Paz y derechos humanos

Un clamor de madre reclama verdad y memoria hace 20 años

Madres de la Candelaria es un grupo de mujeres que apoya a las víctimas del conflicto armado.

Amo el periodismo, y más si se hace a pie. Me encantan los perros, y me dejo envolver por una buena historia. Egresado de la Universidad de Antioquia.

21 de marzo de 2019

Las fotos siguen ahí. Son las mismas de hace dos décadas, con los mismos nombres y grabadas en las telas curtidas por el sol sofocante del mediodía. Siguen hundidas entre miradas lastimeras de vírgenes y crucifijos de yeso, y rodeadas de cremas y ungüentos de marihuana que ofrecen para el reumatismo y los dolores, los vendedores que hacen del atrio de la iglesia La Candelaria, en el Parque de Berrío, su vitrina.

Con esas mismas fotografías, las Madres de la Candelaria han reclamado durante 20 años la verdad de lo que pasó con sus seres queridos. Son un puñado de mujeres que el 19 de marzo de 2000 decidieron hacer del miedo un escudo y salir a las calles a preguntar las cuestiones que nadie quería –ni hoy quieren– responder: ¿dónde están? ¿Quién se los llevó? ¿Por qué?

Amparo Mejía fue una de esas primeras mujeres y hoy es la directora las Madres de la Candelaria–Línea Fundadora. Desde el escenario que les ha servido para cada ocho días gritar “vivos se los llevaron, vivos nos los regresan”, recordó cómo fueron esos primeros días de lucha y reclamos.

“Tuvimos muchos atropellos iniciando, por ejemplo, de Espacio Público. Todavía no falta el que hoy pasa y nos grita: locas, desocupadas; pero todo eso nos da la resistencia para seguirle mostrando a la gente que pasa por este escenario, que acá en Medellín siguen desapareciendo personas y asesinando mujeres”, expresa Amparo.

Allí en el atrio, con el ruido de fondo de los vendedores de frutas y la corneta ensordecedora de los buses, con el agite de un metro que como un gusano de metal recorre la ciudad cada cinco minutos, y el murmullo del transeúnte a veces presuroso, a veces lento, a las Madres de la Candelaria se les volvió un reto dignificar la memoria de sus seres queridos que perdieron la vida en el conflicto, “y aún les decimos a los actores ilegales en el marco de Justicia y Paz y de la Justicia Especial para la Paz, que nos digan dónde están”.

Se enfrentaron y buscaron

Con una verdad a cuentagotas o escondida, la Madres de la Candelaria decidieron enfrentarse a los excabecillas de los grupos paramilitares. Fueron hasta las cárceles, preguntaron cara a cara o a través de videoconferencias.

Fue así como en una audiencia en 2007, Diego Fernando Murillo, más conocido como Berna y quien fue el comandante de los bloques Cacique Nutibara y Héroes de Granada de las Auc, tuvo que decirle a María Elena Toro dónde estaban enterrados tres de sus familiares desaparecidos entre 1996 y 1997.

“Desde que me los desaparecieron empecé a ser parte de las Madres y sigo, con la fortaleza de que ya encontré a tres de ellos y la esperanza de hallar a los otros dos que son mi hijo Franklin Barón Toro y a Guillermo Cuartas Serna, aunque ya me dijeron que no los iba a hallar”, dice María Elena, a quien le duele la indiferencia que se vive en el país por las víctimas del conflicto armado.

Muchas veces, con las coordenadas en las manos entregadas por los jefes paramilitares, estas mujeres se internaron largas jornadas en las selvas, para ellas mismas, y con ayuda de la Fiscalía, buscar a sus seres queridos. Lo hicieron bajo la lluvia, con hambre, vendieron boletas para pagar su pasaje en bus, pero los hallaron, ¡y los trajeron!

“Eso ha sido muy satisfactorio, hallar a los que pensamos que nunca volveríamos a ver”, enfatiza Amparo.

Ayer volvió a escucharse, una vez más, “los queremos vivos, libres y en paz”, en el atrio de la iglesia, un grito que en los últimos 20 años se ha escuchado sin descanso por los que se perdió el rastro.