La epilepsia no es como la pintan
Esta enfermedad no es contagiosa, pero está rodeada de mitos que impiden comprenderla mejor.
Comunicador social. Periodista del área de tendencias. Me interesan la ciencia, el lenguaje, la sociedad y el internet. Me gusta responder las preguntas que se hace la gente cuando se hace preguntas.
En el Museo Británico, en Londres, una tablilla en piedra del año 1067 a. C. registra varios de los tipos de crisis epilépticas que conocemos hoy en día.
No es la anotación más antigüa que se conoce donde se hable de la enfermedad. Sin embargo, es una de las primeras que al hacerlo asocia la condición con distintos nombres de espíritus o dioses malignos.
La aparición de las ciencias que estudian el cerebro humano nos han permitido entender, siglos después, que la epilepsia no está relacionada con asuntos sobrenaturales. No obstante, al estar vinculada con un órgano cuya comprensión sigue siendo un desafío, es una enfermedad rodeada de muchas nociones erróneas.
No una sino muchas
La epilepsia es un trastorno neurológico que conlleva una actividad eléctrica exagerada de las neuronas, la que a su vez causa las crisis o ataques que comúnmente se relacionan con la enfermedad.
Las causas de esta enfermedad pueden ser múltiples, algunas de ellas aún desconocidas por la ciencia.
“Digamos que hay unas genéticas, que se controlan más fácil con los medicamentos. Pero hay otras formas de epilepsia, que llamamos secundarias, producidas por un trauma en el cráneo, un parto complicado, una enfermedad parasitaria, etc.”, dice William Cornejo, neurólogo, neuropediatra y docente de la Universidad Pontificia Bolivariana.
Sumado a esto, no todas las epilepsias se manifiestan de la misma forma, ni todas las crisis son como tal vez las imaginamos con más facilidad: con la persona convulsionando de forma descontrolada. Puede ocurrir que rompan momentáneamente el contacto con los demás y no respondan a sus llamados, que tengan la mirada perdida, que sacudan sus extremidades, etc.
Con eso en mente, Cornejo dice que en verdad no se debe hablar de epilepsia sino de epilepsias, para comenzar a comprender las diferencias que se pueden presentar en la enfermedad.
Causas malentendidas
Un mito popular dice que los videojuegos, con sus luces brillantes y numerosos elementos en pantalla, pueden causar epilepsia en los niños. Esto es falso.
Un videojuego puede disparar una crisis epiléptica en una persona que ya tenga la enfermedad. Pero no por jugar alguien va a “contagiarse” de epilepsia. No solo eso, sino que este tipo de estímulos de luz desencadenan crisis solo en personas que tienen epilepsias fotosensibles.
También existe el caso opuesto, donde un número de actividades cotidianas pueden producir crisis, pero la gente no lo sabe. Entre ellas están conducir un vehículo, dormir durante pocas horas, consumir bebidas alcohólicas o realizar deportes extremos.
Comprender esto es importante pues, según dice Cornejo, “las estadísticas muestran que el 75 % de las personas con esta enfermedad pueden llevar una vida normal, pero es común que durante su infancia los padres sean demasiado sobreprotectores, impidiendo un desarrollo normal”.
También está el tema de la estigmatización, en especial cuando se cree que hay asuntos religiosos de por medio. “A veces los chicos no quieren ir al colegio por temor a las crisis”, añade el experto. Una frase que se reviste de importancia si se considera que, según el sitio web epilepsy.com, un tercio de las personas con epilepsia tiene crisis incontrolables porque no existe tratamiento que funcione para ellos.
Todavía más, existe un tipo de epilepsia, la refractaria, que se caracteriza porque los medicamentos no pueden controlar las crisis del paciente, o sus efectos secundarios pueden limitar su desarrollo normal como persona.
El Dr. Orlando Carreño, neurólogo, pediatra y epileptólogo del Centro de Atención Neuropediátrica Integral (Cenpi) de Medellín, dijo durante la celebración del Día mundial de la epilepsia que se busca “sacar de la ignorancia a la sociedad, que por la exclusión es la principal limitante de los pacientes con esta enfermedad”.
Hay que dejar las creencias antiguas con las tablillas de Babilonia: en el museo.