Las perversiones de Andrés Sierra
El fotógrafo presenta su obra en Fotográfica Bogotá 2017 como parte de la serie “Refranes colombianos”.
Periodista cultural del área de Tendencias de EL COLOMBIANO.
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Hasta el 27 de mayo, el fotógrafo Andrés Sierra presenta sus fotos como parte de la serie “Refranes colombianos” que se expone en la edición 2017 de Fotográfica Bogotá. A continuación, Transcribimos la conversación que tuvo con William Arango, del Club Fotográfico Medellín, cuando ganó el Gran Premio del Salón Colombiano de Fotografía XXIV.
William Arango: El mundo que elabora Andrés es totalmente artificial pero muestra la realidad, es paradójico. Andrés, ¿cuál es la relación tuya con los modelos? No en el momento de conseguirlos para tomar la foto sino a largo plazo.
Andrés Sierra: “Valoro mucho los personajes de la calle, los indigentes. Hoy en día algunos movimientos defensores de este tipo de personas les dicen habitantes de la calle, pero para mí es mucho más romántico ‘indigentes’ por su significado etimológico de gente que carece de cosas básicas. Para mí el ser humano es un monstruo muy complejo, su mente es una cosa completamente inesperada y todos, por lo general, están tratando de vivir el presente, no el futuro ni el pasado; gracias a las corrientes espirituales basadas en el budismo de los centros de yoga que les enseñan a pensar en el presente, pero en realidad los que viven en el presente son los indigentes, ellos se llevan por delante a cualquier persona que haya hecho curso en Tíbet, la India o Tailandia. El indigente es un personaje súper inmediatista y así se aleja del gran problema del ser humano que es el ego, destruye cualquier tipo de ambición. El indigente no tiene ego porque para qué lo va a alimentar y eso es una liberación total que a mí me encanta. En mis personajes nunca pondré ropa porque la ropa estorba, ellos nunca se cuestionan la moralidad de desnudarse, nunca tienen plata para tatuarse, raras veces, a no ser que hayan pasado por la cárcel, pero el indigente va más allá de todas las vanidades del ser humano tradicional. La relación que yo tengo con ellos es la inmediatez. Cuando uno aborda un personaje de estos, la gente muchas veces piensa ‘este tipo es un explotador’ porque ellos están pasando hambre, necesitan cualquier peso, pero es una moralidad doble porque cualquier persona que trabaje en un cubículo de Bancolombia también está siendo explotada por Bancolombia, cualquier persona que trabaje en cualquier empresa, pregúntele cuánto está ganando y cómo es su contrato. La ética que yo he tenido con la gente de la calle es súper bonita porque yo diría que cuando van a mi casa (porque no tomo las fotos en el estudio) pasan uno de los mejores días de su vida, y lo han dicho ellos, porque llegan con diez días sin bañarse, sin comer, y yo algo de cocina sé, entonces me encargo de cocinarles, de atenderlos como unos príncipes en la casa y es simplemente un contrato bilateral; yo quiero hacer algo y a ellos también les interesa hacer algo conmigo, se crea una relación increíble, es una experiencia de vida que solo los que han estado en mi casa conocen. No tengo moralidades para decir ‘los voy a involucrar en esto para matar culpas’, yo no mato culpas, yo lo que hago lo hago con convicción siempre. La gente que va a mi casa a posar es feliz de estar allá”.
W.A. En tu condición de psicólogo, que no ha desaparecido ni desaparecerá de tu vida jamás, tienes una capacidad enorme de penetrar en el alma humana y eso aflora en tu trabajo. Pero hay un aspecto muy particular porque los llevas a ese espacio y ellos actúan para ti, por eso es que a lo largo de estos diez años que llevas con estos proyectos, han venido apareciendo ciertas temáticas que no dejan de ser interesantes, por ejemplo, ahora estás trabajando el tema de los refranes que aparece en el libro, pero hay una cantidad de imágenes en las que el fuerte contenido sexual es abiertamente expuesto, sin embargo, tratado con toda seriedad porque en tu trabajo jamás nadie va a encontrar ni una traza de una intencionalidad que no sea seria. También hay una relación con lo religioso, has ido creando con ellos unos mundos magníficos.
