Antioquia

En Andes aprendieron del dolor del pasado para salvar sus vidas

Emergencia en la que 215 personas perdieron sus casas en una avalancha el sábado, recordó la tragedia de 1993. Esta vez la reacción fue oportuna.

13 de abril de 2015

A María Cruz Flórez, aún le cuesta creer que esté viva. De pié, a un lado de los restos de ladrillo y cemento del rancho en el que estuvo por más de 20 años, agradece a Dios que la furia de las aguas del Río San Juan, en Andes, no se la hubiera llevado.

Esa madrugada, fría y lluviosa del pasado sábado 11 de abril, los golpes a la puerta y el grito de un bombero que desesperado advertía de una avalancha, la despertaron.

Cinco minutos antes la sirena de la única ambulancia del pueblo ya estaba sonando, pero pensó que era una pesadilla más. Su hija Tatiana Vélez, con nueve meses de embarazo, la sacudió y desesperada la llevó hacia afuera.

“Ella (Tatiana) tenía cargada a mi nieta, y me cogió para que saliera. El susto la ‘pasmo’ y le adelantó dolores de parto”, cuenta María, mientras se le esconde al sol que, por fin, salió ayer luego de dos días de aguaceros constantes.

A plena oscuridad, y con el agua casi en la cintura, los Vélez Cruz dejaron su rancho en medio del pánico de otras personas que intentaban huirle al horror de la avalancha. Alguien quedaba adentro de la casa a 20 metros del río.

“A mi marido, un viejo como yo, lo tuvieron que sacar los vecinos porque hace un par de meses sufrió un derrame cerebral y no puede moverse por su cuenta”, añade, entre suspiros y con la angustia de haber perdido lo material, pero con la satisfacción de poder contar su historia.

Las cifras de la emergencia

La borrasca de hace dos días, dejó 16 viviendas destruidas y más de 215 personas con afectación en sus casas.

En Andes y Betania, las autoridades hablan de que las crecientes de los ríos Tapartó y San Juan, con sus afluentes Cañada Honda y San Agustín, dejaron 900 afectados.

En el corregimiento Santa Rita cuatro puentes vehiculares y otros tres peatonales colapsaron. Un entable minero resultó afectado y la generadora de energía sufrió averías.

Cañada Honda, a 40 minutos del parque central del municipio, también vivió un amanecer de terror.

Hernando de Jesús Ríos, aún asustado, dice que salió de su casa en pantaloncillos ya cuando el agua había comenzado a entrar.

“Aquí no hubo sirena, ni bomberos. Solo el estruendo de la avalancha nos avisó”. acota, en tanto se mira y enfatiza que con lo que tiene puesto fue con lo único que quedó.

Otros cerca de 50 habitantes de Cañada Honda, a la ribera de la quebrada del mismo nombre, lo perdieron todo.

Allí, 11 casas desaparecieron y 13 más tienen daños en enceres y estructuras.

Héroes que salvaron vidas

María y sus vecinos en el barrio Ferro Mesa, casco urbano, a la ribera del San Juan, coinciden en que la rápida reacción de los bomberos del pueblo fue crucial para que no hubiera víctimas.

El aprendizaje que dejó el dolor de una avalancha de igual magnitud, el 26 de abril de 1993, sirvió para adoptar medidas de prevención que el sábado, salvaron vidas.

Hace casi 22 años, cuando murieron más de 60 personas, no hubo bomberos ni sirenas que avisaran sobre la creciente del río Tapartó. Esta vez, según el comandante de bomberos de Andes, capitán Gonzalo Correa, funcionó la oportuna reacción y solidaridad.

“A las 3:15 a.m. me llamó un habitante de Cañada Honda, que me advertía sobre la creciente del río. Prendimos la sirena y salimos a despertar a la gente”, asevera Correa.

Sin nada, ni siquiera su equipo para recibir oxígeno, que también se lo llevó el río, María espera la caridad de ciudadanos y autoridades y así tener una vejez tranquila.