“Sin acompañamiento habrá más ‘Guachos’”
En entrevista con EL COLOMBIANO, Camilo Romero, gobernador de Nariño, habló de las violencias que afectan a este departamento.
Amo el periodismo, y más si se hace a pie. Me encantan los perros, y me dejo envolver por una buena historia. Egresado de la Universidad de Antioquia.
En los últimos dos años el departamento de Nariño ha encabezado titulares en los medios de comunicación por el azote de una violencia que no le ha permitido a esta región heredar una paz nacida del Acuerdo con las Farc.
Las disidencias, el narcotráfico, las bandas criminales, entre otros factores, han sido responsables de estas malas noticias, pese a los esfuerzos del Gobierno local para combatir la situación.
En conversación con EL COLOMBIANO, Camilo Romero, gobernador de Nariño, analizó porqué en este momento, el departamento que lidera es uno de los más conflictivos de Colombia.
¿Cómo se ha visto afectado Nariño por las acciones de “Guacho” y las disidencias?
“Alias ‘Guacho’ es solo la punta del iceberg. Lo que está sucediendo en Nariño, en especial en Tumaco, tiene que verse desde el contexto de la dinámica del narcotráfico que es un asunto que trasciende lo regional y nacional y se vuelve un problema de carácter internacional. Aquí todo el mundo habla de ‘Guacho’, pero muy pocos se atreven a hablar de los grandes productores de droga que son, en últimas, los que manejan el asunto. Menos de los grandes países consumidores que son los que alimentan la producción”.
¿Estas estructuras ilegales se fortalecieron por la falta de una efectiva implementación del Acuerdo?
“No tengo duda que se cometieron errores estratégicos, el más importante es que no aprovechamos el momento de la paz para que el día uno de la desmovilización, cuando las Farc salían del territorio, llegara nuestra Fuerza Pública a ocupar esas zonas. En contraste, solo hasta enero de este año se anunció la llegada de la Fuerza de Tarea Conjunta Hércules, con 9.000 hombres, pero llegó para enfrentar una nueva guerra, porque el territorio ya había sido ocupado por otros grupos ilegales”.
Al departamento que usted lidera han llegado altos funcionarios del Gobierno para buscar soluciones contra la violencia. ¿Han dado resultado esas estrategias?
“Creo que no se puede confundir la presencia integral del Estado con la presencia de ‘altos’ funcionarios en el territorio. Cómo le parece que no hay más de tres personas del nivel nacional trabajando en el programa de sustitución en Nariño, y estamos hablando del territorio con más coca del mundo. Pusimos 14 personas del nivel departamental. Lo que se necesita son los recursos y asistencia integral.
Aún no se ven por ninguna parte los estudios del Ministerio de Agricultura donde se les diga a los campesinos con qué cultivos sustituir, cuál es la potencialidad de los suelos que poseemos; necesitamos vías para impulsar la comercialización, necesitamos abrir líneas de mercado, responder por el sustento y el alimento de las familias que están dispuestas a sustituir. Asuntos estructurales como estos no se pueden solucionar con la mera presencia de altos funcionarios del Estado”.
¿Se siente solo en la lucha contra los grupos ilegales?
“Yo no quiero imaginarme lo que estaría sucediendo en Nariño si no contáramos con la Fuerza Pública. Tenemos un territorio complejo y no podemos exigir imposibles. Ellos están avanzando en su tarea, ahora hay que complementar la estrategia militar con la estrategia social para que el plan se vuelva integral”.
¿Porqué Nariño no ha podido superar el conflicto que ha padecido por años?
“Porque las causas estructurales que generan ese conflicto se mantienen. Las brechas sociales y los niveles de pobreza multidimensional que hay en nuestra costa pacífica no tienen precedentes. Son diez municipios con los peores índices de necesidades básicas insatisfechas. Allí hay hambre, pobreza extrema, enfermedades, un abandono histórico. Ese es el caldo de cultivo perfecto para el surgimiento de economías ilícitas que luego se convierten en el combustible de la guerra. Esa es la tragedia que vive Nariño”.
¿Qué tipo de estrategias se deben ejecutar contra “Guacho” y su estructura ilegal?
“Hay que confiar en que la Fuerza Pública está haciendo su tarea, pero el tema va mucho más allá de capturar o dar de baja a alias ‘Guacho’. Si no se cuenta con toda la capacidad institucional del Estado y el acompañamiento de la comunidad internacional para enfrentar este problema de manera integral, podrán haber muchos ‘Guachos’ más. El asunto hay que resolverlo de manera estructural”.
Los campesinos son los más afectados con esta problemática de violencia. ¿Cómo protegerlos y no estigmatizarlos?
“Los campesinos son las primeras víctimas de un Estado que los dejó solos y sin otra opción que dedicarse a la siembra de coca para sobrevivir. No se trata de grandes narcotraficantes, se trata de campesinos. Solo en Nariño hay alrededor de 50 mil familias dedicadas al cultivo de la coca. Por supuesto que la solución no es criminalizar o ‘fumigar’ a esas familias. Por eso sigo convencido que el camino es garantizarle a esta gente soluciones integrales relacionadas con la transición de una economía ilícita a una economía lícita. Sin embargo, lo que está sucediendo deja claro que quienes quedaron en medio de las balas son nuestros campesinos y por eso se ha desatado la crisis humanitaria que estamos viviendo”.
¿Considera que el frente Oliver Sinisterra se le salió de las manos al Gobierno?
“Insisto en que la Fuerza Pública está cumpliendo su tarea y cada semana tenemos resultados. Sin la presencia de ellos la situación sería mucho más caótica”.
¿Son los cultivos de uso ilícito el escenario perfecto para hacer la guerra en su departamento?
“Nosotros se lo advertimos al presidente Santos una vez se firmaron los acuerdos de La Habana: ojalá Nariño no se quede viendo la paz por televisión. Lo dijimos porque sabíamos que lo que estaba sucediendo en Nariño era una bomba de tiempo que en cualquier momento iba a estallar. Con la dinámica del narcotráfico hay combustible para diez guerras más. Eso lo veíamos venir y ya la situación desató una crisis humanitaria producto de la nueva guerra”.