A 10 años del “principio del fin” de las Farc
Con la Operación Jaque, el Ejército llevó la guerra más allá del campo de batalla. La guerrilla pasó al diálogo.
Soy periodista egresada de la Universidad de Antioquia. Mi primera entrevista se la hice a mi padre y, desde entonces, no he parado de preguntar.
“Somos del Ejército Nacional, bienvenidos a la libertad”, con esa frase un grupo de militares infiltrados selló “el rescate más perfecto, en la historia del mundo”, como lo calificara William Brownfield, exembajador de Estados Unidos en Colombia para la época.
La Operación Jaque, ocurrida hace 10 años, logró el rescate de 15 secuestrados en las espesas selvas colombianas, sin disparar una bala ni derramar una gota de sangre. Inteligencia pura, imaginación y creatividad.
Más allá de lo que significó en términos humanitarios, esa acción de la Fuerza Pública fue el punto de inflexión en el conflicto colombiano: “un debilitamiento a la moral de lucha de las Farc, que se dieron cuenta de que eran permeables, vulnerables y que las capacidades del Ejército iban más allá del combate, y las tradicionales operaciones militares”, explica el coronel (r) Jhon Marulanda, analista internacional en seguridad y defensa.
Las Farc venían sufriendo el debilitamiento a partir de bombardeos, sus mandos altos y medios caían uno a uno, pero la utilización de la tecnología fue determinante. Esta jugada maestra golpeó su confianza, los dejó con delirio de persecución, creían más en la traición que en la perfección del plan militar y, si ya no podían comunicarse, la guerra de guerrillas también quedó en “Jaque”.
La operación maestra
A como diera lugar, un equipo de inteligencia militar trataba de dar con la ubicación de los secuestrados, revisaban videos, interceptaban comunicaciones, hablaban con las comunidades, hasta que, en febrero de 2008, la búsqueda hizo clic. Algunos pobladores contaron que escuchaban en el río Apaporis a personas hablando otro idioma, entonces un equipo de soldados llegó por tierra al punto señalado entre Vaupés y Guaviare y vio a los tres contratistas norteamericanos secuestrados hacía más de 5 años.
No los rescataron, para intentarlo se necesitaba la autorización del presidente Álvaro Uribe y, seguramente, él buscaría el visto bueno de su homólogo George Bush. Además, cargaban a cuestas con el estruendoso fracaso, cinco años atrás, de la liberación fallida del gobernador de Antioquia Guillermo Gaviria y su asesor de Paz, Gilberto Echeverri. No obstante, esa información fue valiosa: ya sabían dónde estaban.
También tenían una certeza: sabían quién los cuidaba. Gerardo Antonio Aguilar, alias “César”, quien comandaba el Frente Primero, era egocéntrico, le encantaba sentirse importante y querido por sus comandantes, así fue como empezó la Operación Jaque.
Inteligencia militar adquirió tecnología que le permitió, además de infiltrar frecuencias radiales y desencriptar los mensajes, convertirse en un tercer punto entre las comunicaciones ajenas. Así, los soldados podían hacerse pasar por el “Mono Jojoy” o por “Alfonso Cano” -por esos años nombrado máximo jefe de las Farc- ante “César” para pedirle información y darle instrucciones. Consiguieron así las coordenadas de ubicación de tres grupos de secuestrados y juntarlos en un solo lugar.
“César”, convencido de cumplir órdenes, reunió a la excandidata presidencial Ingrid Betancourt; a los norteamericanos Marc Gonsalves, Keith Stansell y Thomas Howes, y a los policías y militares Juan Carlos Bermeo, Raimundo Malagón, José Ricardo Marulanda, William Humberto Pérez, José Miguel Arteaga, Amaón Flórez, Julio César Buitrago, Armando Castellanos, Vianey Javier Rodríguez y John Jairo Durán.
Después, la supuesta instrucción de “Cano” a “César” fue que llevara a los secuestrados a un lugar, en el que lo recogería un helicóptero de una misión, porque quería conocerlos.
Mientras tanto, una selección de oficiales, infiltrados anteriormente en la guerrilla, se preparaban para hacerse pasar por una misión humanitaria, videos de misiones similares mostraban cómo era el despliegue y ellos estaban listos para actuarlo, se apropiaron de sus papeles de periodistas de Telesur y Ecuavisa, de médicos, enfermeros, miembros del CICR. Los más polémicos pintaron un helicóptero del Ejército como el de un organismo humanitario y usaron sus emblemas.