A.S. “Lo peor que le puede pasar al ser humano es el pensamiento, yo trato al máximo de hacer una ‘miniburbuja’ en mi vida. No leo, no veo televisión, soy un ignorante absoluto de la actualidad colombiana y mundial, cuando la gente comenta me callo porque no tengo ni idea de lo que están hablando, pero esas son estrategias para volverme hermético. Hay muchas formas de crear, hay personas que crean a partir de cosas existentes, dicen que la creatividad es la reinvención de lo ya existente, pero desde que uno nace el mundo que uno tiene es suficiente biblioteca, suficiente información para crear. Mi forma particular de crear es ser muy intuitivo con mis perversiones, con cosas que por instantes uno las castigaría o las bloquearía del pensamiento, yo dejo que todas mis perversiones afloren permanentemente, entonces a veces hago proyectos que no sé si lo han hecho en el Japón, no me importa, si lo han hecho en EE.UU., en cualquier parte del mundo, pero nacen de mí, de todo lo que he vivido, de todo lo que he visto, todo lo que he aprendido, todas las experiencias vitales, eso es lo que ha hecho mi motor creativo. La creación es una cosa súper angustiante cuando uno siente que ya está llegando, pero cuando no está me relajo. Puedo durar seis meses sin tener ni idea cuál va a ser mi próxima imagen dentro de un rollo, cuando compro películas siempre me pregunto ¿qué irá a quedar acá?”.
W.A. Andrés Sierra es un loco que trabaja con película, que se va a un laboratorio de químicos con todos esos materiales a buscar una imagen que cuando la logra, la lleva y la deposita sobre una hoja de papel fotográfico. Te quedaste en la fotografía analógica, pero avanzaste también en tu estudio profesional trabajando con los equipos más avanzados.
A.S. “Mi vida se parte en dos, tengo un ‘puteaderito’ que es el estudio donde trabajo todos los días, un prostíbulo que quiero mucho [risas], pero hago lo que el cliente quiere que yo haga; mi mundo personal es mi fotografía análoga. Cuando la fotografía digital llegó empezó una discusión que duró años sobre qué era más valioso, qué tenía más impacto técnico, si lo digital o lo análogo; a mí esa discusión siempre me resbaló porque no importa la técnica que se use, no hay una más artística que la otra, ¿cuál te genera más placer? Odio lo digital, odio los computadores, odio los servidores, odio todo eso, amo lo análogo, amo el laboratorio; lástima de los que no saben qué es un laboratorio porque es un refugio, es como la cueva del zorro, es donde oigo mi mejor música, donde grito, es lo máximo. Algunos fabricantes se han quedado produciendo lo análogo, estoy haciendo mucha fuerza para que lo análogo resurja a ver si los precios bajan un poco, si el mercado se vuelve más rico, porque de todos modos transportar las cosas después del 11 de septiembre se volvió un caos. Los químicos en las botellas tienen mil equis sobre pescaditos, sobre chamizos, porque acaban con todo el ecosistema y, por otro lado, le suben el voltaje a los Rayos X y velan todos los papeles, todos los rollos que uno pase, entonces uno es como un narco cuando logra traer el papel y que le llegue bien: ¡Coroné este rollo de papel de 30 metros de largo! ¡Coroné que me llegara un galón de cinco litros de químico fijador! Es en contra de la evolución seguir con lo análogo, pero ese olorcito no hay con qué pagarlo, esa sensación de privacidad del laboratorio, de la oscuridad, de la intimidad, uno pierde un porcentaje alto de los sentidos, todo se vuelve muy táctil y sabe donde están las tijeras, donde está el bisturí, sabe donde está absolutamente todo, es una magia, por eso digo lástima de la gente que no sabe qué es un laboratorio y no lo ha vivido jamás. Llevo 33 años revelando y siempre que aparece una imagen en la cubeta digo ‘woa’, que es la magia del cuento. Hay rumores de que lo análogo está cogiendo otra vez fuerza y tiene que, porque tiene una magia encantadora y se trata de hacer lo que lo haga a uno feliz. Si lo que lo hace feliz es un procesador, un computador, hágale por ahí; si lo que lo hace feliz es revelar rollos, hágale. Busque en la técnica lo que más le guste”.
W.A. Quiero que les cuentes a las personas que nos acompañan cómo ha sido tu vida en el Club Fotográfico Medellín.
