El Jordán, esa vieja casona donde la música habitará por siempre
En julio se cumplen 4 años de la restauración de este inmueble con 130 años de historia.
Periodista egresado de UPB con especialización en literatura Universidad de Medellín. El paisaje alucinante, poesía. Premios de Periodismo Siemens y Colprensa, y Rey de España colectivos. Especialidad, crónicas.
En sus 130 años, que los cumple este 2021, la casa El Jordán luce nueva, aunque ya no la rodean árboles ni le pasa siquiera cerca La Iguaná, que en 1891, cuando se inauguró el inmueble, tenía las aguas cristalinas, se podía pescar y la gente se bañaba. Era tan limpia, que la familia Burgos, dueña El Jordán, hizo piscinas naturales y el sitio fue por años un bañadero o estadero con baños para uso de las clases altas de Medellín, dicen los relatos de la época. De fondo afirman que se oían valses.
“Casa de recreo y baños Robledo. Teléfono 169. Baños de natación. Baños de aseo. Duchas. Coche capaz para 8 personas. Servicio de mesa. Pidan el coche por teléfono, por ahora solo vendrá el Puente de Colombia, porque a causa del mal estado de esto no se puede pasar por allí”, decía un aviso de prensa publicado por los Burgos en el periódico El Espectador el 13 de junio de 1892 como una forma de promocionar su negocio, según cita Manuela Saldarriaga Hernández en su crónica “El Jordán: un siglo de memoria, diez años de rescate”, publicado en la revista El Eafitense, ed. 112.
Lo curioso es que 129 años después de publicado, en la casa El Jordán sigue el mismo aviso a la entrada que dice “El Jordán Baños. Casa fundada en 1891”, a pesar de que en las primeras décadas del siglo XX el sitio fue perdiendo esta función y se convirtió más en un lugar de tertulia por el que desfilaron personajes de la política como Enrique Olaya Herrera, Alfonso López Pumarejo y Jorge Eliécer Gaitán; o intelectuales como Manuel Mejía Vallejo, Elkin Restrepo y Óscar Jaramillo, y dicen que hasta el poeta León de Greiff.
A inicios del presente siglo, aunque el inmueble El Jordán seguía en pie, toda esta historia estuvo a punto de perderse. En 2007, la última descendencia de los Burgos decidió cerrar el bar en el que se había convertido el negocio, donde ya se oían tangos, boleros y porros, y la estructura se vino a pique, pero una decisión de la alcaldía logró salvarlo al adquirirlo por una suma de $2.500 millones con algunos predios aledaños, restaurarlo y convertirlo en un centro de documentación musical, como funciona desde 2017, cuando fue reinaugurado para esta función.
La música de la ciudad
“Aquí la música habitará por siempre”, dice Santiago Arango, un melómano consagrado y la persona que está al frente de este espacio, que hace parte de la Red de Bibliotecas Públicas de Medellín y cuya sede es bien patrimonial de la ciudad.
Dos árboles de mango de gran tamaño, seguramente no tan viejos como El Jordán pero sí con ‘ancianidad’, le dan sombra al patio de la casa, con piso en piedras y donde dicen que estuvieron las piscinas naturales. La música allí también la pone el canto natural de las aves que cruzan por el sector, pese a que a su alrededor la vía a Robledo que conecta con la vieja carretera a Urabá es un monólogo de carros que suben y bajan segundo a segundo sin parar. Pese a esto se siente paz en el recinto: “Esto es un oasis. El problema de la vía es que es una loma y dificulta las visitas”, afirma Santiago. Quienes llegan estacionan en las calles.
Antaño, la vía era camino de arrieros. La misión del Centro de Documentación El Jordán es aportar a la memoria musical de Medellín a través de documentos, libros, revistas especializadas e investigaciones que hablan de una ciudad que vibró con el vals, los boleros, el tango, la salsa, el rock y hasta el chucu chucu, como se les dice a los ritmos bailables.
El Jordán también es lugar para audiciones, presentaciones, tertulias, encuentros y reuniones en torno este arte que tanto emociona el espíritu. También se hacen trueques musicales en los que se intercambian vinilos, cds y hasta casetes.
“Es un espacio muy vital y hace esa labor de recuperar la memoria musical de todas las épocas, tanto lo viejo como actual, generando dinámicas muy interesantes, y es un lugar con identidad y pertenencia para la comunidad”, afirma Antonio Agudelo, experto musical y coordinador de Extensión Cultural de la universidad Eafit.
El Jordán es una caja sonora. “Acá es donde se bombea el corazón de la música de la ciudad”, concluye Santiago