Colombia

Así es ser docente en escuelas azotadas por el conflicto armado

Los grupos armados instalan retenes, ocupan salones o reclutan estudiantes, mientras los maestros intentan sostener la esperanza en medio del miedo. EL COLOMBIANO conversó con docentes que se resisten a la idea de que sus alumnos se conviertan en un instrumento para la guerra. Las escuelas han sufrido 52 ataques este año.

Periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana. Escribió para El Tiempo. Fue periodista digital. Ahora cubre temas de paz, conflicto y Derechos Humanos. Amante de la gente, Atlético Nacional y las montañas.

13 de septiembre de 2025

Miguel* tiene 12 años y se quedó sin saber la calificación en su tarea de matemáticas. El cuaderno quedó abandonado en una escuela de la subregión de San Juan en Chocó: el niño y su familia tuvieron que salir despavoridos de una guerra que los alcanzó.

“Ha sido traumático —dijo el profesor de la escuela—. A veces los grupos armados llegan a la comunidad y montan retenes cerca a la institución educativa. Acusan a personas de pertenecer al grupo enemigo. Estudiantes, profesores y vecinos hemos tenido que correr. Nos ha tocado presenciar persecuciones y hasta ejecuciones”.

´Lo que ocurre en esa escuela del Chocó no es un hecho aislado. De acuerdo con el Consejo Noruego para Refugiados (NRC), entre enero y junio de 2025 se registraron 52 ataques a la educación en Colombia, un promedio de uno cada tres días.

Las instituciones educativas son espacios seguros y no trincheras para la guerra. Esa es la premisa que los actores armados, parece, olvidaron.

Los ataques fueron documentados en seis departamentos —Antioquia, Cauca, Chocó, Norte de Santander, Putumayo y Valle del Cauca (ver mapa)— y van desde instalación de minas antipersonales y ocupaciones militares, hasta ataques directos a estudiantes y profesores.

La violencia contra las escuelas en otras regiones

“Muchos de mis alumnos se han ido a otros municipios o departamentos”, dijo el profesor de San Juan y añadió: “La escuela queda vacía y uno siempre se pregunta si volverán”.

El Consejo Noruego documentó la presencia de grupos armados a menos de 200 metros de las escuelas. El riesgo de un enfrentamiento obliga a la suspensión de clases.

–¿Usted habla con sus estudiantes del conflicto armado?

–Esos temas se evitan, no se abordan. En una zona como estas hay que callar o hablar muy bajito porque todo puede ser un riesgo.

Ese miedo cotidiano alimenta la deserción escolar: padres que deciden no enviar a sus hijos, estudiantes que desaparecen del aula tras un desplazamiento forzado o un reclutamiento. El informe del Consejo Noruego advierte que, en muchos casos, las clases se interrumpen por semanas, dejando huellas en el aprendizaje y en la salud mental y física de niños y maestros.

“Cuando niños y niñas son reclutados para unirse a grupos armados, su educación se interrumpe abruptamente. Conocimos un caso donde un padre nos contó que varias veces los actores armados organizados habían entrado a la escuela para hablar con los estudiantes y pedirles sus números de celular”, detalló Giovanni Rizzo, director del Consejo Noruego para Refugiados en Colombia.

–¿Cómo le fue a Miguel en la tarea?

–Muy bien, sacó 5.0.

La violencia contra las escuelas en otras regiones

Los ataques a la educación –al menos los que pudieron ser documentados por el NRC– afectaron a 9.436 personas. La mayoría de las víctimas son niños, niñas y adolescentes: 8.752. En Convención, Norte de Santander, una celebración escolar de la Escuela Normal Superior terminó en estampida cuando los estudiantes tuvieron que refugiarse en viviendas y en la Alcaldía en medio de disparos. Ese hecho ocurrió en febrero pasado cuando la guerrilla del ELN decidió hostigar la estación de Policía. Un uniformado resultó herido. La institución educativa recibió disparos que causaron daños en piso, paredes y ventanas.

“A los actores armados —tanto las fuerzas armadas como los grupos armados organizados—, hacemos un llamado urgente para que respeten inequívocamente las escuelas y sus vías de acceso. El compromiso de todas las partes en el conflicto para respetar las escuelas debería ser inquebrantable”, añadió el director Rizzo.

El dolor en el Cauca

Juan Carlos*, profesor en el departamento del Cauca, se levanta todos los días con la esperanza de arrebatarle estudiantes a la guerra. Ya perdió algunas batallas. “Era un muchacho muy respetuoso y noble. Le gustaba el deporte y hacer manualidades. Él me buscó una semana antes de irse. Me dijo: ‘profesor, muchas gracias por todo, me voy’. Y se me fue”, recuerda el profesor Juan Carlos con los ojos inundados. El joven terminó engrosando las filas de uno de los grupos armados ilegales que operan en el departamento. Fue reclutado y murió en combate.

“El desafío ético de nosotros es mostrarle otros caminos a estos muchachos. El día de su velorio entendí por qué se había ido para allá. Vivía en unas condiciones muy paupérrimas. Ver a su mamá en una situación de extrema pobreza lo llevó a tomar esa decisión”, apuntó el profesor Juan Carlos.

El docente dice que ya perdió el miedo o, al menos, aprendió a disimularlo y a mostrarse fuerte ante sus alumnos. Las notas, la presión por sacar un buen resultado en el Icfes son asuntos que pasaron a un segundo plano. Su principal misión es mantener a sus alumnos en las aulas y lejos de los actores armados.

“La escuela en tiempos de guerra se ha convertido en el refugio para que los niños se protejan ante tantos problemas sociales o necesidades. Cuando hay restaurante escolar yo me alegro de que coman lo que más puedan, pero cuando no hay, la situación es más compleja”, dice.

Dentro de sus aulas también se han registrado las contradicciones propias del conflicto. Tuvo estudiantes que en los recreos jugaron fútbol juntos y, después, terminaron en bandos distintos de la guerra. Hay alumnos que terminan en la insurgencia y otros se van a prestar servicio militar con el Ejército.

“Yo a veces me pregunto qué pasará por la cabeza de ellos. Ver que un compañero de clases después termina convertido en un enemigo al que hay que enfrentar”, dice el profesor.

Aunque también hay tiempo para la esperanza. Mientras atendía esta entrevista recibió la visita de una exalumna. Se había graduado como técnica en auxiliar de enfermería, trabajaba para el municipio y dictaba unas charlas de prevención en salud.

“Tenemos otro caso de orgullo. Es una muchacha que está en la Universidad Nacional, Sede Palmira y estudia administración de empresas. Se ganó una beca y en la escuela hicimos una ‘vaca’ para apoyarla económicamente”, subrayó el docente.

En este punto, el director del NRC hizo un llamado a las autoridades para que protejan las escuelas más allá del control armado en los territorios.

Advirtió que las instituciones civiles deben llegar a los territorios con educación, salud y protección a la niñez.“Deben estar presentes y coordinados, de modo que las niñas, niños y adolescentes puedan estudiar sin miedo y con garantías reales para su futuro”, afirmó Rizzo.

–Profesor Juan Carlos, ¿qué sueña usted para su escuela y sus alumnos?

–Yo sueño con que mis muchachos y mis muchachas, así no sean profesionales, tengan la tranquilidad de vivir en paz. De que la guerra cese, en cualquier forma. Que tengan un futuro diferente al de las generaciones de nosotros. Esa es nuestra meta, esa es nuestra lucha. Tenemos que encontrar los caminos de la paz. Ya no quiero ver más madres llorando a sus hijos.

*Los nombres fueron cambiados para protección de las fuentes.