El Cauca llega seco al puerto dulce de Colombia
El 31 de diciembre del año pasado el río Cauca, a su paso por La Virginia, en Risaralda, alcanzó su nivel más bajo en por lo menos los últimos 10 años: 15 centímetros de profundidad. Es tal la sequía que hoy continúa, que el gran Cauca deja ver amplios playones. A esto se suma que los ríos aledaños que desembocan en él lo hacen con muy poca intensidad.
El contraste, cuando el país sufre el peor de los fenómenos de El Niño, es lo que ocurrió en la emergencia que se vivió en 2011, a causa de los desbordamientos del Cauca. Hace cinco años, el 90 por ciento de La Virginia estaba inundado y hoy el 90 por ciento de la población que vive de lo que trae el río, espera que su caudal aumente.
“Cada día a las 6:00 de la mañana el río ya tiene que estar monitoreado, y se repite a las 5:00 de la tarde. Hoy por ejemplo el nivel está en 56 centímetros, pero el 5 de enero estuvo en 16 centímetros”, comenta preocupado Jesús Guillermo Villamar, bombero de La Virginia, mientras revisa el cuaderno de registros.
Una medición en un día normal, sin altas temperaturas y sin intensas lluvias, según la experiencia de los bomberos, es que el Cauca no registre un caudal por debajo del metro, pero que tampoco supere un caudal de dos metros.
Sin materia prima
Desde antes de que se ilumine el día, los hombres con la tez quemada por los rayos del sol, callos en sus manos y responsabilidades a cuesta del llamado “Puerto dulce de Colombia”, se alistan para iniciar una jornada que estará cargada de sudor, fuerza, pero sobre todo mucha agua dulce y resistencia sobre la misma.
Entre las canoas, la arena y la palas no hay mujeres. El trabajo es pesado y el hombre es el que se encarga. Nelson Clavijo tiene 51 años y desde los 11 no recuerda haber trabajado en otra cosa que no tenga que ver con el río. “Yo crecí en el río y no sé hacer otra cosa que no sea con él. Acá muchos no sabemos de construcción, no sabemos de café, sabemos del río y de acá es que obtenemos nuestro sustento diario y el de nuestras familias”, comenta.
Entre 20.000 y 25.000 pesos libres por siete metros de arena que sacan entre dos personas se gana al día cada uno de estos hombres. Desde hace cinco meses, la cifra se redujo a la mitad por culpa de los bajos niveles del río.
Una lancha utilizada por los areneros puede cargar entre 6 y 7 metros de arena, cuando las condiciones climáticas lo permiten. Con la fuerte ola de calor el material escasea y las posibilidades de ir río arriba a buscarlo se limitan, pues las lanchas no pueden navegar libremente.
“El río siempre ha sido y es una fuente de trabajo para el 90 por ciento de los habitantes de La Virginia”, indica Clavijo mientras señala a dos hombres en una canoa a pocos metros de la orilla. Uno se sumerge y saca un balde de arena medio lleno y otro, que encima de la barca, le recibe.
“Ellos por ejemplo están desde muy temprano en la mañana y va siendo casi medio día y no han sido capaz de llenarla. Antes alcanzaba para la carne y la cerveza, ahora solo alcanza para la carne” .