Colombia

¿Por qué la voz que más moviliza es la del miedo?

El científico comportamental Andrés Casas plantea que las promesas incumplidas de desarrollo han originado un cambio social en Colombia.

Tengo la maleta siempre hecha y mi brújula, que por lo general apunta al sur, me trajo al periodismo para aclarar mi voz. Busco la pluralidad y no le temo a la diferencia.

20 de mayo de 2019

La humanidad sigue mirando al siglo XX para intentar aprender de él. La búsqueda de contextos, que nos permitan entender mejor nuestra cotidianidad y los problemas que nos atañen, ha llevado a analizar el estallido de conflictos internos en los países, las promesas de progreso y las nuevas dinámicas socioculturales de nuestros grupos humanos.

¿Han influido estos procesos globales en asuntos tan profundos de la realidad colombiana como la institucionalidad? La respuesta es sí. Así lo considera el politólogo, filósofo y científico comportamental Andrés Casas, investigador de la University of Pennsylvania, que conversó con EL COLOMBIANO.

¿Qué significó el siglo XX para el cambio cultural que hoy vive la humanidad?

“El proceso de evolución humana reciente está sometido al ensayo y al error. Mucha gente fue optimista cuando se cerró el siglo XX, un siglo bañado en sangre y de muchas guerras, pero al tiempo con unos niveles de desarrollo impresionantes, que nunca antes habíamos visto. Hacia el final del siglo estábamos viviendo una especie de paz: pese a que había un estallido de conflictos armados internos, estábamos en un mundo donde la promesa del desarrollo parecía haber surtido efecto”.

¿Y cuál fue el error?

“No se tuvo en cuenta un creciente fenómeno que no pudimos advertir, que sí se venía tratando, como el problema de los efectos de la desigualdad, desde una perspectiva económica, pero nunca nadie imaginó el retroceso político que se desencadenó a partir de las persistencias de esos factores de desigualdad y, sobre todo, de esas promesas incumplidas a un sector de clase media baja que se empobreció rápidamente y que no se cuidó por parte de los gobiernos y las sociedades liberales”.

¿Cómo definir ese fenómeno de retroceso?

“La inseguridad material es ese rezago que nunca se trató. Es un concepto que acuña Ronald Inglehart, uno de los culturalistas más importantes del mundo. Puntualmente el hecho es que los modelos con los que pensamos el desarrollo, que llamamos políticas públicas, hablaban de personas en el papel, pero no realmente de esas personas que hoy estamos viendo motivadas por un fenómeno de reacción emocional. Al parecer, los políticos han leído ese rezago y, en vez de solucionarlo, lo han tomado como la gasolina para empezar un incendio que va a ser muy difícil apagar”.

¿Qué efecto tiene este fenómeno en el cambio social?

“La inseguridad material no se atendió de una forma empática ni con políticas basadas en el amor, sino que se empoderó una voz que entendió que la emoción que más moviliza es el miedo y eso hace a las personas apelar a un mecanismo básico de la biología humana, que ha permitido que nuestra especie sobreviva, y es la tendencia a formar tribus muy fuertes que están dispuestas a hacer lo que sea para sobrevivir. Es peligroso el giro que personas como Donald Trump están dando para volver a una lógica de tribalismo de corte racial biológico”.

¿Han jugado algún papel las redes sociales en esta circunstancia?

“Hay movimientos de grandes masas que han hecho que aquello que era sólido como las instituciones liberales, que han tardado siglos en construirse y que ha costado mucha sangre poderlas defender, como el Estado de Derecho o la división de poderes de las democracias occidentales sean derribadas por el lenguaje con solo un giro verbal de algo tan básico como un tuit, un refuerzo de medios de comunicación y las redes sociales instrumentalizadas”.

¿Hay algún ejemplo de este fenómeno en Colombia?

Ell fenómeno de Cambridge Analítica no solo tocó a Trump, tocó el Brexit e influenció las elecciones norteamericanas. De eso hay pruebas desde el punto de vista judicial, y desde el punto de vista comunicacional podemos observar un patrón muy similar en todo el proceso de la votación contra el plebiscito y el comportamiento de las redes sociales durante las pasadas elecciones legislativas y presidenciales”.

¿O sea, se usa la desinformación como herramienta?

“Lo que estamos observando es es un refuerzo mediático que nos da nuevas noticias que hacen que tengamos que poner todo en duda. Por ejemplo, cuando en el caso de la JEP, el fiscal dice que no solo queda libre Jesús Santrich, sino que además la Fiscalía queda afrentada, alguien que no tenga herramientas para entender el contexto va a interpretar que hay un riesgo para el statu quo. Para la gente no está quedando claro que la situación es mucho más compleja, que la JEP tiene unos límites constitucionales y que las pruebas de la fiscalía tenían que seguir un debido proceso”.

El efecto, entonces, trasciende la influencia que se pueda ejercer en la opinión pública...

“Mi punto es que esa confusión promueve algo que cognitivamente es muy peligroso: la gente empieza a oír voces que provienen de muchos lados, invitando a la desconexión moral. Todo vale por defender desde ese miedo, la propia existencia o la existencia del propio grupo. Eso nos ha llevado a una transformación de las normas sociales: antes tenían por regla los derechos humanos, pero hoy esos derechos son tan solo una metáfora que poco a poco se desvanece” .