Colombia

“El Virgilio Barco que yo conocí”, semblanza de Rafael Pardo

Con motivo de los 100 años del natalicio de quien gobernó al país entre 1986 y 1990, Rafael Pardo, su exconsejero de Paz, escribió para EL COLOMBIANO la siguiente semblanza de un hombre al que se recuerda, entre otras cosas, por consolidar el proceso de paz con el M-19.

13 de septiembre de 2021

Almorzábamos en la Universidad de Los Andes cada semana con don Mario Latorre y Fernando Cepeda, entre otros, hacia 1985. Se formaban unas tertulias interesantes. En una de estas, supimos los asistentes que Latorre y Cepeda estaban asesorando al candidato Virgilio Barco. Cuando Barco ganó les dije que tenía interés en vincularme a su gobierno.

Una vez posesionado Barco, le reiteré a Cepeda y a Latorre mi interés. Me citaron en el palacio presidencial, en la antesala del despacho de don German Montoya. Me hizo entrar su secretaria. Ni Cepeda ni Latorre llegaron. Al entrar me preguntó don German si conocía a Carlos Ossa. No lo conocía. Posteriormente, me pidió firmar un nombramiento. Llegó entonces don Mario Latorre, quien me consideraba como un experto en desarrollo regional y así se lo comunicó. Montoya solo respondió “perfecto”. Él me recibió de pie. Nunca se sentó. De Montoya aprendí a recibir a los interlocutores de pie, ir al grano, y no perder tiempo.

Después, cuando iba en el carro, oí en la radio que me había nombrado Secretario de Integración Popular de la Presidencia de la República. Llegué a la casa sin saber de qué se trataba el cargo para el que me habían nombrado y le comenté eso a mi señora de entonces. Después, Fernando Cepeda me contó que el Secretario de Integración Popular era el que dirigiría el PNR (Plan Nacional de Rehabilitación). Como a la semana de haberme posesionado conocí a Virgilio Barco.

Empecé a trabajar en el PNR. Viaje a Washington al BID, que había manifestado interés en financiar parte del Plan. Al saber el BID que el Plan tenía un componente político, en el sentido amplio de ese término, decidió retirar la oferta de financiación. Volví al país con el rabo entre las piernas. Al regresar al Palacio me encontré con César Gaviria, que a la sazón era el Ministro de Hacienda, y me dijo que podía contar con el presupuesto suficiente. Al mes viajamos a Cartagena –a la Casa de Huéspedes– con Barco, y se terminó de estructurar el PNR. Resultado de esto, Barco me metió a la junta de Ecopetrol. La misión no podía ser otra: lograr plata de Ecopetrol para las carreteras de PNR.

El PNR se había originado en el gobierno anterior, de Belisario Betancourt, en la ley 35 de 1982. Pero tuvo poco presupuesto, algo más de $44.000 millones en todo el gobierno.

Barco mantuvo el nombre, pero le añadió tres asuntos. Primero, que en el equipo del PNR las decisiones de inversión se debían tomar en los llamados consejos de rehabilitación, en los que estaba toda la comunidad representada. Segundo, le aumentó el presupuesto notablemente: llegó a $354.000 millones. (DANE, Boletín de Estadística. 476 Noviembre 1992. PNR una década de presencia estatal en regiones marginadas). Y tercero, amplió la cobertura municipal.

Barco hizo carreteras que hoy en día son esenciales. Con la financiación de Ecopetrol, empresa del Estado, se hicieron vías para conectar a las regiones marginadas: la carretera Pitalito-Mocoa, la autopista del Magdalena Medio, Neiva-San Vicente del Caguán, la Marginal de la Selva, la Marginal de los Llanos y la de San José de Guaviare a Villavicencio, entre otras.

Para ilustrar la seriedad del presidente respecto al PNR, guardo en mi memoria una anécdota de Barco. La secretaria del Presidente me llamó un día para que me presentara en el despacho del él. Cuando llegué estaban el ministro de Gobierno, Cesar Gaviria, y Alberto Santofimio presentes. Me dijo Santofimio que había que cambiar al delegado del PNR del Tolima. Al salir pregunté: “¿Qué debemos hacer?”. Barco respondió: “Nada, no deje entrar a los políticos en el PNR”.

