Los espacios públicos son para el disfrute de todos
El cerramiento de la Plaza Botero abre un debate social en la ciudad. “El espacio público es el lugar donde se manifiesta el interés común”, como dijo Victoria Camps en 1996.
El espacio público es ante todo un símbolo de la igualdad, de la participación, en él todos somos ciudadanos con los mismos derechos y obligaciones, su disfrute hace parte del concepto de ciudadanía, todos iguales ante la ley. Cualquier restricción a su libre uso constriñe la libertad de todos, y si bien en ocasiones se presentan cerramientos sobre determinados espacios, estos nunca implican limitaciones al acceso que tengan que ver con alguna condición del individuo.
Plazas cerradas encontramos en muchas ciudades del mundo: París, Londres, Madrid, y aun en nuestro medio el Parque de Bolívar tuvo un cerramiento completo, lo tuvieron algunas plazas de municipios antioqueños como Marinilla y no pocos otros municipios. Sin embargo, estos cerramientos obedecían no a un control sobre capas específicas de la población, sino a la posibilidad de mantener la seguridad fundamentalmente en horas nocturnas.
En países con estaciones el cierre obedece a las condiciones de clima y a la imposibilidad de mantener una iluminación eficiente. En nuestro medio los cierres de determinados espacios públicos solo obedecen a la posibilidad de mantener unos esquemas de seguridad y aun de la estética, pero nunca a restringir el acceso de algún tipo de poblaciones con características específicas. Todos podíamos pasar el umbral, todos podían traspasar la puerta sin importar su vestimenta o sus rasgos físicos, era el espacio de todos.
Nunca nadie se debe abrogar el derecho de juzgar quien puede o no entrar al espacio público, esto sería limitar los derechos ciudadanos. La ciudad, que limita el libre acceso a espacios de uso común empieza a generar unas políticas discriminatorias y restrictivas que inducen comportamientos violentos, que más que excluir el libre acceso, atentan contra la civilidad como forma de hacer ciudad a partir del ciudadano. La Plaza Botero es de todos y controlar su acceso a unos, por cualquier motivo que sea, es segregacionista e inaceptable, además ésta hace parte de un contexto urbano patrimonial que involucra el Museo de Antioquia, el Parque de Berrío, y otros edificios de valor arquitectónico. Como lo afirma el maestro Botero en carta dirigida al Museo de Antioquia: “La Plaza es un espacio artístico del Museo de Antioquia y de Medellín, así se concibió y bajo ese concepto hice la donación. Que la ciudad transite libremente, así debe estar”.
Es notable el ejemplo del presidente Petro en el año 2022 cuando el día de su posesión ordenó tumbar las rejas que rodeaban la casa de Nariño con el fin de permitir el uso libre del ciudadano a la Plaza Rafael Núñez, decisión seguida por el Congreso que abolió los obstáculos que se interponían entre la Plaza de Bolívar y el Capitolio, enviando un mensaje claro sobre el uso del espacio público. Ciudad que presenta un panorama de rejas continuas aun delimitando lo público y lo privado dan una clara señal discriminatoria y acusan una fuerte presencia de la informalidad.
Lo sucedido en Medellín con las UVA – Unidades de Vida Articulada- que pasaron de ser un espacio funcional donde se protegían los tanques de tratamiento del agua del municipio, a ser un espacio de libre acceso para el disfrute de la comunidad es bien diciente al respecto: “Tumbar las cercas para estar más cerca”.
Que el espacio público en su uso requiera normas de obligatorio cumplimiento para todos es lógico. Así, por ejemplo, que en ciertos espacios que podemos tildar de “sagrados” -en cuanto que son representativos de la idiosincrasia de una población y gozan de un estatus patrimonial- se restrinja el comercio informal, acusa una lógica que tiene que ver con su carácter patrimonial, que, si bien es de acceso libre, goza de un uso restringido para ciertas actividades “profanas” que solo buscan el lucro, así estarían limitadas el consumo de alcohol y cualquier tipo de comercio.
El carácter patrimonial de ciertos edificios y espacios públicos con los cuales se pretende honrar la identidad de la ciudad, establece una señal especial sobre su uso que no permite de ninguna manera invasiones que tergiversen su carácter y mensaje y que permitan al ciudadano “leer la ciudad” a partir de hechos representativos y espacios generadores de respeto por la memoria. Acá cabría traer a cuento la historia de Jesús en el Templo de Jerusalén, que decía:
15. Llegaron* a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; volcó las mesas de los que cambiaban el dinero y los asientos de los que vendían las palomas, 16. y no permitía que nadie transportara objeto alguno a través del templo. 17. Y les enseñaba, diciendo: «¿No está escrito: “Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones”? Pero ustedes la han hecho cueva de ladrones»”. Marcos 11: 15-17.
Las decisiones no deben surgir como medidas puntuales, una gestión administrativa debe obedecer a un planteamiento estratégico y estructural de ciudad, que refleje acciones coherentes y sistemáticas de actuación que eviten este tipo de agresiones al ciudadano, con el fin de conformar una política sobre el espacio público de acuerdo con las características del lugar.
Es necesario retomar el ejemplo de la Cultura Metro y tener conciencia que, cuando el ciudadano, a partir de una pedagogía al alcance de todos entienda los motivos que impulsan una decisión, esta siempre será acatada y aún respaldada por los usuarios que no son otros que el ciudadano de a pie.