Parqueaderos son la “mala nota” en las universidades
El crecimiento del parque automotor en Medellín afecta el orden en los campus, que enfrentan problemas de movilidad y saturación en sus estacionamientos.
Periodista de la Universidad de Antioquia interesado en temas políticos y culturales. Mi bandera: escribir siempre y llevar la vida al ritmo de la salsa y el rock.
Las máquinas de ingreso a la Universidad Eafit anuncian que no hay celdas de parqueo disponibles. Dos carros esperan en una de las porterías el momento en que las pantallas den luz verde para ingresar al campus central, en La Aguacatala. Con su carné en la mano, al igual que el conductor de otro automóvil estacionado a su lado, ella está preparada para ganarle el lugar que se desocupe y así no llegar tarde a clase.
La máquina anuncia la liberación de una celda. No dice en dónde exactamente. En pocos segundos, los dos han puesto el carné y el sistema los deja ingresar. Empieza la carrera para encontrar el estacionamiento antes que el otro. Esta vez corre con suerte, uno de los vigilantes le avisa dónde puede parquear. Otras veces tuvo que quedarse dando vueltas dentro de la universidad hasta hallar sitio, lo que seguramente tuvo que hacer el conductor del carro que ingresó junto a ella.
Su nombre es Sara Gómez, estudiante de Comunicación Social en Eafit, y la escena se repite varios días a la semana. Por eso, aunque vive cerca, sale siempre desde su casa, en la Cola del Zorro, con al menos una hora de anticipación.
“A veces no funciona ni eso. La semana pasada tenía una reunión a las 3:00 p.m., pero hubo una congestión terrible en una de las porterías y llegué 40 minutos tarde”, relata Sara.
El fenómeno, que se suma a los dolores de cabeza de los conductores por las congestiones en las vías de Medellín, se repite en cada una de las universidades de la ciudad, cada una con sus propias particularidades.
Según el Área Metropolitana, en los últimos 10 años el parque automotor aumentó un 100 % en automóviles y 400 % en motocicletas. Se calcula que durante los últimos tres años fueron comprados 140.000 vehículos.
No es la misión universitaria
“El dilema es invertir para carros o en investigación. ¿Construimos parqueaderos o laboratorios? —pregunta Juan Luis Mejía, rector de Eafit—. Creo que la función de la universidad es la circulación de conocimiento, y aún así, hacemos un esfuerzo enorme para tener suficientes celdas de estacionamiento para los vehículos de la comunidad universitaria”.
La demanda de estacionamientos en la ciudad supera la oferta. Y un factor adicional, como explica Álvaro Franco Giraldo, vicerrector general de la Universidad de Antioquia (U. de A.), es que las ocho principales instituciones de educación superior de Medellín se unieron para impulsar medios alternativos de transporte como la bicicleta, para contribuir en la descontaminación del aire.
“En la U. de A. logramos que las motos salieran del campus. Construimos un estacionamiento externo con capacidad para 1.400 de estos vehículos, y dentro de la Ciudad Universitaria hemos venido privilegiando parqueaderos para bicicleta, aun a costa de tener que sacrificar algunas celdas de parqueo para carros”, señala Franco.
En la sede de El Volador de la Universidad Nacional están terminando un espacio para estacionar las motos. Las antiguas zonas donde eran ubicadas se usarán para ampliar los biciparqueaderos.
“En la nueva área cabrían unas 1.500 motos, pero no quisimos hacerlo así, y solo habrá espacio para 764. La idea es ser sostenibles, entonces arborizamos el lugar, le pusimos jardines”, explica Mauricio Castrillón, director de Ordenamiento y Desarrollo Físico de la Nacional.
Otras instituciones como la Universidad de Medellín (U. de M.) y la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB), también se han sumado a la promoción de las bicicletas. UPB cuenta con 1.152 metros de bicivías dentro del campus que se conectan con las ciclorrutas de la ciudad; en la U. de M. se estudia ampliar el espacio para las ciclas, actualmente el claustro solo tiene capacidad para estacionar 80.
