Antioquia

La paisa que nació en Belén, en Medellín, y hoy es la cazatalentos para Google en 3 continentes

Carolina Errecart es líder de Talento Humano en esa multinacional para el sur de Europa, Medio Oriente y África.

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hace 1 hora

El apellido de Carolina Errecart engaña, porque lejos de ser francesa o vasca, es tan paisa como ninguna, si bien ha descollado entre los galos porque es la encargada de reclutar al personal estratégico en el sur de Europa, Medio Oriente y África para Google, una de las gigantes de la tecnología a nivel global.

Basta con ver su cabello negro y sus facciones para corroborar que su origen es americano; su acento, a pesar de que además del español nativo habla a la perfección inglés y francés, y con suficiencia italiano y portugués, hace ver también que creció en la tierra de los frisoles y las delicias del maíz.

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De hecho, a pesar de que ya lleva por lo menos 15 años viviendo por fuera del país y de que ha adoptado la costumbre francesa de desayunar con cruasanes, siempre estos van acompañados con café de Colombia y a toda visita que se le anuncia le encarga llevar arepas en todas sus modalidades: de chócolo, de yuca o de queso. También su esposo suele decir, medio en broma y medio en serio, que el pase de entrada a su casa para todo el que llegue de estas tierras es un kilo de café y una buena dosis de Manimoto.

El cambio de apellido de Carolina vino en el momento de su matrimonio. Su prometido, Patxi Errecart, le propuso incluso que él podría adoptar el de ella, dado que la costumbre en Francia es que la pareja se apellide igual, pero decidieron por conveniencia que fuera el de él teniendo en cuenta que su residencia seguiría siendo el Viejo Continente y para soslayar posibles discriminaciones por el origen suramericano.

Cada invierno Carolina evade el frío congelante de Europa y toma sus maletas para venir a recargar baterías con el afecto de la familia y los amigos en Medellín. El otro objetivo es que sus pequeños hijos de 18 meses y de cuatro años y medio se inyecten de los valores culturales que le han permitido a su mamá hacerse a un lugar en el mundo.

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Ella no tiene empacho en hablar de sus padres, Joaquín Emilio Arias y Aura Elena Sánchez, ambos campesinos provenientes del Oriente antioqueño y de Titiribí (Suroeste), respectivamente; ambos miembros de familias con 13 hijos, y pobres.

“Eran familias grandes. Ellos me cuentan mucho de esa época, que se rebuscaban la comida, que no tenían zapatos, que muchas veces aguantaban hambre; tuvieron infancias muy difíciles y les tocó trabajar desde muy jóvenes”, relata.

Luego sus familias migraron y se encontraron en el barrio Manrique Central, donde se conocieron cuando tenían 12 y 13 años; después se enamoraron.

La mamá (hoy de 79 años) estudió para auxiliar de odontología. Al joven Joaquín, por su parte (ahora de 80 años), le tocó compartir desde muy temprano la responsabilidad de sostener a la familia con su hermano mayor, una carga pesada pero ineludible en una época machista y además si el resto de la abultada descendencia eran mujeres. Su oficio inicial fue la mecánica, conductor de un carro tanque que transportaba combustible y de ahí en adelante se fue perfilando por el comercio de autos usados y repuestos, hasta que forjó su propia empresa de importaciones en este ramo.

Así fue como terminaron viviendo en Belén La Palma y lograron darles educación a tres hijas profesionales: la mayor odontóloga, abogada la del medio, y Carolina que estudió negocios internacionales en la Universidad Eafit.

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Es decir que a Carolina le fue mejor que a ellos porque cuando nació ya la familia había ascendido en la escala social, pero ella puso lo suyo para aprovechar los privilegios heredados. Siempre estuvo entre las alumnas más pilosas, se esmeró por estudiar en la Alianza Colombo- Francesa, a la par con la universidad, y en plena carrera optó en 2007 por un intercambio de un año en la Universidad de Estrasburgo, que le trazaría lo que vino de ahí en adelante.

“Desde que empecé la universidad, en los primeros tres años, me dique a estudiar francés y a tener buenas notas porque para poder hacer esos intercambios uno tiene que tener un promedio de cuatro sobre cinco; el mío era como de 4,2 y nos presentamos como 80 para apenas tres cupos”, apunta.

Según ella, fue maravilloso porque en la escuela de comercio de ese centro de formación localizado en el noreste de la nación del gran Napoleón Bonaparte, además de perfeccionar su tercera lengua (ya se sentía sólida en inglés) tuvo contacto con gente de todo el mundo y se enfocó en las relaciones internacionales. No hay que olvidar que esa ciudad es considerada la “capital de Europa” por ser sede del Parlamento Europeo y de otras instancias de la Unión de 27 países del Viejo continente.

