Cultura

Estudiantes de la UdeA memorizaron más de mil versos de la poesía de Aurelio Arturo

Esta es la séptima edición de un certamen que pretende reivindicar la poesía y la memoria.

Periodista, Magíster en Estudios Literarios. Lector, caminante. Hincha del Deportes Quindío.

21 de abril de 2023

Es una maratón de versos. Se trata del Concurso de Memoria Poética Mnemosyne, organizado por John Jairo Gómez Montoya, profesor de la Escuela de Idiomas de la UdeA y que se realizó este viernes el 21 de abril de nueve de la mañana a una de la tarde.

Los estudiantes se suben al escenario del auditorio principal del edificio de extensión y, antes de ponerse en los ojos un antifaz cerrado, extraen de una bolsa un papel con un número escrito. El número corresponde a uno de los cincuenta poemas que debieron memorizar de la obra propia o de las traducciones hechas por Aurelio Arturo, el poeta de Nariño que dijo hace tanto que en Colombia el verde es de todos los colores. Luego, se ajustan el antifaz, se acomodan los tapones en los oídos y sueltan la cadencia del poema.

En la competencia participan tres universitarios, los mismos que en la edición anterior —cuando el homenaje se le rindió a la poeta barranquillera Meira del Mar— estuvieron en el podio de las memorias privilegiadas. Se trata de Raúl Fernando Pérez, de Antropología; Jaime Andrés Álvarez, de Filología Hispánica; Sergio Andrés Sánchez, de periodismo. Todos están en los niveles superiores de sus respectivos pregrados. Además, son muy jóvenes y dos —los futuros antropólogo y periodista— llevan el cabello largo. Cada uno declama de formas distintas: Raúl lo hace lento, con un tono antiguo y movimientos de manos; Jaime Andrés se sienta y deja todo el peso dramático en su voz; Sergio Andrés deja sus brazos a los lados, conserva una postura hierática.

En la primera ronda cada uno recita diez poemas. Tras un descanso de veinte minutos les corresponde decir cinco poemas. Y al final uno. El jurado —compuesto de tres profesores de la UdeA— toma nota de las vacilaciones, de la mala pronunciación, de la sustitución de las palabras, de la omisión de un verso o de una estrofa completa. El veredicto se da a partir de sumar las tres intervenciones y comparar los resultados de los participantes. El asunto parece sencillo, pero no lo es: el léxico de Arturo es muy distinto al actual y sus poemas son de atmósferas evanescentes en las que las hadas se pudren en los estanques y el sol trabaja hombro a hombro con los hombres del campo.

En un momento, mientras recita un poema de más de veinte versos, uno de los participantes se queda en blanco por unos segundos. El público, que puede ver el poema en una pantalla grande ubicada a las espaldas del concursante, queda en suspenso. La palabra se le ha escapado, no llega. Al final retoma el hilo, pero se ha salto casi estrofa y media. Varios puntos menos. Después, otro duda y cambia un mas (que hace las veces de pero) por un pero. Saldo negativo, también. Aun así el poema conserva el sentido y comunica el universo del autor nacido en 1906 y muerto en 1974. En vida Arturo publicó Morada al sur y poemas dispersos en revistas y periódicos. Además tradujo del inglés y del francés poemas de Constantino Cavafis, ese escritor que une el erotismo del hoy con la historia y la mitología.

Según el profesor John Jairo, el concurso tiene una finalidad doble. “Primero recordar a alguno de nuestros poetas más distinguidos y, segundo, estimular en los concursantes el desarrollo de la memoria”. En las ediciones pasadas los poetas escogidos han sido Jorge Luis Borges, José Manuel Arango, Raúl Gómez Jattin, María Mercedes Carranza, León de Greiff y Meira del Mar.

Al final, hechas las sumas y las restas, el primer lugar le correspondió Raúl Fernando; el segundo peldaño lo ocupó Jaime Andrés, y el bronce lo recibió Sergio Andrés. Cada uno recibió un premio en metálico, un trofeo y la edición de Morada al sur, editada por Visor con prólogo de Juan Gustavo Cobo Borda.

Más allá de los resultados, el certamen cumplió con los objetivos expresados en el comunicado oficial: “Con este evento, queremos preservar y estimular esa prodigiosa facultad de la mente y fomentar el estudio de nuestro idioma en su forma suprema: la poesía”.

Los ganadores bajan del escenario, se fotografían con familiares y compañeros de clases. El ritmo de los textos de Arturo perdura en la mente de los asistentes, sigue sonando, sigue latiendo en la memoria. Tal vez por eso la poesía deba ser un acto comunitario que implique ir a un sitio y compartir con otros la palabra, el sentido y lo que queda por fuera. El público se desbanda y en la pared del fondo queda el rostro de Arturo, proyectado por un videobeam: sostiene un libro, tiene poco pelo, gruesos lentes negros y un corbatín.

Los poemas siguen en el aire. Laten. Son.