La operación fue impecable, en cuestión de 22 minutos y 13 segundos los militares, ya en el aire, doblegaron a “César” y “Gafas”, y anunciaron la libertad a los secuestrados.
La imagen más recordada de aquella tarde es la de un hombre, con la voz entrecortada, diciendo ante la cámara de un supuesto periodista: “He estado encadenado por 10 años. Soy el teniente Malagón del glorioso Ejército Nacional de Colombia”. Ese glorioso ejército, del que se sentía orgulloso, lo rescató “del corazón de la selva, de la guerrilla más poderosa, más peligrosa y más antigua del continente”, como dice Juan Manuel Santos, entonces ministro de Defensa y hoy presidente.
El punto de quiebre
Hasta ese día el Estado temía golpear a las Farc, cualquier asalto podía costar la vida de los secuestrados, que en medio de la guerra eran la más valiosa “prenda”, recuerda el piloto del helicóptero MI17, ese 2 de julio de 2008.
Hoy mantiene su anonimato, al igual que los demás compañeros. Durante 10 años el Ejército no se ha atrevido a levantar el velo. Las vidas de esos valientes hombres y mujeres valen mucho, aseguran.
“Una vez se lanzó esta operación se marcó el punto de quiebre para todas las instituciones. Empezamos a hablar de diálogos, eso es lo que llevó a la negociación”, dice el suboficial.
En ese mismo sentido, el general (r) Eduardo Herrera Berbel considera que la Operación Jaque “no logró de inmediato la correlación de fuerzas favorable al Gobierno, porque esa siempre había existido, lo que sí les quitó es lo que podíamos llamar ‘la joya de la corona’ para la presión política ante ese gobierno y EE.UU.”.
Es por eso que el presidente Santos advierte que Jaque “tuvo dos efectos diametralmente opuestos. Para las Fuerzas Militares, para el Ejército, fue una inyección de moral, de entusiasmo, de optimismo, de seguridad en sí mismo. Por el otro lado, para las Farc fue un golpe a su moral, a su entusiasmo, a su capacidad de continuar esa guerra que habían librado durante tantos años”.
Cumplieron así con los dos requisitos que, entonces, eran necesarios para que las Farc se metieran en un proceso de negociación serio: “una de esas era invertir la correlación de fuerza a favor del Estado, que los militares estuvieran mejor capacitados y tuvieran más poderío, más fortaleza frente a lo que las Farc tenían en ese momento. En El Caguán, era a la inversa, todo el mundo decía que las Farc eran más poderosas que el Ejército”, y la segunda “era quebrar la voluntad de los comandantes de la guerrilla. Que para ellos resultara mejor negociar la paz que continuar la guerra”.
Y aunque pocos días después del operativo trascendieron videos a la prensa, los comandantes de las Farc nunca creyeron que Jaque se había llevado a cabo, insistían, e insisten todavía, en que fue una traición de “César” y “Gafas”.
Una fuente cercana a la Farc le contó a este diario que los comandantes guerrilleros mantienen una versión según la cual el Ejército y la CIA ofrecieron 5 millones de dólares a las familias de esos mandos medios para que liberaran a los secuestrados y se entregaran, so pena de pagar las consecuencias. Para Herrera Berbel, esta versión es una desfachatez, que deshonra el nombre de los militares que arriesgaron su vida.
Así, en medio de intrigas, delirios de persecución y represión militar, las Farc cedieron a negociar con el ministro que los bombardeó y los engañó. En esos diálogos llegaron a un Acuerdo y están a punto de ocupar curules en el Congreso. Ya los comandantes empezaron a ir a la Comisión de la Verdad y pronto empezará a actuar la justicia.
Pero Jaque también fue el punto de quiebre en las vidas de todos los implicados: Santos fue elegido presidente de la República y reelegido en medio de la negociación con las Farc. “César” fue extraditado y “Gafas” está en libertad condicional gracias a la JEP. Los norteamericanos volvieron a su país y recibieron una jugosa indemnización; Ingrid Betancourt volvió a Francia, después de intentar una carrera política que fracasó tras demandar al Estado, hoy trabaja por la paz. Algunos de los militares y policías, después del secuestro, no pudieron recuperar sus vidas a pesar de los tratamientos sicológicos. Otros, como Malagón, hoy coronel, siguieron sirviendo al “glorioso Ejército Nacional”; y quienes llegaron en ese helicóptero a engañar a las Farc caminan por las calles como anónimos, ninguna medalla cuelga y brilla en su solapa.