Antioquia

¡Un teso!: con parálisis cerebral y se graduó de ingeniero en la UPB

Sebastián Álvarez se gradúo en la UPB. Su madre ha sido el motor para superar cualquier limitación.

Periodista egresado de UPB con especialización en literatura Universidad de Medellín. El paisaje alucinante, poesía. Premios de Periodismo Siemens y Colprensa, y Rey de España colectivos. Especialidad, crónicas.

15 de mayo de 2022

Llena de milagros y coincidencias, así ha sido la vida de Sebastián Álvarez Pérez, un joven de Medellín quien a pesar de tener parálisis cerebral y trastorno del lenguaje acaba de graduarse como ingeniero de Sistemas e Informática en la UPB, y ya labora en una multinacional de la información, la cual lo reclutó en plena pandemia.

Pero muy pedregoso y lleno de obstáculos fue el camino que recorrió Sebastián para alcanzar la que, hasta ahora, ha sido la máxima conquista de su vida. Hace 27 años, cuando nació, el pronóstico no podía ser más desalentador: “me dijeron que mi hijo iba a ser como un vegetal y que nunca iba a ser capaz de hablar”, cuenta su madre, Claudia Álvarez, quien creyó más en su fortaleza para luchar que en la ciencia médica. El tiempo le demostró que el amor todo lo puede, como pasó en su caso particular.

La que pronosticaba ser una tragedia empezó cuando ella tenía tres meses de embarazo. En ese momento le descubrieron una enfermedad llamada Bartolinitis, un absceso en las paredes de la vagina, que no podía operarse hasta tener un avance mayor. Un error o falta de previsión antes de la cirugía originó el mal con el que nacería su hijo.

“Me aplicaron 1 millón 200 mil unidades de penicilina cristalina sin preguntarme si yo era alérgica y eso me produjo que entrara en shock anafiláctico (reacción alérgica generalizada), durante el cual se afecta todo lo que sea extraño al propio cuerpo de uno, en este caso mi hijo que era el que estaba en mi vientre”.

El consejo que recibió Claudia de muchas personas fue que abortara, pues era muy probable que la situación médica hubiera afectado el feto. La vida le ponía el reto más difícil de resolver para su vida: tener un hijo enfermo, con limitaciones, y lidiar con él toda la vida o simplemente cortarle de una vez lo que sería una vida de sufrimiento. Pero para una madre embarazada y creyente, “arriba de Dios no hay nadie” y ella decidió seguir adelante con su embarazo. El premio llegó el 2 de enero de 1995, día en el que Claudia dio a luz a su único hijo, el dueño de todas sus alegrías.

El esmero de una madre

Fe y lucha. Estas serían las dos palabras para definir la tarea que emprendió la madre de Sebastián. Dice que cuando él nació lo vio tan bello y tierno que se olvidó de lo que habían diagnosticado los médicos.

“Iba muy bien, pero como a los seis meses empecé a notar que no se movía, no se volteaba, no me miraba ni se comportaba como todos los niños. Fui a consultar y ya me confirmaron lo de la parálisis cerebral y me dijeron el camino que quedaba: iniciar terapias, visitar cuanto especialista había, empezar terapias, equinoterapias, hidroterapias y no dejarse rendir”, relata Claudia, una mujer admirable y dulce y plena de amor por el hijo que le dio la recompensa de sobreponerse a la enfermedad y hacerlo con honores.

Las piedras en el camino nunca le faltaron a Sebastián. Antes de iniciar la vida escolar le negaron cupo en cinco colegios. Y allí llegó la primera casualidad: “estaba en un supermercado, me encontré una amiga, le conté el problema y ella me conectó con la directora del San Juan Eudes, donde lo recibieron desde párvulos, lo ayudaron y terminó graduado de bachiller”.

Con este título y su madre haciendo milagros, económicos y de vida, llegó la segunda coincidencia: “un primo de nombre Juan David Álvarez, que estudiaba sistemas, me enseñó a crear aplicaciones y me hizo enamorar de la informática y así pude entrar a la UPB, que era mi sueño”, relata Sebastián.

Allí tardó ocho años en graduarse, tres años más de lo normal. La razón fue que por su condición, no tomaba todas las materias sino tres o cuatro por semestre. “Me daban lidia las matemáticas, entonces cogí mi ritmo. En un semestre tomé las 7 materias y lo perdí, pero mi mamá me ayudó a no parar y seguí adelante”, cuenta Sebastián, que dice haberse sentido cómodo y seguro con sus compañeros.

Hace dos años, en plena pandemia, ocurrió la tercera casualidad: madre e hijo iban por la calle cuando los abordó un vecino que les expresó su admiración y se puso a sus órdenes para ayudarlos en lo que él pudiera. La coincidencia, ese día, también rayó con el milagro.

“Era un señor de nombre Carlos Duque que supimos que trabajaba en la multinacional Globant, una empresa que yo había conocido en una visita que nos programó la facultad a sus instalaciones y me pareció tan espectacular que me tracé la meta de trabajar en ella”. Carlos, conociendo este sueño, le llevó la hoja de vida y a Sebastián le dieron las prácticas. El desempeño tuvo obstáculos, negativas, apelación de Sebastián para otra prueba donde pasara el inglés, en el que se había rajado al inicio, hasta la admisión final.

“Fue el 22 de julio de 2020. Recibí una llamada en la que me daban la bienvenida a la empresa, es de lo más grande que me ha pasado”, dice él sin poder evitar que el llanto brote al recordarlo.

Todavía era un estudiante, pero su desempeño fue tan bueno, que Globant lo dejó laborando y hoy es QC Analyst. En menos de dos años tuvo tres ascensos, a pesar de que seguía tomando clases. El pasado 28 de abril, en un auditorio lleno que reventó en aplausos, Sebastián se graduó. Hubo llantos, pero de felicidad. Carolina Sandoval, su jefe en Globant, estuvo presente: “él fue el mejor de la práctica, entró a trabajar en un proyecto interno y ahora está con clientes extranjeros y lo hace bastante bien”, dijo.

Claudia, que está entre las mejores madres del mundo, gritó ¡bravo!, llevó sus manos al rostro lleno de llanto y luego corrieron a abrazarse. La vida no es color de rosa, pero el amor, el esmero y la lucha llevan a finales felices.