Extraña muerte en estación de policía conmociona al Oriente antioqueño
Julián Álvarez, de 30 años, murió en un incendio en La Unión tras ser capturado por una riña. Su familia alega inconsistencias en esta versión.
Periodista y politólogo en formación. Aprendo a escribir y, a veces, hablo sobre política.
El reloj marcaba las 6:30 de la mañana y en La Unión, Antioquia, el frío helaba. ¿Qué pasaría?, se preguntó Fredy Álvarez, al recordar el puñado de gente que se agolpaba cerca del parque esa mañana. No le dio muchas vueltas a esa escena y, mientras esperaba a su hijo para ir a trabajar, pidió el tinto de siempre en su negocio de confianza.
Julián, el mayor de los Álvarez Ramírez, sabía el pasado jueves 11 de noviembre que al otro día su papá lo esperaba. Llevaban trabajando juntos un par de días, pues en la construcción, oficio al que el primero se dedicaba, no habían marchado muy bien las cosas últimamente.
Madrugar, sin embargo, no se convirtió en una traba para salir la noche anterior y ver el partido que jugaba Colombia ante Brasil por las eliminatorias. A eso de las 7:30 de la noche, misma hora en la que rodó la pelota en el estadio Arena Corinthians, de Sao Paulo, Julián salió de la casa de sus papás a novelerear.
Fredy, sin acabar su tinto, recuerda lo que la noche anterior le dijo al mayor de sus tres hijos: “No me llegue muy tarde que mañana toca estar en la jugada”.
—Tranquilo, papá, que yo me levanto temprano —le respondió Julián a Fredy—.
Pasaron casi dos horas, Colombia cayó 1-0 ante Brasil, y Julián no llegó a la casa de sus papás ni a la de su abuela, donde por esos días se quedaba. Ya inquieto, y sin más tinto en su taza, a eso de las 7:00 de la mañana del viernes, Freddy respondió una llamada. Era Cristian, el segundo de sus hijos, quien le explicó lo que a él, minutos antes, le informó por teléfono un bombero.
—Cristian, su hermano tuvo un incidente anoche con la Policía —dijo la voz al otro lado de la línea—. Este pensó, inmediatamente, que tendría que ir por su hermano a la estación de Policía y tramitar algún papeleo para que lo soltaran. No fue así, cuenta Cristian, quien luego tuvo que compartir con su papá las malas noticias.
—No, no. Lo que pasa es que hubo un incidente. Su hermano le prendió fuego a la estación y falleció por inhalación de gases —concluyó la voz—. A partir de ahí, comenzó un viacrucis que hoy ajusta ocho días para los Álvarez Ramírez.
Un deceso extraño
La noticia de la muerte de Julián copó los diarios locales y hasta los nacionales. No alcanzó su papá a dejar el negocio que siempre frecuenta antes de ir a trabajar y llegar al comando de Policía para que en los titulares se indicara que, al parecer, el incendio había sido provocado por su hijo, después de ser capturado por una riña en la noche del jueves.
Relataron entonces las autoridades que Julián se encontraba borracho, y en alto grado de exaltación, lo que implicó su captura. Se dijo, también, que con una candela que había logrado ingresar al lugar ocasionó el incendio, tras prenderle fuego a un sofá de espuma que para él dispusieron, y que no logró sobrevivir a las quemaduras.
Esa versión, compartida por el coronel Daniel Mazo Cardona, comandante de la Policía Antioquia, no deja que los Álvarez Ramírez puedan sobrellevar su duelo. No se explican cómo ocurrió tal cosa e insisten en que el parte de lo ocurrido está colmado de inconsistencias.
Mientras Fredy y Cristian dicen que su familiar fue golpeado hasta llegar a la estación y que allí lo asesinaron, las versiones preliminares recogidas por las autoridades apuntan a que Julián generó el incendio. Lo único que se ha visto, de lo ocurrido en esa noche, son imágenes que registran un sofá hecho cenizas, al pie de un comedor.
Los vecinos del comando, que queda contiguo al parque de ese municipio del Oriente, relatan que en su memoria solo guardan el ruido de un escándalo que, como es usual en esa zona, los despertó en la madrugada. Sin reparar en la situación, despuntó el viernes y, a eso de las 5:00 de la mañana, lo que vieron fue el arribo de un camión de los bomberos y que varios detenidos fueron sacados de la estación.
“Las muertes hay que aceptarlas, para eso vinimos a esta tierra, pero que a alguien muera de esta forma es lo que más lo marca a uno”, sostiene Fredy, quien después del viernes recorre con su otro hijo las casas vecinas de la estación de Policía, tratando de dar con respuestas sobre lo ocurrido.
A Julián ya lo enterraron. Incluso, el domingo pasado un centenar de personas recorrió las calles de La Unión, con globos y flores blancas, reclamando explicaciones sobre lo ocurrido. Por ahora, nadie les dice nada, cuenta Fredy, quien recuerda la celebración familiar del 5 de noviembre pasado cuando su hijo cumplió 30 años.
Hoy el pueblo entero está sumido en la zozobra. Y lo ocurrido tras las cuatro paredes de la estación de Policía es un misterio. Lo que afirman los Álvarez Ramírez es que a este cuento le falta un pedazo, y que hasta no hacerse justicia, no habrá tinto que valga para que Fredy y su familia superen esta amargura.