Cultura

Obras de Débora Arango y Ethel Gilmour, en el Museo Juan del Corral

Débora Arango y Ethel Gilmour criticaron con su arte a la sociedad nacional. Su obra está en Juan del Corral.

Envigadeño dedicado a la escritura de periodismo narrativo y literatura. Libros de cuentos: Al filo de la realidad y El alma de las cosas. Periodismo: Contra el viento del olvido, en coautoría con William Ospina y Rubén López; Crónicas de humo, El Arca de Noé, y Vida y milagros. Novelas: Gema, la nieve y el batracio, El fiscal Rosado, y El fiscal Rosado y la extraña muerte del actor dramático. Fábulas: Las fábulas de Alí Pato. Premio de la Sociedad Interamericana de Prensa.

02 de septiembre de 2016

Débora Arango y Ethel Gilmour incomodaron con su arte a la sociedad colombiana, porque nada molesta tanto como los espejos mostrando nuestros defectos.

Su cuestionamiento de los temas sociales hizo que ambas, en sus momentos, hubieran sido relegadas de los espacios de arte. Y ahora es la causa de que una muestra de sus obras se presente en el Museo Juan del Corral, de Santa Fe de Antioquia.

Los proscritos. La obra escandalosa y prohibida de Débora Arango. Esta exposición reúne 16 cuadros, entre acuarelas y óleos, de la pintora colombiana.

“No solo se trata de una buena muestra —señala Martha Lucía Villafañe, directora del museo— sino una exposición cargada de pedagogía sobre la sociedad colombiana”.

La exhibición está provista de notas explicativas de las obras en la vida nacional y de cronologías que van explicando qué estaba sucediendo en el país y en el planeta en los años en que fueron creadas.

Así, por ejemplo, un cuadro que enseña una gallina con cinco huevos en su nido, condecorada con medalla y portando una bandera, titulado Doña Bertha (óleo de 117 x 146 cm), poco les dirá a los visitantes del Juan del Corral.

“Por eso, junto a ese cuadro está la información de quién era doña Bertha Hernández de Ospina, una mujer que permaneció durante unos 20 años ostentando el poder detrás del trono en la dirigencia nacional”.

Débora Arango, nacida en Medellín el 11 de diciembre de 1907, fue alumna de Eladio Vélez y de Pedro Nel Gómez, en el Instituto de Bellas Artes, y llegó a convertirse en maestra del expresionismo.

Este es un movimiento estético que se caracteriza por la intensidad en la expresión de los sentimientos, mediante el desequilibrio y la fuerza de los colores y las formas.

A esta artista, reconocida como una de las más grandes creadoras del continente, le descolgaron sus exposiciones y la criticaron con dureza por los temas de sus obras. Y hasta en su vida personal fue acosada por los sectores reaccionarios de la sociedad y la política colombiana, y amenazada de excomunión por parte de la Iglesia.

La Ethel mágica

Una suerte parecida cobijó a Ethel Gilmour, la artista estadounidense, a partir de 1971, cuando llegó al país para quedarse al lado del pintor Jorge Uribe.

Con lenguaje distinto, casi opuesto, explica Martha Lucía Villafañe, esta representante del naíf, ese movimiento en el que se apela a una ingenuidad casi infantil y al uso de colores vivos y formas simples y dulces, también dedicó su obra a cuestionar a la sociedad.

Es inmortal su Palacio de Justicia, óleo de 1986, con cañones coloridos, la reina que no dejó de coronarse en Cartagena de Indias el año del holocausto, y las palomas blancas atacadas por las armas...

En Santa Fe de Antioquia tienen dos obras de la artista que escogió querer a Colombia: Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado, domingo, un óleo de 70 x 50, de 1988, y La sala mágica.

La primera muestra un cortejo fúnebre muy concurrido y, en la parte superior, armas; la segunda, la sala de la casa de un mafioso vista a través de la ventana, su decoración ostentosa, la reina sentada en el sofá, los guardaespaldas afuera con los autos y, en el cielo nocturno, los helicópteros del bloque de búsqueda.

Si bien a Ethel no le descolgaron las exposiciones y no fue amenazada de excomunión, su obra ha incomodado a las instituciones.

La creación de Ethel Gilmour, dice Martha Lucía, ha sido “supuestamente” difundida, pero no ha sido valorada plenamente.

“Una prueba de ello es que los museos no se han interesado por adquirir sus obras y las pocas que han conseguido no son las que cuestionan la dura realidad colombiana, sino las de temas en los que prima lo estético sobre lo político”.