100 años de insulina: un avance que salva vidas
Esta hormona artificial ayuda en el tratamiento de la diabetes que, solo en 2019, ocasionó 1,5 millones de muertes en el mundo.
En un largo trayecto que ni se sospecha ni se percibe, cada bocado de comida que usted ingiere se convierte en energía que recorre cada parte de su cuerpo, como si se paseara por habitaciones en un gran edificio, lo que lo mantiene vivo, funcionando.
Esos alimentos, sin embargo, no hacen este viaje solos. Van de la mano de amas de llaves que, a su paso, van abriendo cada una de las puertas de los cuartos para que esta energía ingrese.
Las protagonistas de esta historia son la insulina y la glucosa. Esta última es la fuente más importante de energía, de nutrientes, que funciona como combustible, pero que en exceso puede ser peligrosa; y la insulina es la hormona que regula que los esos niveles de glucosa en la sangre se mantengan controlados al abrir las puertas. Es la llave.
La insulina se produce naturalmente en las células beta del páncreas, pero hay casos, cuerpos, en los que este órgano no la produce en absoluto, lo hace de forma insuficiente o no es aprovechada como se debe. A esto, una enfermedad, se le llama diabetes.
Esta condición existe hace siglos y ha sido la causante de millones de decesos en todo el mundo, pero solo hace 100 años se descubrió una forma de obtener insulina de forma externa e inyectarla al cuerpo de quienes padecen la deficiencia. Es decir que, a grandes rasgos, este año se celebra el centenario del descubrimiento de la insulina.
A partir de entonces, se ha pasado de extraerla del páncreas de otros animales a producirla artificialmente, con ingeniería genética y técnicas químicas, en laboratorios y se han desarrollado técnicas de aplicación cómodas que salvan vidas.
Hoy la diabetes, contrario a hace más de 100 años, no es una condena a muerte para las cerca de 425 millones de personas que la padecen en el mundo, según la OMS.
Acercamiento a la diabetes
A pesar de la información que hay disponible y las formas de prevención y tratamiento, la diabetes es aún un problema que aqueja al 7 % de la población adulta, explica la líder médico regional del área de diabetes y enfermedades cardiovasculares de Sanofi, Liliana Silva Gómez.
“Estos excesos de niveles de azúcar en la sangre son una tendencia que está en aumento, sobre todo en Latinoamérica”, agrega. La Organización Mundial de la Salud (OMS) explica que el número de personas con diabetes pasó de 108 millones en 1980 a 422 millones en 2014, con prevalencia en países de ingresos medianos y bajos, y que entre 2000 y 2016 aumentó 5 % la mortalidad prematura por esta enfermedad.
La diabetes es la insuficiencia o la no producción o utilización de insulina y de no controlarla el resultado será la hiperglucemia, o glucemia elevada, que, con el tiempo y según la OMS, causa otras afectaciones como ceguera, insuficiencia renal, infarto de miocardio, accidente cerebrovascular y amputación de los miembros inferiores, y “es importante el diagnóstico a tiempo y el tratamiento adecuado, sin olvidar la importancia de la prevención” dice Silva Gómez.
El médico pediatra de HolaDoctor, Giovanny Rúa, explica que son dos los tipos de diabetes. La tipo uno tiene componente genético y ocurre en niños y adolescentes. En esta, la hormona insulina producida en las células beta del páncreas, que en condiciones normales regulan el metabolismo de la glucosa, no se da. Quienes la padecen requieren administración diaria de insulina inyectada que puede darse de una a cuatro veces al día. La Federación Internacional de Diabetes indica que un millón de niños y adolescentes menores de 20 años tienen este tipo de diabetes y que cada año alrededor de 98 mil menores de 15 años reciben el diagnóstico.
Y la tipo dos, explica Clara Inés Manrique, médica, docente de farmacología de la Universidad CES, se da cuando el organismo no produce suficiente o no utiliza eficazmente la insulina que produce y que suele ser, en la mayoría de los casos, el resultado de la mala alimentación, el exceso de peso y la falta de actividad física. “Se da una resistencia a la insulina y al final el páncreas pierde su función, no se utiliza, se atrofia”.
