Colombia

Alicia Arango, de la mano derecha de Uribe a la de Duque

La nueva ministra del Interior, ficha clave en el gobierno Uribe, asume el reto de sumar apoyos en el Congreso.

Periodista de la Universidad de Antioquia. Creo que es bello dedicarse a leer el mundo, a buscar los trazos que dan forma a esa figura punteada. Creo en los párrafos borrados, en las conversaciones obsesivas, en las palabras que buscamos y, a veces, encontramos.

04 de febrero de 2020

El cambio de tono no dio espera. Solo dos días después del anuncio de su paso del ministerio de Trabajo al del Interior, Alicia Arango apareció en televisión –en prime time de domingo de Noticias Caracol–, poniéndole cara a una reforma pensional que, sin ser presentada, ya le había costado al Gobierno protestas en los últimos dos meses.

“Un ingeniero de sistemas, tú no lo necesitas todo el día en la oficina, sino dos horas, que le coticen las dos horas”, dijo Arango sonriendo.

Mientras hablaba, reforzaba cada palabra con un gesto de sus manos, como si anotara instrucciones en un tablero invisible: “Lo importante no es esquivar la polémica, es pensar en el beneficio general, sea popular o sea impopular”, dijo, y cerró la entrevista con un elogio para sí misma: “A mí me ha ido divinamente con los políticos”.

No estaba presumiendo en vano. La nueva ministra de la política, elegida para suceder a Nancy Patricia Gutiérrez luego de 18 meses en los que no logró consolidar una mayoría en el Legislativo, está acostumbrada a manejar –y a responder– las embestidas en los pasillos del Congreso y en la Casa de Nariño.

Lo hizo entre 2002 y 2010 en el gobierno de Álvaro Uribe, en el que ejerció como secretaria privada del mandatario y, en la práctica, como la directora de orquesta que mantuvo andando la agenda diaria del expresidente durante 8 años.

Maestra de llaves

Alicia Arango eligió a Álvaro Uribe antes que él a ella. Según cuenta otro de los asesores cercanos al expresidente durante su época de Gobierno, fue ella quien apareció en la oficina de Uribe cuando este no superaba siquiera el margen de error de las encuestas, para decirle que quería acompañarlo para llegar a la presidencia.

Allí estuvo, en los recorridos de los siguientes meses y en el ascenso en los sondeos. Para cuando ganaron las elecciones, Arango estaba en un círculo de confianza incluso mayor que el de funcionarios que venían con él desde su época en la gobernación de Antioquia.

“Se ganó la confianza de Uribe. Fue su persona más cercana y quien más lo conoció durante esos 8 años”, dice Óscar Iván Zuluaga, ministro de Hacienda en ese gobierno.

Arango fungía como una especie de maestra de llaves del despacho presidencial. Aquella que abría o cerraba la puerta a quienes querían hablar con el mandatario, incluso a los ministros.

“Muchas veces hablábamos con ella para solicitarle un espacio con el presidente, cuando queríamos llevar con urgencia alguna inquietud”, cuenta Zuluaga.

Carlos Holguín Sardi, ministro del Interior en ese gabinete, recuerda que, al estar encargada de la agenda, Arango influyó para que Uribe se acostumbrara a viajar directamente a los lugares, proyectando a la larga una imagen de cercanía.

De los miembros del sanedrín, el nombre que recibió el grupo que estuvo junto a Uribe desde que era un candidato sin opciones en 2002, Arango fue la única que seguía allí en 2010.

El resto –Ricardo Galán, Jaime Bermúdez, José Roberto Arango, Fabio Valencia, Luis Carlos Restrepo y José Obdulio Gaviria– salieron de sus cargos por varias circunstancias; ella, en cambio, se mantuvo hasta el final, cuando la Corte Constitucional cerró la opción de una segunda reelección.

Entonces pasó a la embajada de Colombia ante Naciones Unidas en Suiza, donde estuvo hasta 2013, y volvió a Colombia para asumir el liderazgo del entonces naciente partido de Uribe, el Centro Democrático.

Guardiana de Duque

En 2017, ante la coyuntura de una nueva contienda presidencial, Arango retomó su actitud de 2001, e hizo una apuesta.

Escogió, esta vez, seguir a Iván Duque, un senador al que había conocido años antes, cuando era empleado del Banco Interamericano de Desarrollo.

Se convirtió en su jefa de debate durante la campaña, defendiéndolo tanto de las críticas externas, como de las internas, provenientes de sectores del partido que lo consideraban demasiado moderado.

Cinco meses después, su candidato se convirtió en presidente y ella asumió como ministra de Trabajo, afrontando las negociaciones con los sindicatos y los gremios, y destacó en un gabinete de voces discretas, sin exaltaciones en los consejos de ministros, por sus intervenciones fuertes y sin filtro.

“Alicia es muy ruda, y los políticos muy delicados, no sé si eso le juegue en contra como ministra del Interior”, dice una fuente cercana al Gobierno.

Desde el Congreso, sin embargo, parlamentarios de distintos partidos consultados por EL COLOMBIANO reciben favorablemente su llegada al cargo.

“Ese tono fuerte es necesario, se requiere alguien que defienda los proyectos del Gobierno, que entienda la política y esté convencida”, dice Carlos Fernando Motoa, senador de Cambio Radical, quien trató con Arango constantemente al ser miembro de la Comisión Séptima, de asuntos laborales.

José Aulo Polo, senador del partido Alianza Verde, y miembro de la misma comisión, destaca que pese a sus diferencias con la ministra, “es alguien con quien se puede dialogar”.

A veces, sin embargo, prefiere ser tajante. Lo fue en noviembre del año pasado, cuando hizo público su desacuerdo con el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, sobre la eliminación del régimen pensional de prima media: “El presidente no lo apoya”, le dijo en medios a su compañero de gabinete.

Arango está allí, de acuerdo con un congresista del Centro Democrático, en parte para “recordarle a sus compañeros cuál es la plataforma por la que se eligieron”. Para tirar línea, en un gobierno en el que el tiempo comienza a jugar en contra para aprobar reformas