Colombia

“Morirse no es fácil”: la muerte asistida de la profesora colombiana Tatiana Andia en la portada del New York Times

Seis meses después de su muerte, The New York Times retrató el proceso de Tatiana Andia antes de que falleciera.

04 de agosto de 2025

Tatiana Andia, la exfuncionaria del Ministerio de Salud que negoció precios de medicamentos más baratos para Colombia, murió de forma asistida el 25 de febrero de este año. En 2023, le diagnosticaron un cáncer de pulmón terminal.

Una sala de conferencias en Cartagena estaba llena de académicos, legisladores y médicos cuando Tatiana Andia tomó el micrófono. No habló, como antes, sobre farmacéuticas ni precios de medicamentos. Habló de su propia muerte.

“Uno que es incurable, catastrófico, todos los adjetivos terribles”, dijo con una media sonrisa. Había llegado al final de la vida como la conocía, y tenía algo urgente que decir: “¿Cómo es que no podemos hablar de tener una muerte digna cuando hablamos del derecho a la salud?

Ese día, como documentó The New York Times, no reveló cuándo moriría, pero ya anticipaba lo que iba a pasar.

Contexto: Murió la reconocida docente, investigadora y experta en salud pública Tatiana Andia

Colombia: pionera legal, rezagada en la práctica

Colombia despenalizó la eutanasia en 1997 y la reglamentó en 2015, por orden de la Corte Constitucional. Fue el primer país de América Latina en permitirla legalmente, pero no por decisión legislativa sino judicial, sin un debate público profundo ni estructura institucional suficiente.

A pesar de tener uno de los marcos legales más amplios del mundo, con acceso incluso para menores de edad, la realidad es que entre 2015 y 2023 se practicaron 692 muertes asistidas.

La razón, según reveló el reportaje del Times, son las barreras burocráticas, la inercia institucional y una cultura médica que evita hablar de la muerte.

Tatiana fue una que vivió las barreras burocráticas. Solicitó el procedimiento a su EPS y recibió silencio. Solo después de escalar su caso a un alto directivo que conocía, su expediente avanzó.

“Es bueno y tranquilizador que exista en el papel, pero ejercerlo en la práctica es otra historia”, escribió en su última columna de opinión, titulada Se acabó la fiesta.

“No quiero que nadie decida por mí”

Tatiana era profesora de sociología en la Universidad de los Andes. Trabajó en el Ministerio de Salud durante el Gobierno de Juan Manuel Santos, liderando una reforma que redujo el precio de medicamentos esenciales como el imatinib (ayuda a retardar o detener la propagación de las células del cáncer).

En ese entonces, la muerte asistida era apenas un proyecto jurídico que otros compañeros lideraban.

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El cambio se dio en julio de 2023, tras un viaje de senderismo. Un dolor en la espalda la llevó al diagnóstico de un cáncer de pulmón avanzado a sus 43 años. Pronto se enfrentó a la pregunta: “¿Cómo mueren las personas con esto?”

No quería vivir más allá del punto en el que perdiera su autonomía o claridad mental. Y sobre todo, no quería ser sometida a procedimientos inútiles o tratamientos millonarios que, según ella misma, pondrían una carga injusta sobre el sistema de salud que tanto había defendido.

Contar su muerte

Durante meses, Tatiana escribió sus columnas en El Espectador. Mientras la inmunoterapia que aceptó prolongaba su vida, ella y su esposo, el profesor Andrés Molano, viajaron, bailaron, rieron y debatieron éticamente sobre los costos de la vida y de la muerte.

“Una persona puede morir de una manera digna”, dijo en televisión. Rechazó quimioterapia, cirugías cerebrales y tratamientos que, aunque costosos, ofrecían apenas un 25% de probabilidad de extender su vida.

“No quiero que nadie decida por mí cuándo morir”, repetía. Por eso se resistió a que la EPS asignara la hora y el lugar. Quería morir en casa, con su música, sus gatos y sus flores.

Fue así que el 26 de febrero de 2025, rodeada de su esposo, su padre, sus hermanos y un gato acurrucado en su cuello, Tatiana murió en su cama.

Su hermano Boris le cantó canciones de la infancia, y Tatiana, con la voz apenas audible, lo acompañó en un dúo frágil y tembloroso.

Su padre la abrazó por última vez antes de salir de la habitación. Su esposo, Andrés, se recostó a su lado y la envolvió entre sus brazos. La doctora Paula Gómez insertó con cuidado una línea intravenosa en su antebrazo: primero administró un sedante, luego el medicamento que, suavemente, detendría su corazón.

“Morirse no es fácil, aunque sea un proceso natural que nos espera a todos. Yo misma sobre simplifiqué la eutanasia. Pero no es tan fácil, no es solo un trámite. Como muchos otros derechos fundamentales es bueno y da tranquilidad que exista en el papel, pero ejercerlo en la práctica es otra historia. Y no es por ninguna barrera administrativa, sino por las barreras culturales y sociales”, escribió Tatiana Andia en su última columna de opinión.