Luego asumí la Consejería de Paz. Durante el proceso con el M-19 hubo muchos momentos difíciles para Barco: el hundimiento de una reforma constitucional que incluía la extradición que le había metido el Congreso, el asesinato de Luis Carlos Galán, la reunión en México donde se conoció del asesinato de José Antequera y donde había quedado herido Ernesto Samper, el asesinato de Afranio Parra por un policía y el traslado de Pizarro del Tolima a Santo Domingo, entre otros.

Para hacerse una idea del punto de dichas dificultades, cuando íbamos a presentar el indulto al M-19 advertimos que estaba vigente el Estado de Sitio. Entonces, a alguien se le ocurrió que, en lugar de ir al Congreso, podíamos aplicar el Estado de Sitio y dar el indulto a este grupo de alzados en armas. Llevamos la iniciativa al Presidente, pero Barco hizo una reflexión muy válida: “A usted y a mí nos van a recordar por haber hecho la paz con el M-19, pero llevemos al Congreso la ley para reglamentar el indulto. No nos pueden recordar como un gobierno que arbitrariamente perdonó al M-19. El Congreso puede ser una tortura, lleno de debates, de incertidumbres, etcétera, pero es lo que nos preserva a usted y a mí”. Recuerdo que repuse que los narcos habían buscado una amnistía o indulto, y que el Congreso era un riesgo. Barco se mantuvo en su idea. Después se supo que Pablo Escobar tenía un carné del M-19 esperando ser, infructuosamente, indultado.

Barco cambió las comisiones de paz vigentes durante Betancur, que estaban compuestas por civiles no vinculados al gobierno, por un Comisionado de Paz que le respondía directamente al Presidente. Reemplazó, entonces, las Comisiones de Verificación y la verificación pasó a depender del Comisionado de Paz. Garantizaba así la seriedad de cualquier gestión y les respondía a los ciudadanos por las mismas.

Por eso, al culminar el proceso pronunció la frase “Bienvenidos a la Democracia”. Se debía a él mismo y a su persistencia. A ningún otro. A su talante.

Respecto a su gobierno. Le llegaban todos los principales diarios conservadores: El Siglo y La República, EL COLOMBIANO y El País. Y, con unas tijeras, recortaba las noticias que le llamaban la atención. Casi todas eran noticias falsas.

Tuvo unas crisis que no desearía tener ningún gobernante. Enterró el Frente Nacional y estableció un gobierno de partido. Un esquema que en ese tiempo se llamaba Gobierno-Oposición. Tenía la oposición que detentaba el Partido Conservador que, a la sazón, representaba el 45% del Congreso.

Al llegar al poder, asesinaron al magistrado Hernando Baquero Borda. Desde que ocurrió este hecho, declararon la guerra los extraditables y llenaron al país de sangre por muchos años.

Asesinaron candidatos presidenciales, entre ellos Luis Carlos Galán, mataron cientos de policías, asesinaron periodistas, cientos de civiles murieron por las bombas que colocaban. Esos cuatro años estuvieron plagados de magnicidios y atentados.

En todos los casos a Barco lo afectó mucho. Independientemente de si eran aliados u opositores.

Se frustró un plebiscito porque el Consejo de Estado lo declaró inconstitucional. Después autorizó Barco la séptima papeleta, que fue preludio a la Constitución de 1991.

Hizo las primeras medidas de la apertura.

Barco decretó el retorno de la extradición, les dio facultades a las Fuerzas Militares para hacer allanamientos. En el discurso que dio Barco no estaba muerto Galán. Murió durante el discurso.

Hizo la paz con el M19 y sentó las bases para hacerla con el EPL, Quintín Lame, con la Corriente de Renovación Socialista, con las milicias de Medellín.

Le aterraba el populismo, de derecha o de izquierda, por eso se hizo liberal. Era de centro. Genuinamente de centro.

La discreción de su familia fue la característica más destacable.