Elegí vivir en Colombia por ser un país hermano
Periodista venezolana y colombiana. Afín a los debates políticos. Corazón Vinotinto y Culé. Desde cualquier trinchera, la lucha es la misma: la democracia. Redactora en la unidad de Interacción y Comunidad en El Colombiano.
Era “la tierra prometida”. Así era la Venezuela de hace 35 años para el colombiano Jorge Lozano. Ese es justo el tiempo que tiene viviendo fuera de su país. Tenía 29 años cuando este bogotano se vio seducido por las promesas de un futuro promisorio que su primo desde Caracas, también colombiano, le aseguraba que encontraría en la nación vecina. Era una Venezuela en pleno progreso, marcada por el gobierno de Luis Herrera Campins, un mandatario demócrata abanderado del partido político Copei.
En ese entonces, su mamá ya había muerto y la relación con su padre no era la mejor. Así que el mayor sacrificio que hizo fue abandonar sus estudios. Fue así como Jorge, mi papi, inició su periplo por un país que hoy dice no es el mismo que encontró.
“(El presidente Nicolás) Maduro debería mirar en retrospectiva lo que históricamente hemos hecho los colombianos por esta patria. Llegamos a hacer el trabajo rudo que los venezolanos evitaban”, dice al rechazar las deportaciones masivas de colombianos.
Mi padre cuenta que durante su estancia en Venezuela jamás vio un impasse entre ambas naciones como el de hoy. Ni siquiera, en la llamada crisis de la corbeta Caldas, en 1987. “Nunca vi algún gobierno venezolano incitar a la xenofobia”.
De ese futuro que Jorge pudo forjarse nunca imaginó que esa promesa estaría negada para sus cuatro hijos, fruto de su matrimonio con una venezolana. “Desde que llegó (el extinto) el presidente Hugo Chávez, siempre supe que las cosas no marcharían bien”.
“Si una frustración tengo ahora, es ver a mi familia dividida”, lamenta este hombre quien hace año y medio vivió la ironía más grande de su vida: ver partir a su hija mayor al país que lo vio nacer. Para él, otorgarles a sus retoños la doble nacionalidad significó darles una tabla de salvación para que mis hermanos y yo pudiéramos progresar en un lugar con mejores condiciones de vida como él lo hizo hace varias décadas. Este triste episodio lo repetirá pronto con sus otros tres hijos cuando finalicen la universidad.
¿De regreso a casa?
¿Padre te arrepientes por haberte ido a Venezuela? Mi pregunta tiene un punto: la nación vecina le dio todo y ahora desde allí ve cómo comienzan a “fugarse” sus más grandes tesoros. ¿Se le desdibuja a este hombre de casi 64 años ese sueño llamado Venezuela?
Él trata de mantener la agudeza en su tono, pero lo conozco, por más que hagamos este peculiar experimento de olvidar nuestros lazos y creernos solo entrevistado y periodista, sé que la pregunta es sensible y allí no tiene otra forma que dejar salir su talante de padre al intentar dejarme la moraleja (como siempre): “¡no me arrepiento en lo mínimo, porque este lugar me lo dio todo, sino no los tuviera a ustedes!”.
Antes de despedirlo al otro lado del teléfono, no puedo dejar de preguntarle si se siente más venezolano que colombiano, pues finalmente la mitad de su vida ha transcurrido fuera de su tierra natal. “Uno es de donde es. Amo esta tierra, pero siempre seré colombiano, así como tu nunca dejarás de ser venezolana”, me dice.
Me enorgullezco de sus palabras, de lo que reflejan, porque ratifican lo que he aprendido en el año y medio que ahora llevo en Colombia, un país lleno de oportunidades, de gente cálida, amorosa y servicial, que no ha dudado un segundo en tenderme su mano; la lección es que es posible sentirse en casa estando fuera de ella, eso es ahora Colombia para esta hija de dos pueblos hermanos.
Quizás ahora es que entiendo por qué Simón Bolívar, precursor de la independencia de Venezuela y también de Colombia, el personaje histórico y literario, no el reinventado por el chavismo, no dudó un segundo en partir de este mundo desde esta hermosa tierra. Colombia fue también su morada y ahora comprendo en carne propia por qué llegó a imaginarnos como un solo pueblo.
Siempre tuve claro que no escaparía por completo del malestar de ver sufrir a mi familia, amigos y compatriotas que allá quedaron; pero jamás imaginé que la crueldad tendría un brazo tan largo. Madres y niños, en su mayoría, están entre los principales deportados por Maduro. Indigna, porque como venezolana y periodista, sé que los principales contrabandistas del país lo encabezan los militares venezolanos. Y si aún jugáramos a que esa excusa fuera cierta y todos son “contrabandistas”, no hay razón para violentar sus derechos y tratarlos peor que animales. Pero ese es el gobierno de Maduro, uno que se revela como el más grande engaño del hemisferio. Para muestra este amargo episodio que pone en relieve el “humanismo” del llamado socialismo del Siglo XXI .