Alicia Giraldo: cien años entre la educación y los derechos de la mujer
Alicia Giraldo Gómez, la peñolense que ha vivido un siglo entregada
a la educación, la psicología, la historia y los derechos de la mujer.
Envigadeño dedicado a la escritura de periodismo narrativo y literatura. Libros de cuentos: Al filo de la realidad y El alma de las cosas. Periodismo: Contra el viento del olvido, en coautoría con William Ospina y Rubén López; Crónicas de humo, El Arca de Noé, y Vida y milagros. Novelas: Gema, la nieve y el batracio, El fiscal Rosado, y El fiscal Rosado y la extraña muerte del actor dramático. Fábulas: Las fábulas de Alí Pato. Premio de la Sociedad Interamericana de Prensa.
“¡Esta muchachita, como tan inteligente! —Exclamó Antonio Mauro Giraldo, el primer médico que realizó una trepanación de cráneo sin anestesia en Antioquia—. La llevaré a estudiar a la Normal de Señoritas, en Medellín”.
Era 1930, aproximadamente, cuando esto pasó. Alicia Giraldo Gómez, una adolescente, había pronunciado un emotivo discurso en un acto público, en El Peñol, donde estaba el personaje, quien ocupó, entre otros cargos, los de parlamentario y de rector de la Universidad de Antioquia.
Nacida en el municipio del embalse, el 1 de diciembre de 1917, con el punto de apoyo que le brindó el médico, ha movido el mundo. Llegó a ser “historiadora por vocación”; socióloga y psicóloga. Y su legado en la educación también es cuantioso.
Lúcida y aliviada, como la describe su sobrina María Eulalia Giraldo, Alicia habla sin desmayo. Cuenta que sus paisanos se dedicaron a cultivar el tomate, la yuca y el mango, que vendían en toldos.
La vocación de historiadora desborda en su conversación. Expresa su orgullo por el Río Nare, que baña su pueblo, del que explica que es negro porque estaba bordeado de sauces y las hojas de estos caían en el afluente, y daban un aspecto oscuro a sus aguas. Habla de la antigua tradición de los cargueros, esa de llevar personas a la espalda, de la que “el naturalista Alexander Von Humboldt se escandalizó por la dureza de su ejercicio”.
Entró a la Normal, como le prometió su mecenas. Ayudó en la conformación del Colegio Central Femenino —Cefa— y del Colegio Mayor, donde fue psicoorientadora por muchos años.
“Gané un concurso de ensayo sobre derechos de la mujer, y participé en un foro. Me dijeron: ‘vaya a la Academia Antioqueña de Historia’ e ingresé a esta institución, donde he sido miembro de número y de la que me nombraron Presidenta Honoraria”.
María Eulalia cree que el caso de su tía es admirable, porque si era difícil para una mujer de Medellín, en su tiempo, participar en la vida pública, resultaba impensable para una mujer de pueblo.
En la celebración de los cien años de su intensa vida, el pasado 1 de diciembre, profesoras de la Javiera Londoño, donde Alicia fue profesora por más de 30 años, dijeron “somos lo que somos, gracias a ella”. María Eulalia cuenta que a los sobrinos también les ha inculcado, en primer lugar, la educación. Por su parte, se graduó de Ingeniería de Petróleos y ha realizado otros estudios posteriores.
“La adoro con el alma”, expresa la sobrina. Admira que haya estudiado tanto, en universidades de Medellín y en Madrid; su labor como educadora de varias generaciones, y su aporte en la consolidación de los derechos de la mujer.
En este tema, Alicia ha aportado, no un grano de arena sino un arenero completo: ha escrito artículos como Cincuenta años de conmemoración del sufragio femenino en Colombia, Plebiscito de 1957, y libros como Forjadoras de forjadores: abuelas y maestras de Antioquia en el siglo XX 1850-1950, y ha hecho parte de la Unión de Ciudadanas de Colombia.
“Luchamos por alcanzar tiempos mejores para la mujer. Antes, a la mujer solo la dejaban bailar y tocar el piano”, explica Alicia, como si con estas ideas quisiera sintetizar un siglo de vida.