Gracias a eso también obtuvo la doble titulación y conoció a Patxi, un vasco que ya tenía puesto para irse a estudiar a México pero desvió el rumbo hacia Medellín en aras del amor, y terminó estudiando un MBA en la Escuela de Administración de Negocios de Eafit.

La integración binacional desembocó en matrimonio un año y medio después, y en una nueva aventura, en 2010, cuando decidieron irse a buscar nuevos horizontes a Londres y con el propósito adicional de que él también se perfeccionara en una tercera lengua.

Como para dar a entender que no todo ha sido color de rosa, Carolina cuenta que en los primeros meses, con todo y lo profesional que era, trabajó como vendedora en una tienda de ropa deportiva y por horas en un almacén de accesorios.

“Cuando él terminó sus clases de inglés yo le dije: ‘No, si es para pasar frío, en esta cultura fría y sabiendo que ninguno de los dos estamos en casa, con este costo de vida tan alto y los salarios no tan buenos (...)’. Nos fuimos un tiempo para el sur de Francia, de donde es él y después nos movimos hacia París”, recuerda.

El punto de entrada al mundo laboral en Francia fue una empresa familiar de consultoría en negocios internacionales, de apenas 15 personas, que sin embargo contaba con oficinas en Londres y Singapur y buscaba quién les ayudara a moverse con la legislación y las condiciones laborales de esa nación y de otros países con los que hacían tratos.

Laboró ahí tres años y se enrutó definitivamente por el tema del talento humano porque vio que se combinaban la pasión con una necesidad del mercado. Hizo un máster en la Universidad de Versalles y se vinculó posteriormente con la delegación de Naciones Unidas destacada en Nueva York; su rol era revisar que las políticas de recursos humanos se alinearan con buenos estándares de inclusión.

“Fue una experiencia muy buena porque a mí me gustaba el mundo diplomático y me tocó, por ejemplo, la Asamblea General, en donde van todos los presidentes”, anota. De ese tiempo, Carolina recuerda con cariño que estuvo parada frente a frente con personajes de la talla de Barack Obama y Cristina Kitchner, lo mismo que con varios mandatarios y primeros ministros de Europa.

Concluido su contrato tuvo la opción de continuar pero la determinación fue retornar a Francia para vivir un nuevo inicio. Ahí fue cuando un antiguo cliente le informó que había una vacante en la multinacional estadounidense de medicamentos Merck que estaba creciendo cantidades en su área de innovación y quería abrir camino en países europeos con productos orientados sobre todo a la salud y el bienestar de las mujeres.

El contrato, otra vez, era por un año, pero de nuevo el buen desempeño y la empatía generada jugaron a su favor porque el propio jefe de talento humano le recomendó llevar su hoja de vida a Microsoft para encontrarse con su segundo gran hallazgo vocacional en su vida laboral.

“Me contactaron y me hicieron una súper oferta. Me dijeron, ‘Véngase a trabajar con nosotros’. Y yo les dije ‘es que yo no sé absolutamente nada de tecnología’ y me contestaron que no importaba, que lo que les interesaba era lo que había hecho en temas de recursos humanos”.

En el transcurso de los casi tres años que Carolina laboró en esta primera tecnológica, también le tocó trabajar una última temporada para Linkedin, que fue adquirida por Microsoft. Ahí estaba cuando la llamaron de Google, su patrón actual, gracias a la gran experticia que ha alcanzado en asuntos de manejo de recursos humanos y transformación corporativa.

Aparentemente y por la manera como lo cuenta, no fue solo por el dinero que hizo el cambio, sino porque el puesto que le prometían le permitía ejercer las relaciones internacionales.

“Me dijeron: ‘Va a ser un puesto muy global y dependiendo de cómo vayan las cosas, ahí vemos”.

De eso hace ya siete años y no solo se ha mantenido sino que ha escalado. “Después mi manager me dijo que le encantaban las soft skills (habilidades blandas) que yo podía aportar y los idiomas que domino, y para poder capitalizarlas me dio un puesto para el sur de Europa como market recruiter lead (líder de reclutamiento de mercado)”, en el que debía trabajar muy en llave con los vicepresidentes de Francia, la península ibérica (España y Portugal) e Italia, siendo esta una época intensa en reclutamiento para conformar los equipos, sobre todo de publicidad digital y aprovechamiento de la nube. Eso quiere decir que no es como reclutar un escuadrón de obreros para una fábrica de productos en serie, sino que requerían perfiles muy especiales.

