Antioquia

Casa de María y el Niño se recupera poco a poco tras incendio

La corporación Casa de María y el Niño nació hace 40 años y hoy atiende a 61 niños y niñas de 0 a 8 años. La misión es darles un hogar temporal que garantice sus derechos.

Periodista del Área Metro.

09 de febrero de 2022

Una reja azul cielo separa el lugar del mundo externo. De la entrada ya se llevaron la montaña de triciclos, juguetes y hasta colchones quemados o pintados de hollín, una de las huellas que quedaba del incendio que hace 15 días devoró una de las zonas más importantes de la corporación Casa de María y el Niño, hogar de protección infantil ubicado en El Poblado.

Pero los rastros de la emergencia son cada vez menos perceptibles y no distraen a los pequeños que viven allí. Algunos juegan en los dos parques infantiles a los que las llamas no llegaron, otros montan sus bicicletas, juegan con un balón o tratan de llegar alto en los columpios; unos más corren con cortos pasitos, sonrientes y animados; mientras que hay quienes se dedican a sus tareas escolares. En las zonas verdes, las cuidadoras cargan a los más pequeños, bebés que aún no caminan y que se toman un tetero bajo el sol mañanero.

Desde la semana pasada, el personal de servicios generales se dedicó a lavar la huella negra que dejó el humo en pisos, paredes y techos, en especial en el bloque donde el fuego arrasó con mayor violencia y acabó con uno de los lugares más queridos por los niños, en donde albergaban computadores, libros, juegos didácticos, televisores, instrumentos musicales y material de estudio; también pintaron la fachada. Adentro, en medio de la imagen de oscuridad y vacío, se adelantan obras de adecuación para empezar a reconstruir el espacio.

Dos semanas después de la emergencia siguen llegando donaciones de libros, ropa, cobijas, juguetes, pañales y alimentos no perecederos. En medio de la tragedia, que afortunadamente no dejó muertos ni heridos, también relució la solidaridad.

40 años de historia

La Casa de María el Niño conoce mucho la solidaridad. Gracias a ella esa sede de El Poblado pasó de ser una casa común y pequeña a tener espacios coloridos y aptos para recibir a los 61 niños y niñas, entre los 0 y los 8 años, que hoy atienden tras ser remitidos por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf), mientras se restablecen sus derechos y se resuelve su situación familiar.

Es decir, los menores de edad viven allí hasta que la autoridad competente determine que pueden regresar a sus hogares, siempre que haya garantías de protección y seguridad, o hasta que se encuentre una familia adoptiva.

Hace cuatro décadas un grupo de mujeres creó la corporación. Primero quedaba en el Centro, pero cinco años después la administración municipal les entregó la casa de El Poblado en comodato. Con ayuda de benefactores construyeron los otros espacios, explica Andrés Castillo, director de la entidad.

Los niños se dividen por salas, dependiendo de las edades, con el fin de brindarles la atención acorde a sus necesidades, con apoyo de un grupo conformado por psicólogos, trabajadores sociales, profesionales pedagógicos, enfermera, médico y nutricionista.

Con la guía del personal desde que se levantan, los niños tienen actividades de arte, manualidades, lectura, nivelación académica, recreación, expresión corporal, motricidad y rutinas de aseo e higiene personal, señala Diana Restrepo, líder de pedagogía de la corporación hace seis años. Además, quienes están en edad escolar van a un colegio del sector, algunos en la mañana y otros en la tarde.

Jornada de susto y caos

El día del incendio, cuya causa no ha sido determinada, los estudiantes de la mañana llegaron pasado el mediodía y los de la tarde, unos 30, partieron al colegio. Alrededor de la 1:30 los más pequeños hacían la siesta y varias profesoras estaban almorzando. Ninguno estaba en la zona donde se inició el fuego. El humo alertó.

Cuando bajaron, la llama era tan grande que no pudieron salvar nada. Los adultos se organizaron para sacar a los niños y niñas, en medio de un caos que luego fue mitigado un poco cuando los bomberos controlaron la emergencia.

Vecinos llegaron también con comida y juguetes para entretener a los pequeños y bajar un poco la ansiedad. El Departamento Administrativo de Gestión del Riesgo de Desastres (Dagrd) dio un parte de tranquilidad respecto a fallas estructurales. Es decir, los niños no tuvieron que trasladarse a otros sitios, aunque dos dormitorios se afectaron por el humo y tuvieron que cerrarse de forma temporal.

Al final de la tarde, cuando los demás niños volvieron de la escuela la situación fue compleja. Las emociones afloraron y hubo llanto, decenas de preguntas y preocupación. Algunos cuestionaban dónde estaban sus hermanitos, las profes o los bebés. Otros atinaron a preguntar por los traídos del Niño Jesús de la pasada Navidad, casi todos devorados por el fuego. Finalmente, con apoyo de psicología, mucho más tarde de lo habitual, conciliaron el sueño.

A la dificultad de la primera noche siguieron días de trabajo para recuperarse de los estragos. La meta es avanzar con las obras para volver a tener una zona lúdica y educativa igual o mejor que antes, todo con la solidaridad de benefactores de la corporación y ciudadanos. “Desde el primer minuto la gente se volcó a ayudar, siempre estuvimos acompañados, sentimos el calor de la ciudad”, dice Castillo.

Por el momento, se mantendrán las rutinas con los niños, incluidas las salidas pedagógicas a espacios de la ciudad, como días de piscina, cine, clases de artes o deportes, todo con apoyo de una red de voluntariado que han logrado consolidar a lo largo de los años y que hoy, más que nunca, está presente.