Antioquia

Una finca familiar de los años 70, hoy es un “barrio de lujo” en Medellín

Edificios de apartamentos atestan el sector, otrora pulmón de Medellín, en el que vecinos sienten la saturación.

La primera entrevista que hice, a los 8 años de edad y con la ayuda de mi padre, fue al futbolista Andrés Escobar. Desde ese día no he dejado de hacer preguntas, ni de amar el periodismo. Soy egresado de la Universidad de Medellín.

22 de febrero de 2018

En la Medellín de los 60 era paseo, un disfrute necesario, divisar la finca La Esmeralda, recorrer sus linderos, caminar por la trocha que la atravesaba hasta llegar a las montañas del suroccidente, a unos 8,5 kilómetros de la avenida Oriental con la Playa, en el Centro de la ciudad.

Una imponente casa, en tapia, con apariencia de castillo, palmeras, jardines florecidos y piscina lucía en aquella zona, entonces tan rural y cercana a un poblado llamado Belén. Al fondo el cerro que hoy llaman Las Tres Cruces.

Era la única propiedad en 48 hectáreas, que iniciaba en lo que hoy es la carrera 80, por la urbanización Sorrento y hasta el colegio Padre Manyaneth. A su alrededor había extensas mangas, sembrados de hortalizas, árboles frutales y tres nacimientos de agua.

Los esposos Marcos Restrepo y Julia Gaviria eran propietarios de La Esmeralda. Del matrimonio nacieron 18 hijos, entre ellos Julia Restrepo Gaviria, que se casó con Bernardo Bernal Bravo, quien años después le compró la finca a su suegro Marcos.

Blanca Gil Bernal recuerda que sus abuelos, Bernardo y Julia, vivían en una casa del Centro de Medellín, donde ahora queda una sede de Profamilia; eran vecinos de Fernando González.

“La Esmeralda era su finca de recreo. Además, tenía otra tierra, llamada La Cangreja, que lindaba con una quebrada de igual nombre en el corregimiento Altavista, detrás del cerro de las Tres Cruces”, dice.

Hasta ese lugar, recuerda Gil Bernal, medellinenses de otros barrios subían por agua, ya que en la ciudad era frecuente que la cortaran.

“Se les ponía una manguera para que la que recogieran”, comenta y recuerda que “allá no había carretera, tampoco bus que nos llevara. Medellín llegaba hasta el centro de Belén”.

El Valle de Aburrá, ya a inicios de los 70, vislumbraba un crecimiento urbanístico y poblacional. Bernardo y Julia repartieron sus predios entre los 10 nietos. Todos, menos dos—uno sacerdote y otra monja—construyeron casas campestres de dos niveles, con más de cuatro cuartos, solares y chimeneas.

Vamos a donde los Bernal

Los Bernal y sus descendencias son la típica familia antioqueña: grande, emprendedora y tradicional.

Los ocho hermanos que levantaron sus casas, dividieron los predios y se los dieron a los hijos. Blanca relata que 25 primos también construyeron fincas y la mayoría se fueron a vivir al lugar.

“En el 73 mi abuela ya vivía en La Esmeralda. Mi madre y otras tías se asentaron. Éramos más de 18 nietos que estudiábamos en colegios como el San Ignacio y La Presentación. Teníamos muchos amigos, compañeros de estudio que iban por toda la ciudad diciendo: vamos para donde los Bernal”, apunta.

Así se fue sellando el nombre la Loma de los Bernal. El barrio que, Natalia Correa, una de sus habitantes, soñaba con habitar. El que llama el otro Poblado de Medellín.

“Este es un barrio de lujo. Tiene el cerro de las Tres Cruces, está cerca a El Poblado, Laureles, hay por donde caminar y urbanizaciones bonitas”, destaca.

Para Yolanda Trujillo, quien camina cerca al edificio Cantabria, donde quedó una de las pocas casas que no eran de los Bernal, propiedad de Aníbal Vallejo, hermano del escritor Fernando, comenta que le agrada del barrio que hay de todo.

“Encuentro desde la tienda hasta el supermercado. Lugares para comer, droguerías, vecinos muy amables”, acota.

Y el barrio sigue creciendo, aunque Correa manifiesta su preocupación por la sobrepoblación y la construcción de nuevas viviendas allí”.