En el antiguo arte de caminar, cada persona tiene su tumbao
Alegrías y tristezas, complejos y frustraciones, muchas características se revelan en el andar.
Envigadeño dedicado a la escritura de periodismo narrativo y literatura. Libros de cuentos: Al filo de la realidad y El alma de las cosas. Periodismo: Contra el viento del olvido, en coautoría con William Ospina y Rubén López; Crónicas de humo, El Arca de Noé, y Vida y milagros. Novelas: Gema, la nieve y el batracio, El fiscal Rosado, y El fiscal Rosado y la extraña muerte del actor dramático. Fábulas: Las fábulas de Alí Pato. Premio de la Sociedad Interamericana de Prensa.
Ese chico era el hazmerreír del grupo. Y del colegio entero. Caminaba con la vista clavada en el suelo, con el objeto de no pisar las rayitas de las aceras, de los embaldosados, de los patios.
Para lograrlo, sus pasos eran irregulares. Cada vez que uno de sus pies, después del vuelo que lo lleva de atrás adelante, iba a caer sobre una línea, acortaba la abertura del compás de sus piernas, o la alargaba, y seguía su camino. Si por algún descuido, ay, o un accidente, el pobre muchacho la pisaba, no avanzaba más: se devolvía hasta la raya anterior y repetía el último tramo para “enmendar el error”.
Un día, no volvió al colegio. Entre las especulaciones de los burlones, la que más hizo carrera fue la de que pisó una raya grande y se devolvió.
El caminar en dos piernas tiene su ciencia. Iniciado hace entre seis y siete millones de años, al tiempo que sirve para trasladarse de un lugar a otro, revela información sobre cada persona. Antropólogos han explicado el fenómeno y los artistas del cuerpo, actores, mimos, son quienes más han indagado sobre la actividad.
El bipedismo y, con este, la posición erguida, —explica la antropóloga Francy Esther Del Valle—, se fueron adquiriendo cuando los antecesores de los humanos descendieron de los árboles. Les permitió levantar la vista y mirar a lo lejos y en colores, asunto para nada desdeñable en términos de supervivencia, pues podía avistar a sus depredadores desde lejos. O a sus presas, porque al bipedismo está ligado también la inclusión de la carne en la alimentación.
Soltura y rigidez
A veces, se ven personas que andan como con una carga encima, la de sus preocupaciones, comenta Gustavo Montoya, el actor de Porfirio Barba Jacob, el hombre que parecía un caballo. Por eso van con la espalda un poco curvada y la mirada en el suelo.
Cree que el and ar de los antioqueños es más rígido que el de los costeños.
“Me encanta caminar alegre —dice el artista—. No me aperezo, estoy ágil y concentrado en lo que hago”.
Para el personaje de Claudio, que interpreta en Hamlet en los tiempos del ruido, el montaje de La Hora 25, del cual hace parte, estuvo observando hace pocos días la forma de andar de presidentes y militares, para saber cómo mueven los pies y las manos y en una palabra todo su ser.
En uno de los militares que acompañaban al dictador chileno Augusto Pinochet notó que además de levantar los pies en la marcha, alzaba también los hombros hacia delante, “como si intentara subirse por encima de su estatura”.
Y lo incorporó al personaje.
En la estructura ósea de las personas se descargan factores hereditarios y características de personalidad, dice el mimo Carlos Álvarez, director del Circo Medellín. Hay algunos abuelos que andan erguidos, porque tienen claro el concepto de dignidad.
“El buen porte es nuestro derecho natural”, dice Carlos Álvarez que afirmaba el actor inglés Frederick Mathias Alexander, quien desarrolló una técnica personal para superar algunas enfermedades, entre ellas la depresión, basada en la adecuada postura del cuerpo.
Por supuesto que el caminar, lo mismo que los gestos, hablan. Asegura Victoria Valencia, la actriz de La Mosca Negra. “Quienes andan con el plexo solar escondido, es decir, caminan encorvados, algo ocultan, alguna represión, tristeza o duda, a menos que tenga un problema de columna”.
“Mis hijos —revela el mimo—, caminan con los pies abiertos, como Chaplin. Un día le llamé la atención a mi hija por este asunto. Mi esposa me dijo: ‘¡Qué le vas a criticar, si eres igualito’”.