Política

Cuando la política se sale de tono

El uso de frases incendiarias trae consecuencias nefastas a una sociedad polarizada y poco tolerante.

Periodista de educación y fanático de los videojuegos, los cómics, el rock y el cine.

17 de abril de 2016

No hay fecha clara, pero desde hace varios años los políticos le subieron el tono al debate y les bajaron altura a sus posiciones. Frases desentonadas como “usted es un hombre cobarde que no tiene sentido de la humanidad” o “presidente, ¡amárrese los pantalones!”, han hecho carrera en Colombia, atizando una polarización que a nadie le sirve.

El Congreso de la República, un foro, una declaración en medios de comunicación y hasta un comentario en redes sociales, se convirtieron en tribunas para decir de todo, en muchos casos frases explosivas e incendiarias que poco aportan para solucionar las diferencias.

Sociólogos, politólogos y hasta los mismos protagonistas de las expresiones aseguran que el lenguaje salido de casillas divide al país, sobre todo cuando se debaten asuntos relevantes como la paz, la salud y el paramilitarismo, por mencionar algunos temas. Pero el ambiente se caldea cuando los argumentos se vuelven “personales”, dejando en un segundo lugar los verdaderos debates responsables que requiere Colombia como sociedad.

Palabras que dividen

Para el experto en sociolingüística, docente e investigador de la Universidad de la Sabana, Mariano Lozano, el uso de palabras incendiarias por parte de los políticos y de funcionarios públicos evidencia cómo se ha perdido lo esencial dentro de los valores de una sociedad.

“Cuando se trata de personas que representan a comunidades y pueblos, lo primero que se les pide es que sean respetuosos en el trato. Ellos se constituyen en referentes de uso, referentes lingüísticos de sus seguidores”, dice.

Añade que cada palabra lleva consigo la intención comunicativa del hablante y que detrás de esas frases que aparentemente no tienen fuerza violenta, logran su cometido que es “polarizar a través de esos elementos lingüísticos o dividir a la opinión pública”, expone el experto.

Al ser referentes públicos, la comunidad ha aceptado poco a poco aquellos insultos y malos tratos llegando a verlos como normales. Además, las redes sociales como Facebook y Twitter hacen más fácil esta conducta de los políticos, sin medir la responsabilidad de sus comentarios.

Así lo cree Juan Carlos Escobar, magíster en ciencias políticas de la Universidad de Antioquia, quien indica que muchas veces la velocidad del medio hace que primero el funcionario envíe el mensaje y luego reflexione sobre el mismo.

Igualmente, sostiene que los debates que hay en los modelos democráticos, es decir, discrepancias entre gobierno y oposición son sanos, pero cuando hay intereses “guerreristas o la intención de respaldar la toma de armas, las cosas cambian y es necesario mirar los límites”.

Recuerda que el uso de este lenguaje fuerte tiene antecedentes nefastos en la historia del país, como lo ocurrido con Jorge Eliécer Gaitán, quien usaba la frase “a la carga” o la palabra oligarquía, mientras que Laureano Gómez le respondía con vocabulario agreste y hablaba de “restauración moral”.

“De esa manera era como la violencia que se daba en los campos tenía su combustible en la ciudad, con los discursos de líderes políticos, todo esto desencadenó en la denominada época de la violencia”, añade el politólogo.

Escobar esboza que ahora se nota más el uso de lenguaje explosivo y caldeado, ya que hay más focos de difusión, existen más partidos políticos y cada uno tiene personajes que incendian la vida política nacional con sus expresiones.

“Deben entender que son funcionarios públicos y que las cosas que dicen pueden incitar a asuntos que pueden llevar a confrontaciones en otros escenarios”, concluye.

Los protagonistas

Al preguntarles a los congresistas sobre la forma en que los políticos se refieren a sus contrincantes durante los debates o dan sus argumentos con respecto a cualquier tema, hay opiniones divididas.

El senador por el partido de la U, Roy Barreras, opina que los debates en Colombia están cruzados por la polarización política y, por lo tanto, estos suelen ser agresivos y superficiales.

“Los debates se llenan solo de adjetivos. Hay voces destempladas que realizan ataques personales que no le aportan nada a la política del país. Aunque por lo general hay un trato respetuoso en el Congreso”.

Manifiesta que la actividad de propaganda negra llegó para quedarse, sobre todo en época electoral, fenómeno que deteriora la política, “enseñando a dañar la reputación de la persona en lugar de debatir con argumentos las propuestas. Esto les quita altura a los debates”, declara Barreras.

El senador añade que el lenguaje agresivo en Colombia de funcionarios públicos aumentó en la última década. “El Congreso es el reflejo de la sociedad y desgraciadamente esto sucede”, afirma.

Para la ministra de Educación, Gina Parody, la agresividad y la falta de tolerancia cuando se debaten ideas pareciera un asunto cultural.

La ministra recuerda que como funcionarios públicos tienen que dar el ejemplo al debatir, sin generar agresión, aunque a veces se les olvide.

“Colombia sigue siendo muy violenta. El país debe pasar esa página del odio, de la violencia y escribir un nuevo libro donde el amor, la confianza y el respeto sean la base”, dice.

Parody complementa su argumento diciendo que en general cuando ha sido atacada no discute y evade, pero “hay momentos donde sí existe el derecho a defenderme”.

¿Y qué dicen desde la oposición? Para José Obdulio Gaviria, senador del Centro Democrático, Colombia es una de las naciones donde sus políticos son más corteses en sus alocuciones. Recuerda que en España, Chile o Argentina los golpes y los enfrentamientos personales evidencian la irresponsabilidad de su clase dirigente.

“El interrogante que se hace el mundo con respecto a Colombia es ¿cómo hay personas que se tratan de forma tan cortés a pesar de esos grados de violencia que han tenido que superar durante su historia?”, sostiene Gaviria.

Agrega que a pesar de tener contradicciones en el debate con otros congresistas, la mayoría tienen una medida de extremo cuidado cuando se expresan.

Para mí, la forma en que nos expresamos es un falso problema. El verdadero problema son los hechos. Las frases insultantes e incendiarias no son el signo del debate en Colombia”, finaliza.

La coyuntura

El momento por el que atraviesa el país también hace que la vehemencia aumente, que la manera de expresar los argumentos sea más agresiva. Una idea que defiende el politólogo y docente de la Universidad del Norte, Fernando Giraldo.

Plantea que esas frases subidas de tono son más visibles en época electoral, “sobretodo cuando está en definición la estructuración del poder. Aquí salen las divergencias, discrepancias y ambigüedades”, enfatiza.

De la sorna a al contundencia. De la injuria a la sinrazón. Ese parece ser el estilo de los discursos. Lo cierto es que hoy los ánimos están caldeados y con sus frases incendiarias la clase política poco le aporta a tener una opinión pública responsable.