“En nosotras están todas las que desean que se abran posibilidades de participación”: Gloria Liliana Franco, religiosa colombiana en sínodo del Vaticano
La antioqueña compartió sus reflexiones frente a tan importante encuentro de deliberación, dentro de la iglesia católica y de su lugar como mujer dentro de él.
Periodista digital con interés en periodismo de datos, medio ambiente, genero y derechos humanos.
La religiosa Gloria Liliana Franco Echeverry, de origen paisa, es una de las primeras mujeres en la historia del sínodo de la Iglesia Católica, que tendrá voz y voto durante las conversaciones y debates que empezaron el 4 de octubre e irán hasta el 29 de este mismo mes, en el Vaticano.
La antioqueña es integrante de la Compañía de María y presidenta de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas y Religiosos (Clar), una entidad que congrega a cientos de religiosos de todo el continente; y ahora, es una de las 54 mujeres que marcarán la historia dentro de su iglesia, al participar de un espacio que había sido históricamente reservado a los cardenales.
Franco Echeverry, en entrevista para El Tiempo, compartió qué significa para ella este encuentro, cuáles son los temas a abordar durante esta asamblea, y los cambios que podría traer para la religión católica.
“La palabra ‘sínodo’ hace alusión a un camino que se recorre en compañía de otros. El sínodo de los obispos ha sido tradicionalmente entendido como un encuentro o asamblea donde se profundiza, desde la fe, en torno a una temática específica y se indaga por los cauces para servir mejor”, explica.
Durante esta versión, se debatirán temas bastante polémicos, como el matrimonio igualitario, la posibilidad de que las mujeres se ordenen en el sacerdocio y los párrocos puedan tener pareja y familia; además del racismo, el cambio climático, entre otras ideas, como describe la religiosa. “La temática es, justamente, la sinodalidad, es decir, el estilo de la iglesia, en los aspectos que configuran su identidad: comunión, servicio, liturgia y testimonio. Por eso, el título es ‘Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión’”.
Así mismo, explica Franco Echeverry, que en este momento de la historia, la iglesia católica ha comprendido que no puede estar lejos de las discusiones modernas. “Entendemos el sínodo como un proceso de escucha de la realidad para buscar juntos la voluntad de Dios (...) los cambios brotarán de la escucha y de las llamadas que tenemos a la corresponsabilidad, a la construcción colectiva, a un mayor compromiso con la evangelización y el desarrollo humano integral”, indica.
Además, le dijo a El Tiempo, que con este espacio, esperan fortalecer “la consciencia del valor de cada una de las vocaciones en el interior de la Iglesia, se abrirán instancias de mayor participación y compromiso. Se fortalecerá la identidad de ‘Iglesia en salida’, ‘Iglesia misionera’, como lo pide el Papa”.
“La primera, es la escucha diocesana; la segunda, la escucha continental; ahora estamos en la escucha universal y habrá una etapa de vuelta, nuevamente, a las Iglesias diocesanas y continentales”, comparte la religiosa antioqueña.
Con este proceso que durará casi un mes, y tendrá su segundo encuentro en 2024, hasta concretar los resultados de tan importante diálogo, buscará “que todos podamos involucrarnos y dar nuestra palabra, que resuenen todas las voces, todos los contextos y las culturas, todas las sensibilidades”, misión que en buena parte habrá de cumplirse, con la participación de ella, y las otras 53 mujeres de distintas regiones del mundo, quienes serán “eco de la realidad de tantas mujeres que en el mundo entero son víctimas de la guerra, de la trata de personas, que migran de un lugar a otro anhelando posibilidades de vida mejor”.
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“Somos muy conscientes de que en nosotras están todas las que desean que se sigan abriendo posibilidades de participación y compromiso; las que con sencillez y en distintos rincones del mundo sostienen la Iglesia con su testimonio y su entrega”, resalta la religiosa, quien se autorreconoce como una “mujer consagrada, muy unida a la vida religiosa y sencilla”, y que profesa de la mano de otros hombres y mujeres en América Latina y el Caribe.
Por eso no cree que el reconocimiento que el papa Francisco busca darle a ella y a otras, sea tomado como el inicio de una división, sino que, en el fondo, es el “deseo y el imperativo de una mayor presencia y participación de la mujer consagrada en la Iglesia. No hay una ambición de poder o un sentimiento de inferioridad. Tampoco una búsqueda ególatra de reconocimiento”, comparte.