Erosión se está comiendo hasta 15 metros de playa cada año en zonas del Urabá antioqueño
El panorama es grave: en unas zonas se traga en promedio cuatro metros y en otras devora hasta 15 metros de playas y ecosistemas estratégicos cada año. Pero el trabajo entre científicos y comunidad es prometedor.
Desde hace décadas se sabe que la erosión se está comiendo la línea costera de Urabá, y es gracias a la implementación de nueva tecnología, como drones y monitoreo satelital, que se tiene mayor certeza de la dimensión del problema. Recientes estudios apuntan que, contrario a lo que se pensaba, ese proceso erosivo no es parejo en toda la línea costera, y mientras en unas zonas se traga en promedio cuatro metros, en otras devora hasta 15 metros de playas y ecosistemas estratégicos cada año.
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El Programa Integral para el Monitoreo y Mitigación de la Erosión Costera —Pimecla—, en el cual han trabajado investigadores de varios campos de la Universidad de Antioquia, así como técnicos del Dagran y expertos extranjeros, concluyó en su reciente libro, que compila cinco años de investigaciones, que la erosión a lo largo del litoral antioqueño afecta aproximadamente el 62 % de su longitud.
Lo que explica el profesor Vladimir Toro Valencia, investigador del Instituto de Ciencias del Instituto de Ciencias del Mar de la Universidad de Antioquia y líder técnico del Pimecla, es que tanto el ascenso del nivel del mar y el aumento de la energía de las olas, así como actividades humanas, como obras mal diseñadas y construcciones irregulares, se han combinado para provocar una disminución de las playas y su función natural como barrera protectora del litoral. Con menos playas, las olas golpean zonas que no están aptas para recibir ese incesante embate.
Pero hay que decir también que este grave fenómeno ha permitido uno de los mejores ejemplos de integración entre comunidad, con sus conocimientos empíricos, y la academia con sus soluciones probadas, en un esfuerzo que en los últimos años ha arrojado avances concretos.
El Pimecla puso en marcha el plan de monitoreo que combinó análisis de imágenes satelitales y de vuelos de drones, y adelantó mediciones de campo para caracterizar el comportamiento de playas y corrientes con el uso de equipos como correntómetros y boyas de deriva.
A la par, se puso en marcha el proyecto CoastSnap, iniciativa de ciencia ciudadana que permite a las comunidades y visitantes hacer seguimiento a tramos cortos de líneas de costa del planeta, mediante la toma de fotografías desde puntos fijos, lo cual, además, permite aportar otros datos científicos.
De ambos frentes surgió como resultado un mapa detallado de tasas de erosión y acreción —disminución o crecimiento de la línea de costa— en el litoral antioqueño, también una gigantesca base de datos oceanográficos inéditos sobre variables como oleaje, mareas, corrientes y sedimentos.
Esos datos han alimentado el trabajo que se realiza en el Laboratorio Costero Iván Darío Correa Arango de la UdeA, en Arboletes —su nombre honra a un investigador pionero de las ciencias del marino-costeras en Colombia—. Lo que ha pasado en este laboratorio en los últimos años es uno de los grandes ejemplos de cómo la ciencia queda en manos del ciudadano de a pie para tener mayor éxito.
Los científicos de Pimecla diseñan e implementan las llamadas soluciones verdes —mezcla de obras tradicionales y soluciones basadas en la naturaleza—con el fin de mitigar el problema de la erosión.
No partieron de cero. Lo que hicieron fue tomar como base todas las prácticas y soluciones empíricas que la población costera lleva años implementando. Eso sí, mejorando sus resultados perfeccionando técnicas y procesos.
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Por ejemplo, de manera intuitiva lo que los habitantes del litoral hacían para intentar frenar la erosión era perfilar taludes, cortando e intentando estabilizar las pendientes que están expuestas al océano. Lo que hicieron los científicos fue arreglarle detalles, encontraron la inclinación ideal, de acuerdo a la evidencia, que permitía que el perfilamiento fuera exitoso. También lo reforzaron con revegetalización y con instalación de filtros para el agua subsuperficial en la parte superior y una hilera de piedras en la inferior.
“La comunidad ya venía trabajando en esto en Arboletes, nosotros lo que hicimos fue introducir conceptos técnicos para mejorar la solución”, explicó Toro Valencia.
Otra solución verde que ahora saben que da resultados es el uso de troncos que llegan a las playas, esta técnica en particular, que consiste en enterrar los troncos en la arena para amortiguar el golpeteo de las olas, se hizo común entre las comunidades de Turbo y Necoclí, que posteriormente se la enseñaron a los científicos. “Nosotros propusimos una disposición especifica en planta usando criterios físicos y de ingeniería costera y es así como propusimos una disposición en planta en forma de onda, lo cual permite disipar la energía del oleaje en múltiples direcciones”, explicó el investigador.
Estos años de trabajo en llave entre academia y comunidades ha mostrado avances concretos en algunas zonas de Arboletes, donde fue posible, incluso, recuperar hasta metros de playa. Pero, además de esto, ratificó que ante enormes problemas estructurales no se requieren ni inversiones millonarias ni obras invasivas, sino que las soluciones verdes o artesanales, apuntaladas con rigor científico, tienen mayor oportunidad de éxito.
Después del balance de esta primera etapa, la tarea en los próximos años es mantener el monitoreo, proponer y diseñar alternativas innovadoras que permitan mitigar el problema de la erosión costera en Urabá y que se puedan replicar los litorales del Caribe y del Pacífico colombianos.
Antioquia está en el mapa de la desaparición de Climate Central
Antioquia figura en el inquietante mapa de Climate Central que determinó las zonas que quedarían completamente bajo el agua de acá a 2050 por la erosión, el aumento del nivel del mar y los eventos meteorológicos extremos. En Colombia, las zonas afectadas serían la Ciénaga Grande del Magdalena; la cuenca Atrato entre Chocó y Antioquia; buena parte de Buenaventura; y grandes destinos turísticos y con excepcional valor patrimonial como el Centro Histórico de Santa Marta, el Centro Histórico de Cartagena; en el litoral Pacífico, Buenaventura, Nuquí, y Tumaco.
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