Antioquia

Recorrer 1.230 km para rescatar un perro

Don Jaime y su odisea para recuperar a Beethoven, la mascota de Santa Bárbara raptada por dos extranjeros.

Periodista egresado de UPB con especialización en literatura Universidad de Medellín. El paisaje alucinante, poesía. Premios de Periodismo Siemens y Colprensa, y Rey de España colectivos. Especialidad, crónicas.

31 de octubre de 2021

Si Mamá Chana viviera seguro habría llorado de emoción y orgullo, pero allá en el cielo –donde todos dicen que está–, ella pudo ser la más feliz con el retorno de Beethoven tras seis días de haber estado desaparecido. La proeza de traerlo de vuelta fue de su hijo Jaime, que para lograrlo recorrió 1.229 kilómetros, cuatro departamentos y más de 70 pueblos al sur, entre Santa Bárbara y Tuluá.

Una odisea que jamás se habría cumplido si el protagonista no tuviera el corazón más grande de Santa Bárbara y Beethoven no fuera el perro más querido y mimado en este municipio antioqueño. Ambas cosas se conjugaron para que esta historia de amor por los animales tuviera final feliz: el retorno al pueblo con recibimiento de héroes, incluida una carroza en la que Jaime no quiso subirse porque “el único acá que importaba era el perro”, pensó él, y convertirse en la figura estelar de la fiesta.

Beethoven, un callejero mezcla de Pitbull con otra raza que en Santa Bárbara aseguran que sería Bulldog, se había extraviado el domingo tres de octubre, pero Jaime solo vino a notar su ausencia el martes, dos días después, cuando al buscarlo en el parque para darle las caricias de siempre no lo encontró y entonces fue abordado por una señora que le informó que al perro lo habían visto caminando por la carretera con una pareja de extranjeros que lo llevaba con una correa al cuello.

La reacción de Jaime, que en el pueblo es la cabeza de la Sociedad Protectora de Animales y quien maneja el albergue para perros abandonados y maltratados, fue de consternación. Luego vino el llanto y de inmediato la decisión: iniciar una búsqueda que lo llevaría a distintas ciudades y pueblos de Antioquia, Caldas, Risaralda y Valle. Una aventura que él narra con emoción y felicidad.

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La historia de Beethoven empezó hace siete años, cuando siendo cachorro apareció en el municipio, donde empezó a deambular por las calles y el parque y a meterse en las carnicerías, las cantinas y las casas. Con cara de Pitbull y tan gordo como un Bulldog, muy pronto se ganó el cariño de los habitantes, que lo adoptaron como su mascota.

“Yo fui la primera que lo vi y no lo entré a mi casa porque no tenía cómo mantenerlo, pero empecé a pedir ayuda para darle cuido y hasta ahora nunca le ha faltado el alimento”, cuenta Nora Elena Cossio, una señora de la tercera edad que lo describe como un perro tierno, noble, pacífico y hasta heroico y milagroso.

“Me tocó ver que le iban a robar una moto a un muchacho, dos tipos armados, y el perro se les aventó y los hizo correr”. Narra que en un velorio a varios niños los acostaron en una cama y “Beethoven se quedó con ellos cuidándolos toda la noche pa’que no les fuera a pasar nada, ese perro parece un santo”.

Desde entonces, al canino se le ve en las carnicerías, donde le echan huesos y carne; en las sillas del parque, donde nunca falta quién se acerque a acariciarlo; en las cantinas, a los pies de los que beben o se quedan dormidos en las mesas. “Eso sí, no le pisen o le halen la cola porque ese animal se pone como un toro”, advierte Nora Elena, a quien el amor por el perro se le multiplicó: “Yo cuando ese animal se perdió no hice sino llorar”, dice.

Lo que le pasa a ella es un sentimiento generalizado en Santa Bárbara, pueblo cafetero de 27.000 habitantes, típico del Suroeste, con un parque principal amplio, la iglesia al fondo y todo alrededor: restaurantes, cantinas, billares, casinos y la cafetería para tomar un café y espantar el frío.