“Entonces es muy técnico porque la persona tiene que haber trabajado en ventas de publicidad, pero no de cualquier publicidad, sino publicidad digital; debe tener mucha experiencia en el mundo digital, conocer los productos y las soluciones digitales de Google y tienen que ser siempre bilingües, porque por más que se trabaje en Italia tiene que hablar italiano e inglés; en España es igual”, anota.

En estos casos son cuatro entrevistas para las que es difícil prepararse y más o menos ese fue el mismo proceso que tuvo que pasar ella misma al ingresar, aunque hubiera sido por invitacion directa y no por convocatoria abierta, a partir de que conocían sus habilidades singulares.

“En una de esas entrevistas a uno le toca hablar mucho de liderazgo, o sea como influenciar a otros, cómo tener liderazgo ejecutivo y en la parte de comunicación, porque en Google se trabaja mucho la parte de management (gestión)”. La tercera entrevista se centra en la parte cognitiva, que se enfoca en ver cómo está estructurado el pensamiento de la persona, su habilidad para expresarlo y preguntas sobre cómo resolver problemas. La cuarta tiene que ver con la asimilación de los valores corporativos.

Carolina explica que su trabajo actual como recruiter lead (líder de reclutamiento) consiste en acompañar en esta materia a los vicepresidentes de cloud y de publicidad de la multinacional basados en París, desde donde se maneja la operación para el sur de Europa, Medio Oriente (Israel y Emiratos Árabes) lo mismo que África.

“Es decir que si mañana tengo que reclutar un director para España, alguien del equipo va a buscar en el mercado qué directores existen en ese país; si corresponden a lo que necesitamos los contactan, hacen como un primer contacto con ellos y después me pasan una lista con las personas seleccionadas. Yo hago un segundo filtro y decido quién se ve con el vicepresidente”, explica.

Para ello cuenta con cuatro o cinco profesionales (depende de la necesidad) que hacen el primer filtro y después ella finiquita el proceso. Pero hay otros que se encargan de la minucia de los contratos y, si es necesario, de la parafernalia que significa ubicar a una persona en un país diferente al de origen.

“Aparte de ese reclutamiento, hacemos el diseño de la organización porque Google se reorganiza todo el tiempo; entonces digamos que antes de pronto eran ocho países, hoy los condensamos en seis y me toca ser parte de eso, reorganizar a las personas bajo el liderazgo del director de esa reorganización. A mí me gusta mucho eso, porque son puestos con mucho liderazgo, de trabajar con ejecutivos a nivel internacional; se necesita mucha diplomacia, mucha táctica”, recalca.

Explica que al principio viajaba demasiado, pero desde hace cuatro años y medio cuando tuvo a su primer hijo –Esteban– racionaliza lo máximo posible sus desplazamientos. El segundo –Bixente– vino hace 18 meses.

Con 39 años que respalda con experiencia y con logros que bien la convierten en modelo a seguir, Carolina acepta sin embargo que ha tenido que lidiar con las desventajas de ser mujer latinoamericana en contextos adversos, pues reside en un país donde no se habla su idioma natal, pero además labora en una empresa gringa basada en la Ciudad Luz que precisa comunicarse en una tercera lengua –inglés–.

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“Entonces, mi reto toda la vida ha sido poder demostrar por qué una latina, una mujer que nació en Belén La Palma, que llegó a París, a Google, es capaz de lo que le están proponiendo y no decir “no se puede”, porque me tengo que sentir orgullosa de lo que me están proponiendo y al mismo tiempo soportar la presión; eso se llama un poco como el síndrome del impostor.

Aunque ella no conoce la película Que pase el aserrador, de Víctor Gaviria, de alguna manera encarnaría a Simón, el protagonista que cuando necesitan un aserrador no duda en alzar la mano aunque después tenga que hacer maromas para cumplir. Según ella, no solo se ha preparado siempre para enfrentar desafíos grandes sino que tiene el ADN de los paisas, de ser “berracos para todo y echados para delante”. Añade que uno de los valores de Google, la orientación a la acción es como la traducción al mundo empresarial de la expresión coloquial de los antioqueños de ‘Pa’ tras ni pa’ coger impulso’. Por eso asegura que la berraquera paisa le ha ayudado mucho a estar donde hoy brilla.

*Agradecimiento especial a la ACI Medellín por facilitar el contacto con Carolina Errecart.