrez, uno de sus amigos, señaló que “esa crew era de las más activas en Bogotá. Es una pérdida fuerte y no va a pasarse por alto. Sé que la mayoría de artistas saldrán en estos días a pintar y dejarán una posdata en referencia a ellos”.

Hubiera querido decirle a Ángela, la mujer que llamó de Bogotá, que su ser querido no estaba entre los muertos. Al caer la noche ya no contestaba el teléfono. “Lamento mucho lo sucedido”, le escribí.

En el lugar de los hechos no quedó rastro de la obra que los tres querían dibujar, tan solo la pintura plateada que esparcieron los forenses para cubrir su sangre.