No todas las personas con diabetes tipo dos necesitan insulina inyectada, aunque muchas, eventualmente, terminan aplicándose, pero todas las que tienen tipo uno sí son insulinodependientes.
La insulina abre puertas
Manrique explica que en el caso de la diabetes tipo dos, hay personas que comienzan con medicamentos que lo que hacen es estimular el páncreas, “pedirle que trabaje más, que produzca más insulina”, pero que llega el momento en que este deja de reaccionar y es ahí cuando se requiere la insulina artificial.
“Más allá de solo controlar los niveles de azúcar en la sangre, la insulina también ayuda a que los tejidos, los órganos y los músculos utilicen esa glucosa para los procesos metabólicos, que se sinteticen proteínas, aminoácidos, para que todo funcione bien”, añade.
Para quienes la requieren inyectada, la Asociación Americana de Diabetes explica que hay diferentes tipos según su velocidad y duración en el cuerpo: está la de acción rápida, que funciona 15 minutos después de la inyección y tiene efecto durante dos a cuatro horas; la regular o de acción breve, que llega a la sangre 30 minutos después y dura de tres a seis horas; la de acción intermedia, que funciona de dos a cuatro horas después de la inyección y es eficaz por 12 a 18 horas; y la de acción prolongada, que llega al torrente sanguíneo horas después de la inyección y tiene efecto por hasta 24 horas.
Hay también insulinas combinadas, mezclas entre acciones rápidas e intermedias. El tipo y la dosis dependerán del caso de cada paciente.
Finalmente, es importante notar que todas las insulinas tienen ingredientes adicionales a la hormona que impiden el surgimiento de bacterias y que conservan el equilibrio de los componentes o que permiten la acción prolongada.
100 años de desarrollos
En el tema de la diabetes y la insulina, la ciencia busca desde 1921 optimizar los resultados y la seguridad de los pacientes. No solo ha evolucionado la insulina, que inicialmente se extraía de animales, también los dispositivos de control y administración.
Todavía se utiliza principalmente la inyección subcutánea porque, de acuerdo con la médica líder de Sanofi, es allí en el tejido celular subcutáneo donde se da mejor absorción y es más fácil y cómoda la aplicación. No se hace en pastillas porque se descompone en la ingesta y no logra su objetivo.
Por lo tanto, lo que sí se ha desarrollado han sido las herramientas para su aplicación. Se pasó de jeringas e inyección usadas por el personal de la salud, a dispositivos de fácil uso que puede aplicar el mismo paciente en menos tiempo, con menos dolor y más precisión en las dosis.
Así, hay plumas o lapiceros con agujas pequeñas y de mejor calidad, con medidores de dosis y se están desarrollando insulinas combinadas que requieren menos dosis diarias o, incluso, una semanal.
Sumado a esto, otras tecnologías han entrado a reforzar el trabajo de la insulina en el tratamiento de la diabetes: los glucómetros permiten medir los niveles de glucemia constantemente sin tener que ir hasta el laboratorio y hay inclusive aplicativos para el celular que ayudan a los pacientes en su proceso y control.
Silva explica que, de igual manera, se sigue avanzando en inyecciones transdérmicas e insulinas inhaladas o en cápsulas, pero que es un proceso que sigue en desarrollo e investigación, y Manrique añade que ya en Estados Unidos se llegó a utilizar inhalada con vida ultracorta que “permite manejar los picos después de los alimentos, pero que termina siendo inactivada por el ph gástrico”. Esta insulina en aerosol fue utilizada por cerca de 10 años pero, posteriormente, fue eliminada del mercado dada su baja eficacia.
Así, a 100 años desde su descubrimiento, los expertos no han logrado una mejor forma de administración que la inyectada, pero siguen trabajando en ello, sobre todo con énfasis en las cápsulas de administración oral