A.S. “Cuando yo tuve mi primer profesor, que fue mi padre en el patio de mi casa, me mostró ‘esto tiene una agujita’, estaba hablando del exposímetro, ‘que si la aguja está para arriba hay mucha luz y si la aguja está para abajo hay poca luz’. Ese fue mi primer curso en realidad e incorporé la cámara a mi vida, a los seis meses estaba aquí en esta sala, con 17 años recibiendo el primer premio del Salón. Julián Arango, que estaba de presidente, me habló del Club que se ha reunido todos los martes durante todos estos años. Es una entidad súper sana que invita a la gente a estar ahí. Julián Arango me dijo ‘vos por qué no trabajás en blanco y negro’, porque el primer premio que gané fue en color. En el Club había una monja que un día me dijo ‘yo creo que en el convento tengo una ampliadora, que yo me robaría para vos, vas a Belencito un domingo tipo tres de la tarde que las monjas están durmiendo y yo por la puerta de atrás del convento saco esa ampliadora y te la regalo’, Myriam Velázquez. Entonces yo fui en un R4, fui a las tres de la tarde, saqué esa ampliadora y ahora era buscar dónde la ponía, entonces un amigo me dijo ‘ve, en mi casa hay un cuarto del servicio para poner la ampliadora’, yo llamé a William y yo ‘William ya tengo laboratorio, ya tengo la ampliadora, qué hago’, entonces él ‘comprate unos químicos’ y yo ‘no eso me sale negra la foto, qué hago’, ‘no, cerrale el diafragma, cerrale esto’, hasta que me dijo ‘sabes qué, no jodás más, te voy a regalar un curso en Yuruparí de tres meses para que aprendas de verdad’. Entonces el profesor decía ‘la lámpara de seguridad debe estar a no menos de un metro de distancia’ y yo ‘ah no, es que yo la tenía a 20 cm’. Fui una esponja de la clase y a los tres meses estaba revelando perfecto, súper encarretado con el cuento y ya, lo otro es autodidacta porque las perversiones no las enseña nadie”.
W.A. Llegaba a mi casa un domingo a las siete de la noche con una copiecita de 20x20 a mostrarme las tonalidades que había sacado y sucedió algo muy interesante, comenzó a ganar y ganar y ganar concursos. Hay una época Andrés Sierra en el Club cuando competíamos por ganar puntos y avanzar en el ranking. El Club Fotográfico Medellín te admira, te respeta, se siente muy honrado con tu participación y aquí estamos.
A.S. “Me parece súper importante lo que el Salón de Fotografía hace porque los premios son solo vanidad, al fin y al cabo eso es un reinado de belleza. Los concursos no funcionan como un termómetro de calidad para el que gane o no gane, bueno, más o menos sí, pero no quiere decir que cuando uno gana el primer premio de un salón sea el mejor trabajo, es el trabajo que más les gustó a los jurados en ese instante, pero me parece que el Salón le va a apostar a algo realmente valioso y es no necesariamente entregar premios con plata, sí es muy tentador ganarse diez, quince millones de pesos en un premio, pero el Salón le va a apostar a algo que es formar un historial de lo que es la fotografía, es trabajar sobre proyecto, sobre el tema donde el fotógrafo tenga la voluntad, la disciplina de crear un portafolio y eso es finalmente lo que va a quedar, en unos años cuando uno logre ver quince libros, veinte... Estamos hablando del nacimiento de un registro de lo que es la formación de la imagen en Colombia. Entonces los que tengan la vena, el interés fotográfico, no participen solo por ganarse un premio, ver más o menos lo que ganó en el salón anterior y acercarse a eso, sino que sean intuitivos, sean coherentes con sus visiones, con sus fantasías, con sus perversiones. La creatividad es completa enemiga del miedo, nunca pregunten si lo que están haciendo gusta o no, eso no tiene la más mínima importancia, yo jamás lo hago. Jamás, cuando estoy haciendo un proyecto, pregunto ‘ey, ¿cómo te parece esto?’, ¿para qué? Qué va a obtener uno de alguien que opine sobre algo que uno está haciendo libremente. Si hay algo valioso en la vida es hacer lo que uno quiera, lo que le dé la gana hacer, sobre todo con la creatividad. La creación de cosas a partir de la mente de uno, de las perversiones de uno, de todo el bagaje que uno tenga en el interior, no tiene que entrar en juicios de si gusta o no gusta, hágalo y si no gano, no importa, eso es un reinadito, lo que vale es la felicidad que le genere a uno hacer lo que uno hace. Felicito enormemente al Salón Colombiano de Fotografía porque está empezando una etapa en que los premios van a ser publicaciones de libros, obviamente yo no voy a volver a participar porque llegué y el Salón me dijo ‘en la vida te queremos volver a ver por acá’ [risas]. No pregunten mucho si lo que están haciendo está bien o no, lo más sagrado del ser humano es la intuición, que es un vaporcito. A uno la intuición le dice hágalo o no lo haga, y cuando uno pregunta ‘¿a vos te parece que deba hacer esto?’ empiezan mil opiniones y la pobre intuición, que es lo más sagrado del ser humano, se va al piso. Nunca pregunten nada, hagan cosas y sigan con perseverancia, pienso que es la fórmula de todo, porque no hay juicios de valor en el arte, hay muchas mafias, críticos, gente que opina, que habla más allá, pero hacer es lo valioso”.