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Pero volvamos al martes cinco de octubre. Sin que el perro fuera suyo, Jaime, cuyo nombre completo es Jaime León López Carmona, 66 años, pensionado del colegio El Rosario de Itagüí, al saberlo extraviado tomó como suya la causa de ir a buscarlo y regresar con él. “Al darme cuenta de que se lo llevaron lo primero que hice fue publicar una foto del perro con los datos de que estaba perdido y una recompensa de $500.000 que ofreció un señor de Santa Bárbara, y empecé el escándalo. Con eso, alguien me escribió al celular y me dijo que lo habían visto por La Pintada, y ahí mismo cogí un bus y me fui para el comando de Policía de allá. Un patrullero dijo que habían atendido un caso de dos extranjeros que estaban en una riña y el perro estaba con ellos, y como los hicieron ir del pueblo, ellos cogieron al sur por la carretera”.

Con esa información, Jaime regreso a Santa Bárbara en espera de noticias. La noche fue de desvelo, pero a las 3 y 30 de la madrugada del miércoles recibió una llamada que le puso a brincar el corazón. “Me llamó una señora de La Pintada, dijo que tenía el perro amarrado en una manga. Cogí un taxi a esa hora y me fui a verlo, se parecía mucho pero no era Beethoven. Entonces cogí un bus y me fui a buscarlo a Irra (Risaralda), luego a Supía (Caldas) y nada, y tocó volver a Santa Bárbara”.

El jueves, el desespero creció y Jaime imaginaba lo peor: “¿cómo estará mi perrito sufriendo?, ¿qué irán a hacer con él?, ¿será que sigue vivo?”. Recordó a Icopor, un callejero de su albergue, tan desnutrido que cuando lo rescató pesaba 7 kilos y estaba comiendo icopor; a Niño, un criollo al que le ataron una cadena con las espuelas hacia adentro para que el dolor no lo dejara halar para intentar soltarse; o a Kiara, a la que le mantenían la trompa atada con un alambre para que no ladrara tanto.

Con esos temores, Jaime volvió a La Pintada, desesperado porque pasaba el tiempo y no había rastro. Entonces, tomó un bus a Manizales, pero fue otro viaje infructuoso.

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En Santa Bárbara, entre tanto, el pueblo seguía intranquilo. “Mientras don Jaime estaba en esas, acá rezábamos, en el pueblo se sentía la tristeza”, recuerda Nora.

El jueves en la noche Jaime regresó. Le oraba a Mamá Chana y a la Santísima Trinidad, de la que es devoto, para que le ayudaran en su misión. “Mamá Chana le decían a mi madre, Ana Mercedes Carmona, murió hace veinte años, y a mi finca la puse Villa Chana en honor a ella, porque adoraba los animales y me enseñó a quererlos y respetarlos”.

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El viernes 8, su plan era irse de nuevo a Manizales, pero cuando se aprestaba a comprar el tiquete pasó lo inesperado: “Me escribió un señor que maneja un camión y me dijo que había visto al perro en Tuluá, que lo llevaban los dos extranjeros, que se los reclamó pero el muchacho lo amenazó con un cuchillo y él mejor alertó a la Policía, que se los decomisó”. Jaime enseña la foto que le envió el camionero, con Beethoven halado de la correa por un hombre que caminaba por la vía. Y otra que le enviaron del comando de Policía de Tuluá con el perro al lado del uniformado que lo rescató. “Era Beethoven, no había duda, y ahí mismo me fui a Tuluá, un señor de un carro y su esposa me llevaron gratis”.

Lo que vino luego fue un largo trayecto de 272 kilómetros de ansiedad, miedos, dudas y la prisa por llegar a la localidad del Valle a recuperar al canino extraviado. Al verlo de nuevo llegaron el llanto, los abrazos, las caricias, los “mi niño, no me le pasó nada, Dios es grande, gracias Mamá Chana por este milagro”.

Con el perro en su poder, ese mismo viernes en la noche un santabarbareño dueño de un hotel en Ginebra (Valle) les ofreció hospedaje. El sábado, bien temprano, Jaime emprendió el regreso, pero se desvió a Tuluá, donde en el comando policial les tenía preparado un homenaje, después un desvío a Buga para darle gracias al Señor de los Milagros, y por fin el camino a su pueblo.

“Nos esperaba un desfile con motos, carros, sirenas y una fiesta total”, recuerda Jaime. Afirma que tantos milagros tienen un protagonista: Beethoven. “Es el perro que unió a este pueblo, porque yo soy el que menos importa”. Lo invaden la ternura que le da Beethoven, su humildad y ese gigantesco corazón que tiene