Un problema desbordado
Tres cuadras alrededor de la U. de M., los vehículos de profesores, estudiantes y empleados se estacionan frente a las entradas de las casas del barrio Belén Los Alpes.
“Ya hemos recibido quejas de los vecinos, quienes nos manifiestan su inconformidad porque les ocupan las entradas de garajes y se parquean sobre la vía pública”, revela Néstor Céspedes, jefe de planeación de la U. de M.
El directivo agrega que cuando hay eventos en el teatro universitario, que tiene capacidad para 1.700 personas, la situación es muchísimo peor. Ni siquiera da abasto el parqueadero de visitantes, ubicado en un lote en la parte norte de la institución.
En la portería del Río de la U. de A., al costado de la avenida Regional, los vehículos a los cuales no se les permite el ingreso al campus debido a la restricción de pico y placa que tiene la institución, suelen parquearse en la bahía de acceso, donde incluso un “trapito” está pendiente por si aparecen agentes de tránsito.
“Es nuestra mayor entrada de carros y motos —admite el vicerrector Franco—, pero la Secretaría de Movilidad instaló allí señales de prohibido parquear, y aunque sigue ocurriendo, hemos notado que este fenómeno de parqueo indebido ha disminuido”, dice.
En Eafit, como relata Sara Gómez, los estudiantes o profesores a veces llegan tarde a clases o no asisten, al demorarse por buscar un sitio donde estacionar.
“Incluso, a veces tenemos que hacer uso del parqueadero del centro comercial Oviedo, que es gratuito, porque el estacionamiento externo más cercano a la universidad cobra una tarifa de $12.000 el día, y eso ya no es sostenible para uno”, cuenta Sara.
Aunque en la Nacional la situación no es tan crítica, cuando no hay cupos dentro del campus de El Volador, o cuando tienen restricción de pico y placa, algunos estudiantes parquean alrededor de la esta sede y congestionan la portería en La Iguaná, que será trasladada próximamente a la carrera 65, para mejorar el ingreso y salida de vehículos.
Medidas
La U. de A, Eafit y la Nacional, tienen pico y placa durante todo el día, de acuerdo con las placas que tengan restricción según la programación de la Secretaría de Movilidad. En la U. de M. y en la UPB, desde que se comenzó a cobrar por el parqueadero, dejó de aplicar esta medida.
El rector de Eafit mantuvo las dos en la institución, y el dinero recaudado por estacionamiento se destina para apoyar en alimentación y otros aspectos a los estudiantes becados en la universidad.
Aunque los planes de Eafit no pasan por construir más parqueaderos, Sara considera que es necesario y es un problema que la institución debe resolver.
“No podemos construir parqueaderos subterráneos, porque las condiciones del terreno no lo permiten —responde el rector Mejía—. Las personas tenemos que adaptarnos a otras formas, le hemos metido al Valle de Aburrá más de un millón de vehículos, y creo que tenemos que pensar en otras alternativas de transporte”.
Campañas para compartir el vehículo son frecuentes en UPB y en la U. de M. Sin embargo, Néstor Céspedes confiesa que no han sido muy bien recibidas, porque la comunidad sigue prefiriendo la comodidad de ir en su propio medio de transporte.
Dentro de los proyectos de la U. de M. se contempla la construcción de parqueaderos subterráneos, con los cuales llegarían a tener hasta 1.400 celdas de parqueo para carros.
La Nacional sueña con una estación del metro que les permita a estudiantes, profesores y empleados llegar fácilmente a la institución, a la vez que tienen un proyecto con el Área Metropolitana para conectar las ciclorrutas entre la sede El Volador y la U. de A., con el cual esperan aumentar el uso de la bicicleta.
“Este fenómeno lo sufrimos todas las universidades, cada cual con sus particularidades. Por más que construyamos y construyamos parqueaderos —recalca Mejía— el tema no se va a resolver, solo se hará si de verdad se empiezan a buscar medios de transporte alternativos”.